"Cásper" intentó blanquear millones invirtiendo en un tratamiento contra el cáncer
La banda de Suárez Flores robó dos toneladas de cocaína a narcos, a los que vigilaban con medios más sofisticados que los de la Policía. Secuestraron a un hombre y le cortaron un dedo con un hacha para que les diera una información
Ángel Suárez Flores, alias «Cásper», había vuelto a vivir como un marajá y a frecuentar los mejores asadores y discotecas de Madrid, rodeado de bellezones que cotizan sus encantos. Ya de madrugada se retiraba a su lujoso ático de Majadahonda y desde allí dirigía implacable a su gente. Policía y Guardia Civil le detuvieron la semana pasada a él y a 21 de sus secuaces, como informó ABC, tras dos años de durísimos seguimientos. Suárez Flores, el delincuente más preparado y escurridizo de nuestro país, había aparcado los butrones que le dieron fama en el mundo del hampa y se dedicaba ahora a los «volcados» -robo de droga a narcos-. Los agentes le atribuyen el robo de dos toneladas de cocaína durante el Puente del Pilar del año pasado en Alicante. En unas escuchas se jactaba de que o se hacía multimillonario o le caían veinte años. "Habían dado un salto cualitativo y se habían centrado en los narcos. Los conoce a todos y también sabe a quién colocar la droga", explica el jefe de la Brigada de Crimen Organizado de la Policía, el comisario Andrés Diéguez.
Tras el golpe, volvieron a manejar montañas de dinero que había que colocar. En enero de este año Suárez Flores empieza a viajar a varios países -Camerún, Argentina, Venezuela y la República Dominicana- para lavar dinero. En Krivi (Camerún) se embarca en un proyecto para construir un puerto y en varios de los destinos se reúne con personal de las farmacéuticas porque intenta invertir dinero en un tratamiento experimental contra el cáncer. Una tapadera perfecta para camuflar los millones que le queman entre las manos después de repartir el botín (se encontraron unos 30.000 euros en las distintas casas de los miembros de la organización).
"Cásper", autor junto a Juan Manuel Candela Sapieha y su gente del robo de arte más importante en España (la colección de Esther Koplowitz) siempre ha sido un precursor y el tiempo, sumado a la impunidad (no ha pasado más de dos años en prisión), lo han mejorado. Utilizaban dispositivos de seguimientos GPS, micrófonos ocultos en los coches de sus víctimas, microcámaras que escondían en troncos de árboles en libros, en transportines... Cada dos días cambiaban de teléfono y tarjeta y los iban reutilizando según un código conocido solo por la organización. No importaba: nunca contaban nada y escucharlos servía de poco. "Les hemos seguido 600 kilómetros para ver atónitos cómo se reunían diez minutos con un tipo", cuenta el inspector Rubén Jiménez. "Otras veces subían a un coche y diseñaban el golpe de rotonda en rotonda". Se disfrazaban de policías y guardias civiles para interceptar la droga de los competidores. Tras la descomposición de la banda inicial, Súarez Flores había reclutado a gente nueva, tan expertos como los anteriores.
La rama técnica tenía su cuartel general en Madrid y la controlaba el jefe en persona. Sus más cercanos, sin ser propiamente lugartenientes, eran los conocidos en el argot como "el búlgaro" y el "informático", encargados de los sistemas técnicos y de proporcionar la logística (robar coches o perforar cámaras acorazadas). La rama dura, mercenarios matones se movía por la zona de Valencia y a ellos se fueron añadiendo delincuentes en función de las necesidades formando una rama de apoyo. Casi todos los detenidos son españoles, además de algunos franceses.
La Policía llevaba siguiendo a Cásper desde junio de 2009, pero hasta hace unos meses no descubrieron que mientras le pisaban los talones él y su miniejército habían secuestrado esas Navidades al empleado de una empresa de despacho de contenedores del Puerto de Algeciras para que les contara en qué contenedor de madera iba a llegar un cargamento de cocaína procedente de Costa Rica. La víctima fue torturada y amenazada. Antes de soltarla, le cortaron el dedo de un pie con un hacha. El hombre aterrorizado no los denunció. En el hospital contó que había sido arreglando el árbol de Navidad y a su mujer que lo había atropellado un coche en el puerto.
Meses después las investigaciones se cruzan. La Guardia Civil llega hasta «Cásper» tras la denuncia de un hombre en Córdoba a quien está extorsionando. Suárez le había prestado 200.000 euros para un negocio poco claro relacionado con drogas y ahora exigía su dinero. El 28 de agosto de 2010 la Unidad Central Operativa (UCO) le detiene junto a un segundón cuando iban a la casa de la víctima, señaló el teniente coronel Antonio Cortés. El juez le pone en libertad y mes y medio después roban el contenedor de Alicante. Esta vez han tenido menos suerte. El juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, ha enviado a prisión a seis de los arrestados. En los 40 domicilios, talleres y concesionarios, registrados en los últimos días en media España se ha hallado material para perpetrar espectaculares butrones (incluidas varillas de lanza térmica y trajes ignífugos), para montar vigilancias completas y un centenar de coches de gama alta. Joyas, ordenadores y 200.000 euros en efectivo completan el botín, además del entramado empresarial que se sigue investigando.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete