Barbate reniega del narcotráfico: «Aquí hay algunos que ahora venden tagarninas»
Los vecinos sostiene que algunos traficantes hicieron dinero con la droga, invirtieron en pisos y ahora viven con ingresos lícitos de las rentas
El último gran clan del municipio cayó en el 2000 en una operación liderada por el ahora teniente coronel que estuvo al mando del antiguo OCON-SUR

Barbate, atún y chocolate. La frase se hizo célebre hace décadas en este municipio gaditano por una película de Pablo Carbonell que levantó ampollas. Ahora, cerca del paseo marítimo la repite un vecino con aparente desgana. «Ya no hay nada de eso. Es un estigma ... . Ya que no se hablaba de esto... Ahora otra vez», dice resignado la mañana del sábado, después de que una narcolancha matara a dos guardia civiles en la bocana del puerto la noche de antes. Los presuntos asesinos fueron jaleados y animados por un grupo de gente desde el dique donde habitualmente se juntan a fumar hachís, a la espera de que caiga algún fardo con el que ganar dinero 'trapicheando'. «Ni son de Barbate, ni quieren a Barbate», sentenció el alcalde, Miguel Molina.
Pero sí son de Barbate. Un pueblo donde no se dan nombres y al narcotráfico los vecinos se refieren con frases evasivas. «Eso», «esos», «los que había», «esa gente»... Nadie habla abiertamente. Los periodistas hasta molestan. «Shhh», ordena uno de los jóvenes en la terraza del bar del puerto el lunes al grupo con el que está. Lo hace al sospechar de la presencia de algún plumilla buscando café. Las miradas de reojo, una especie de control desconfiante, la queja de «las teles dicen lo que quieren» y el discurso de «aquí ya no hay narcos» es lo habitual.
La mañana del viernes había seis lanchas amarradas a las boyas de la entrada del puerto, junto a la draga, en la que los marineros decían el sábado que no saben nada de lo ocurrido y despachan las preguntas encogiéndose de hombros. «Esos no son de aquí. Ya no hay narcos de esos. Esos vienen de fuera», explicaba un vecino. «Aquí había alguno importante, pero ya no. Los detuvieron y ahora no tienen nada. En Barbate hubo algunos de esos, que paseaban derrochando dinero, que ahora están vendiendo tagarninas -una especie de cardo-. No tienen nada. Viven de alquiler», explica un pescador. Otro que rehúsa dar su nombre.
El pescador cuenta también como faenando alguna vez se ha encontrado una lancha, que le pidió ayuda por ir a la deriva. «Oí un silbido en el mar y era uno en una 'patera'. No me iba a meter en problemas. Le dije que llamaba a la Guardia Civil o Salvamento Marítimo, pero no le echaba un cabo», explica este pescador. El narco existe, pero nadie habla, aunque todos conocen lo que pasa.
Se intuye en las versiones sobre la muerte de los guardias civiles de unos y otros. Entre algunos vecinos los rumores corren como la pólvora. El sábado, en una venta cerca de Vejer de la Frontera, una pareja mayor comía frente a la tele mientras el informativo daba la noticia de la muerte de los dos agentes. «Los ha matado por venganza. La guardia mató a su amigo en el Guadalquivir. Lo he oído por ahí», señala el hombre, que acaba de comer, se despide y se marcha educadamente. Esa misma noticia salta a los medios al día siguiente con la relación entre las dos muertes.
No es la única coincidencia. El lunes, en el bar del puerto, entra un joven vestido con un chándal. En la televisión el programa de turno habla del paso a disposición a judicial de los ocho detenidos. «No son ellos. Los han pillado, pero esos no han sido», señala. Dos horas después, cuando los liberados investigados por encubrimiento hablan con los medios en la puerta del juzgado sostienen una versión parecida a la de aquel chaval.
Barbate lucha contra el estigma del narco sin grandes clanes o capos. «Ya no hay de eso. Los últimos los cogieron hace 20 años. Fueron a la cárcel y se acabó», afirma una vecina, que tampoco da su nombre al referirse al clan de los Antón. Ellos son parte de esos grupos históricos que operaban «con barcas de madera» para traer el costo de Marruecos.
Los mismos que alardeaban de dar mas trabajo que la Junta de Andalucía en un pueblo plagado de parados, donde abrían las sucursales bancarias para amortizar a los «nuevo ricos». Fueron años en los que Barbate se llenó de coches caros, de cadenas de oro en los pechos de los chavales y de motos para ir a la playa. El narco tenía tomada esta ciudad de 22.000 habitantes. Hubo quien tasó que el 70% del pueblo vivía del hachís.
Eso fue hasta el año 2000. Un prometedor oficial de la Guardia Civil lo atajó de raíz, desde las 'collas' para las descargas hasta la red blanqueo. Se lo quitó todo a los traficantes. Fue David Oliva, que con el tiempo sería el comandante de OCON-SUR, la fuerza que Interior creó en 2018 para eliminar el narcotráfico y apoyo social en las costas de Cádiz.
Ahora es teniente coronel y se ha convertido en uno de los guardias civiles más condecorados de España con poderosos enemigos. Uno lo llevó a la Audiencia Nacional por una supuesta ingerencia en una invesgiación de Asuntos Internos y por su cabeza llegaron a ofrecer 400.000 euros. Erradicó a los clanes de este pueblo, pero no la cultura narco.
En Barbate sigue habiendo quien prefiere el 'trapicheo' a trabajar en la hostelería en verano y la agricultura o la pesca en invierno. El hachís sigue siendo forma de vida para algunos de sus vecinos. Los hay que trabajan para organizaciones de otros lugares. «Aquí no hay narcos, pero en el entorno sí. Y anda que no hay. Esos que jaleaba trabajan para ellos», apunta otro vecino.
La misma persona que define como «niñatos» a los que estaban en el muelle. «Cuando hay temporal esperan a ver si se cae algún fardo para venderlo en las casas. Es cuando ves pasar a los quads con la Guardia Civil detrás», abunda. Los vecinos coinciden en que, de vez en cuando, se oyen detenciones. «Han detenido al primo de tal con 20 kilos, se han llevado a no sé quien... Pero ya no hay grandes redadas como antes», sentencian.
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