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terrorismo

Sortu, un partido secuestrado

Desde febrero de 2011, Iñaki Zabaleta y demás dirigentes del partido impulsado por ETA-Batasuna están desaparecidos

Sortu, un partido secuestrado EFE

j. pagola

Desde sus comparecencias en febrero de 2011, en Bilbao para presentarse y en Madrid para inscribirse en el registro de partidos políticos del Ministerio del Interior, Iñaki Zabaleta y demás dirigentes oficiales de Sortu están «mising» . ¿Cómo es posible que hayan desaparecido de la escena política del País Vasco cuando están al frente de un partido que aspira a ser hegemónico en la «izquierda abertzale», siempre y cuando el Tribunal Constitucional le abra la puerta a la legalidad, como antes ha hecho con Bildu y Amaiur?

Los herederos de Batasuna han solido justificar este ostracismo de Sortu en el hecho de que está a la espera de la decisión del Tribunal Constitucional y, mientras sea ilegal, sus dirigentes prefieren no tentar la suerte y no llevar a cabo actividad política. El argumento se cae por su propio peso, porque desde hace años Batasuna es ilegal y sus dirigentes no dejan de llevar a cabo actos públicos, aduciendo que lo hacen a título individual o en representación de la «izquierda abertzale» .

Dirigentes figurines

« Los dirigentes-cartón de Sortu están secuestrados por los auténticos» , replican los expertos antiterroristas, que citan a Rufino Etxeberria , Joseba Pe rmach, Íñigo Iruín y Pernando Barrena entre los cabecillas reales de la formación aún ilegal. ¿Por qué? Porque los Iñaki Zabaleta, Miren Agirregabiria, Maide Etxebarria y demás figurantes debían sujetarse fielmente al guión, tanto cuando presentaron sus estatutos en Bilbao, como cuando se desplazaron a Madrid para inscribirse como partido. Fueron comparecencias sin derecho a las preguntas de los periodistas, salvo alguna excepción en la capital de España, por la presión de los medios. Y en la convulsa situación política del País vasco, para manejarse bien es preciso ser dueño del propio guión, y no escenificarlo al dictado , no vaya a ser que le improvisación dé paso a algún lapsus por parte de alguien que nunca deberá condenar a ETA ni exigir su disolución.

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