Zapatero compara a los niños víctimas de ETA con su abuelo muerto en la guerra
La reunión de José Luis Rodríguez Zapatero con las víctimas encuentra ahora eco en la forma (y el fondo) que empleó el presidente con la madre de Irene Villa
MADRID. «Entiendo lo que sientes perfectamente. A mi abuelo lo asesinaron en la guerra». Palabra de ciudadano, y no de uno cualquiera, sino la de quien ocupa la Presidencia del Gobierno. La destinataria del solemne mensaje fue la madre de Irene Villa. Curtida en el dolor tras la atrocidad sufrida en 1991, María Jesús González no fue la persona que salió más indignada de la reunión que el viernes convocó José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa en pretendido desagravio por su ausencia del Congreso de Víctimas del Terrorismo. Ella ya lo tenía asumido desde antes: «Lo que pueda decir este señor a mí, a nosotras, no nos puede hacer daño a estas alturas». Más soliviantados enfilaron la escalinata de palacio otros testigos del intercambio de pareceres entre el jefe del Ejecutivo y esta víctima de ETA. Como «borde y sin un ápice de calidez» describen el tono que utilizó Zapatero para replicar a la demanda de una beligerancia firme formulada por María Jesús. «No daba crédito a que mencionara a su abuelo -comenta la madre de Irene Villa a ABC-. Cuando le dije que se pusiera en nuestro lugar me imaginé que pensaría en sus hijas...». Zapatero introdujo su drama familiar en el debate cuando María Jesús le planteó: «¿Cómo le puedo explicar yo a mi hija que los asesinos que le arrebataron las piernas pueden salir a la calle, qué cree que Irene se pregunta cuando ve que el Gobierno destituye a Eduardo Fungairiño? Hay que entender lo que sentimos». La réplica fue «gélida y rápida», según otros asistentes. «Conozco lo que es el dolor», adujo el jefe del Ejecutivo tras equiparar el sentimiento por el abuelo a quien no llegó a conocer con el sufrimiento por una hija salvajemente mutilada. «Aparte de la perversidad de la comparación -sugiere otro de los convocados- la mujer con la que hablaba el presidente no era sólo una señora que ha padecido lo de Irene, sino que además ella perdió un brazo y una pierna. Parece descontado el cobijo anímico que merecía».
El rector de la Universidad Cardenal Herrera de Valencia, también presente, argumentó en la reunión que, en calidad de historiador, no consideraba comparable una guerra con el terrorismo. Pero las sorpresas no se zanjaron con el rescate de la memoria histórica y familiar, ya que el presidente comentó después que conocía la situación del País Vasco porque había asistido a diversos funerales por víctimas. Como despedida, Zapatero tomó por los hombros a María Jesús: «Confía en mí, y dile a Irene que confíe en mí». «Es tarde», dice ahora ella.
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