Tribuna abierta
La farsa del olvido
Quedó en palpable evidencia con las infames declaraciones del candidato del partido de ETA que se negó a traicionarse a si mismo, a lo que él y su partido representan
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Se acaban de celebrar unas elecciones en las que el acuerdo tácito era hacer como si ETA no hubiera existido nunca y casi todos los partidos y medios, de forma premeditada o dejándose llevar, han seguido la consigna. Nos han hablado de economía, de sanidad, de vivienda, de industria, cuestiones, por supuesto, importantes, pero los asuntos de fondo, los que condicionan lo cotidiano y lo relegan a una posición secundaria, no se han abordado ni de soslayo. Se ha dado por sentado que en la Comunidad vasca todo es normal, que los planteamientos y principios de los partidos políticos son absolutamente democráticos. Y aunque no es así, así lo debemos aceptar porque es lo que les conviene a los que hace mucho tiempo que ganaron no solo las elecciones.
Y tampoco es cierto que se haya impuesto el olvido del terrorismo. Todos lo recuerdan muy bien y los más jóvenes, aunque no lo hayan vivido, también saben lo que pasó y si no lo saben con datos concretos, lo intuyen, lo perciben, lo deducen del entorno que les rodea, de lo que ven, de lo que escuchan y de lo que no escuchan.
Y por eso, la farsa, que era evidente, aunque casi todos disimularan, quedó en palpable evidencia con las infames declaraciones del candidato del partido de ETA que se negó a traicionarse a si mismo, a lo que él y su partido representan. Y no hizo falta explicar de qué estaba hablando, qué era ETA y lo que ha hecho, porque todos lo sabían muy bien. La verdad quedó desnuda en toda su sordidez e inmundicia, aunque algunos fingieron que se escandalizaban porque lo pactado era que se les consentía ser lo que son, pero no decirlo. Porque lo pactado ha sido permitirles continuar persiguiendo sus propósitos, pero como si no tuvieran pasado, como si acabaran de empezar su andadura en una comunidad idílica donde se come muy bien y en la que los paisajes son maravillosos.
Por eso esa campaña anodina y adulterada en la que el duelo ya solo se ha librado entre los separatistas, a los que ETA ha impulsado al lugar preeminente que hoy ocupan y cuya contribución a la causa ha sido correspondida con ese falso olvido que la exime de su perversa condición. Por eso esa condescendencia, esa laxitud a la hora de aplicar leyes en vigor que podrían incomodarles y desbaratar esos acuerdos, ese precio tan alto que hemos pagado por una paz indigna, por una paz que va mucho más allá de imponer un falso e imposible olvido, por una paz que lo que hace es redimir a los culpables y que a cambio solo reclama hipocresía, disimulo, un gran teatro que niegue la realidad de la devastación causada por ETA y que finja que no son ellos los que anidan en ese partido al que tantos miles de vascos han votado sabiendo perfectamente quienes son, lo que hicieron y lo que quieren.
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