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Elecciones 23J

Alberto Núñez Feijóo: el duelo inesperado del hombre que no necesita gritar

La trayectoria del presidente del Partido Popular se construye en base a dos renuncias clave que lo llevan hasta el día de hoy

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Cierre de campaña | El líder de la oposición confía en un arreón final en las urnas que le permita no incluir a Vox en el Gobierno

Víctor Ruiz de Almirón

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El mismo día que cumplió 10 años, Alberto Núñez Feijóo entraba internado en el colegio Maristas Champagnat de León. Dejaba atrás su Os Peares natal, una pequeña aldea de la Ribeira Sacra donde unen sus aguas los ríos Miño y Sil, que lo vio nacer el 10 de septiembre de 1961. Este domingo los españoles decidirán si su 62 cumpleaños lo pasa preparando su mudanza a La Moncloa.

Esa fecha es una de las que marcan una biografía en la que la renuncia sobre el camino inicialmente previsto tiene un componente importante. Aún era pronto para saberlo, pero el Feijóo político empieza a construirse a partir de otra renuncia. Por responsabilidad familiar. Su padre Saturnino se quedó sin empleo cuando un Alberto veinteañero apenas arrancaba sus estudios para la oposición a judicatura. Pero en ese contexto económico familiar no era factible que estuviera varios años estudiando una oposición tan complicada. Consumiendo ingresos y sin poder aportarlos. Cambio de planes. Pasó a estudiar unas oposiciones para ingresar como funcionario en la administración autonómica. Eran los tiempos en que votaba a Felipe González. Su primer triunfo en las urnas no fue en las elecciones gallegas de 2009, la primera de sus cuatro mayorías absolutas. En 1988 encabezó la candidatura de la Asociación de Funcionarios Interinos e Contratados Administrativos (Afica). Desde ese liderazgo sindical llegó la convocatoria de una huelga con encierro incluido en la Xunta para reclamar estabilidad laboral para el personal interino. Quedaban menos de tres años para la irrupción de un personaje clave en su biografía: José Manuel Romay Beccaría. Lo nombró en 1991 secretario general técnico de la Consellería de Agricultura. Su primer puesto institucional y de la mano del hombre que, cuando en 1996 fue ministro de Sanidad, lo llevaría a Madrid para su primera aventura en la política nacional. Si Feijóo hubiese entrado en la judicatura, esos episodios, en los que empieza a estrechar vínculos en el poder institucional, no habrían sucedido.

De esa primera renuncia personal a un salto en el tiempo de unas cuatro décadas para llegar a otra. En este caso también política. Es 2022 y el PP está abierto en canal. Menos de cuatro años atrás Feijóo ha renunciado a disputar el liderazgo del partido tras la moción de censura a Mariano Rajoy. ¿Por qué entonces no y ahora sí?«No era el mismo momento. Había otros perfiles», justifican en su entorno. Menos de cuatro años después Feijóo experimentó el «desasosiego», la «tristeza» y un momento «traumático» hasta alcanzar la convicción de que el camino a Madrid era «irreversible». Se produce en un momento en el que Feijóo no había decidido si iba a optar a un quinto mandato. En su entorno apuntan a que lo más probable es que no lo habría hecho. Para centrarse en su familia. Su hijo Alberto tiene ahora seis años, fruto de su relación con Eva Cárdenas, que en esta campaña ha tenido más presencia en varios actos.

Rivales y compañeros detectan en él rasgos de soberbia. Que diluye con el parecer de personas que hoy trabajan mano a mano con él y lo definen como una esponja abierta a las opiniones externas. En los comités de dirección de los lunes, Feijóo abre debates. «Y si le argumentas una opinión, te la compra. No es un ortodoxo». Pero, a la vez, cuando está seguro de algo lo defiende con mucha firmeza. Sus más estrechos colaboradores aseguran que no es colérico. Que no recuerdan haberlo visto gritar. Pero que su mirada y su tono de voz expresan de manera muy transparente cuando algo le incomoda o un asunto está zanjado. Es muy cariñoso en el trato personal con el equipo cercano y muy formal con el resto.

Muy personal

Lugar y fecha de nacimiento

Os Peares, Orense, 10 de septiembre de 1081

Familia

Desde hace diez años, mantiene una relación con Eva Cárdenas, con quien tiene un hijo de seis años que lleva su mismo nombre: Alberto.

Quienes lo han conocido más en los últimos tiempos se dicen sorprendidos por su sentido del humor. Su manejo con habilidad de la retranca gallega. Hay algo en sus mítines que entronca con el Mariano Rajoy que, ya retirado, encandila en las redes sociales. Pero no es lo mismo. Falta algo de hilaridad. Pero, al contrario que su antecesor, complementa ese toque autóctono con mayores dosis de seducción. Sus más estrechos colaboradores lo definen como «exigente», «metódico» y «ordenado». Y es tradicional. Lo quiere todo en papel. Si alguien le aporta una idea suele decir «hazme un papel». Revisa cada discurso una o dos veces. «Con los mensajes de comunicación aprobados es de lo más disciplinado que he visto», asegura un colaborador. Las anotaciones en bolígrafo azul. Los subrayados siempre en amarillo. En las campañas electorales en el coche en el que viaja no es raro ver a algún miembro de su equipo transportando una impresora portátil. En el contenido de esos textos ha pretendido todos estos meses apuntalar la idea de un PP muy transversal, de espacio muy ancho. Esa es su oferta.

Estilo propio

Capacidad y no militancia

El ritmo de Madrid

La lumbalgia le ha sorprendido en la recta final de la campaña. Él la achaca al abrupto frenazo estas semanas en la rutina deportiva que mantiene desde hace años. Y que complementa con pautas saludables. En muy raras ocasiones prueba el alcohol, es prácticamente abstemio. Suele tomar cerveza tostada sin alcohol. Café cortado, sin azúcar. Intenta no cenar. El tiempo para leer libros, normalmente de no ficción, también escasea últimamente. A partir del domingo, podría tener todavía menos tiempo. O no. Todo empezó con una renuncia. Y ese final fue solo el principio.

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