Sánchez normaliza a Vox en su afán por fracturar a la oposición
El presidente utiliza la abstención de Vox en los fondos europeos para atacar a Casado

Pedro Sánchez alcanzó el pasado miércoles durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados la sublimación de su estrategia, que tiene en la división de la derecha la piedra angular sobre la que hacer girar su plan para garantizar ... su permanencia en el poder.
Recurrir a Vox venía siendo una constante en el argumentario socialista desde hace más de dos años. Desde la campaña electoral andaluza de 2018 hasta hoy. El Gobierno intenta aprovechar cualquier situación a su derecha para debilitar a la oposición. Cuando le ha convenido ha degradado a Vox y equiparado a PP y Ciudadanos con ellos, como si fueran lo mismo y no existiesen diferencias entre ambos.
Y cuando lo que le ha convenido es fomentar la división en ese espacio también lo ha hecho. Este miércoles Sánchez utilizó la abstención de Vox en el Real Decreto Ley sobre los fondos europeos para poner en valor la abstención de los de Santiago Abascal en detrimento de Pablo Casado. «Empieza usted el año con la misma mala sombra que proyecta desde que dirige el PP. Incluso el señor Abascal tiene más responsabilidad y sentido de Estado que usted», cargó Sánchez. Más tarde se refirió al voto de Vox como «destellos de responsabilidad».
El planteamiento de Sánchez pone por delante su disputa con Pablo Casado frente a su estrategia de aislar a Vox y situarlo fuera de las coordenadas aceptables en una democracia. Por golpear a Casado accedió a normalizar un apoyo de Vox a su Gobierno. Que por muy puntual que sea es de enorme relevancia. Habría sido inimaginable hasta ahora, dado el discurso que Sánchez ha desplegado frente a Vox, que se diera publicidad a ese apoyo.
El 27 de noviembre de 2018, en la última semana de la campaña electoral andaluza y cuando los sondeos todavía no auguraban una irrupción tan fuerte de Vox, que carecía de representación institucional, Sánchez introdujo esta variable como principal motor para movilizar a su electorado y fomentar la división contraria: «El PP y Cs no dicen que no a pactar con Vox. Uno mira para otro lado y otro se ha entregado absolutamente y abraza los argumentos de la extrema derecha». Al final no salió bien para el PSOE, porque los beneficios de la división del voto alternativo a los socialistas en tres opciones fueron superiores porque sacó votantes de la abstención y la desmovilización socialista hizo el resto. Andalucía fue un laboratorio que posteriormente Sánchez blandió en beneficio propio.
La caída de Susana Díaz hizo un gran servicio a los intereses del presidente del Gobierno. La famosa «foto de Colón », a la que los socialistas han vivido aferrados todo este tiempo incluso pese a la evidente vocación de Arrimadas de sacar a Cs de ese plano, sirvió a comienzos de 2019 para convocar unas elecciones que se plantearon como un plebiscito entre el pasado y el futuro: «Quien quiera futuro tiene que votar al PSOE , porque si vota a otras formaciones, mayores opciones tendrá el bloque de la involución de poder sumar y poder gobernar».
No hay que olvidar que en aquella campaña, antes de verse obligado a rectificar, Sánchez solo quería celebrar un debate a cinco, incluyendo a Vox y en una televisión privada, pese al debate existente sobre si Vox debía tener espacio en esos formatos al tener limitada su representación institucional a los escaños logrados en Andalucía unos meses atrás.
Cordón sanitario
Después de esas elecciones el PSOE rechazó incluir a Vox en la ronda de reuniones que el presidente del Gobierno iba a mantener para intentar la investidura porque, en palabras del secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, por no ser «una fuerza para iniciar conversaciones para entendimiento institucional».
Tras la repetición de elecciones del 10 de noviembre los socialistas sí convocaron a Vox para abordar la investidura. Fue entonces cuando Vox rechazó a acudir. Pero formalizar esa convocatoria fue importante, ya que en aquella ocasión los socialistas tenían que incorporar a Bildu, hasta entonces excluido de esas rondas, y sería difícil justificar una cosa sin la otra, pensaron. Pero fue entonces cuando se hizo efectiva la estrategia del cordón sanitario. Los socialistas y sus aliados impidieron que Vox presidiera ninguna comisión en el Congreso por «higiene democrática», pese a ser ya la tercera fuerza política en la cámara. Un acuerdo por el que se advertía al PP de que si pretendía ceder alguna comisión a Vox no se apoyaría a sus candidatos en las votaciones y no presidiría ninguna.
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