El pacto del odio
«Nunca dos partidos se habían odiado tanto en la política catalana ni habían procurado hacerse tanto daño»
Era tan evidente que cualquier otro escenario resultaba catastrófico para ambos, que Junts y Esquerra no han tenido más remedio que entenderse. Dos encuestas orientadas, publicadas por El Periódico y La Vanguardia este fin de semana, han acabado de propiciar la rendición de Junts, que ... por primera vez tendrá el rol subalterno y vicario en el Govern y estará supeditada a los republicanos.
Aún no se conoce al detalle el acuerdo, gestado el fin de semana, pero las dos claves para saber si ha sido una rendición total de Junts, o han podido salvar los muebles en una negociación que en cualquier caso han perdido, es saber cuál de los dos partidos se queda con la consejería de Economía y con la dirección general de Difusión (que paga y controla las subvenciones a los medios de comunicación).
Éste es el pacto del odio. Nunca dos partidos se habían odiado tanto en la política catalana ni habían procurado hacerse tanto daño. La semana pasada, desee Waterloo, Puigdemont dijo que «Esquerra quiere destruir a Junts y me quiere destruir a mí». Y éste es el pacto, también, de la desidia, porque no existe ningún propósito político claro en estos partidos que si aún se llaman independentistas es mucho más por el sentimiento que porque tengan alguna idea concreta de cómo conseguir la independencia.
Éste es el Govern forzado por la indignación de los votantes con sus líderes y por la evidencia de que en caso de repetición electoral, los resultados iban a ser muy parecidos. Pero ni hay acuerdo en nada sustancial, ni hay una idea política reconocible en términos de confrontación con el Estado, ni existe la menor complicidad, sino todo lo contrario, entre ambos socios, que irán a la greña y a hacerse quedar mutuamente mal desde el primer instante.
Cataluña continúa explorando su crisis, su ansiedad y su falta de madurez política para entender la realidad. Y es ya sólo un problema para sí misma, como lo prueba que su guerra ha quedado reducida a mera disputa vecinal.
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