Zapatero: ¿bambi o demonio?
Para la dirección del PSOE el 20-J ha sido «un éxito rotundo» o, como poco, «notable», no sólo por el seguimiento de la convocatoria sino por «los errores» del Gobierno. De este convencimiento participa, de manera especial, José Luis Rodríguez Zapatero, para quien el PSOE ha conseguido «sintonizar con una mayoría social» que, a dos años de los comicios de 2004, le sitúa en unas expectativas electorales «impensables hace dos años», tras la hecatombe de 2000.
Zapatero evaluó lo ocurrido a mediodía de ayer durante un almuerzo, celebrado en la sede del partido, con los dirigentes que a esa hora se encontraban en Ferraz: José Blanco, Álvaro Cuesta, Jordi Sevilla, Trinidad Jiménez, Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba. La principal conclusión, en términos de partido, fue que, siendo «nuestro primer objetivo electoral recuperar el millón y medio de votos que en 2000 se fueron a la abstención», el 20-J ha permitido «afianzar el voto de centro izquierda» en torno al liderazgo de Zapatero, que «ha estado donde nuestros votantes querían verle».
La dirección socialista juzga «un error básico» del Gobierno el «intento de convertir a Zapatero en líder del movimiento de contestación social», ya que, a su juicio, ayuda a consolidar aquel voto e incurre en «una flagrante contradicción». «No es creíble, y el votante de centro no se lo va a creer, que en tres meses haya pasado de ser un Bambi blandito a ser un Demonio radical», argumentan, y el propio Zapatero se ríe cuando escucha decir que maneja los hilos de UGT y CC.OO., aunque no oculta que mantiene con sus secretarios generales unas relaciones que sus colaboradores definen como «impresionantemente buenas».
El otro «gran error» del Gobierno, según el PSOE, es «haberse empecinado en decir que ha sido «un día normal» cuando es incontestable que ha habido mucha más gente que ha ido a la huelga que al trabajo, de modo que negar la evidencia sólo contribuye a aumentar la irritación de quienes han parado».
Finalmente, los socialistas creen que el Gobierno acabará modificando el decreto de reforma de las prestaciones por desempleo, lo que supondrá «un reconocimiento tardío del éxito de la huelga». Para forzarlo, no sólo seguirán insistiendo en su derogación, sino que pedirán al Ejecutivo que «se siente a negociar toda la política de empleo».
Y, por encima de todo, Zapatero cree que Gobierno y PP han perdido, de manera irrecuperable, «la imagen dialogante» que permitió a Aznar conseguir la mayoría absoluta.
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