La diplomacia española, en busca del tiempo perdido
La expropiación de YPF ha puesto al Gobierno de Rajoy ante su primer gran reto diplomático. Ha heredado una España con menos peso internacional por la crisis y la errática política de los últimos años
![La diplomacia española, en busca del tiempo perdido](https://s1.abcstatics.com/Media/201204/26/ext--644x425.jpg)
La expropiación de YPF por parte del Gobierno argentino ha puesto al Ejecutivo de Mariano Rajoy ante su primera gran crisis diplomática, pero no es ni mucho menos el primero de los puyazos que le llegan a España desde instancias internacionales. Cuando no es Sarkozy el que trata de ganarse a los votantes franceses con alusiones al apocalíptico escenario al sur de los Pirineos, es Mario Monti acusando a Madrid, desminitiéndolo después, de los problemas de la prima de riesgo italiana. Pero lo peor, señalan fuentes diplomáticas, ha sido la sensación de soledad que ha dejado el contencioso por la petrolera: «Nos hemos quedado en una posición bastante aislada», admiten. Un aislamiento que delata las carencias de la acción exterior española en los últimos años.
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La decisión argentina ha obligado a poner en marcha la maquinaria diplomática, oxidada tras los ocho años de inacción de Zapatero. A falta de su puesta a punto, en un primer momento no ha obtenido los resultados deseados. Mientras que la Comisión Europea lamentaba la expropiación pero recordaba que se trataba de un «conflicto bilateral», Hillary Clinton evitaba la polémica y se limitaba a decir que el asunto generaría «debate». Respuestas ambas insuficientes para Madrid, que había puesto toda la carne en el asador en los días previos en defensa de los intereses de Repsol . Las palabras de tranquilidad para los inversores lanzadas por los presidentes mexicano y colombiano supieron a poco.
Fuentes diplomáticas creen que el Gobierno «ha hecho demasiado ruido»
La soledad española ha llevado al escritor hispano-argentino Horacio Vázquez-Rial a asegurar que existe una «conspiración internacional contra España» y proliferan las columnas en prensa que apuntan a un supuesto complot antiespañol. El propio Rajoy tuvo que salir a la palestra ante el último subidón de la prima de riesgo para pedir árnica a sus colegas europeos recordándoles que «los españoles no vamos contra nadie». Fuentes diplomáticas consultadas por ABC descartan esta teoría de la conspiración pero creen que en este caso el ministerio que dirige José Manuel García-Margallo «ha cogido a sus aliados con el pie cambiado». Acusan en la reacción del Gobierno español una excesiva estridencia. «Se ha hecho demasiado ruido; había que hablar menos y actuar más», dicen, pero vaticinan que una vez se serene, la postura española irá ganando adeptos e imponiéndose en los foros internacionales. Sin embargo, no se atisba ningún actor en la escena dispuesto a gestos grandilocuentes de solidaridad con España.
Un alto diplomático de la época de Aznar atribuye este silencio a una pérdida de comunicación con sus más importantes aliados. «Ya no hay hilo con Washington, cuando con Aznar había conexión directa», señala. Este diplomático pone como ejemplo el conflicto con Marruecos en torno al islote de Perejil: «Los Estados Unidos intervinieron rápidamente y el asunto se resolvió de manera favorable a España; hay que recuperar esos cauces de comunicación».
Volver al «amigo americano»
En círculos diplomáticos se cree que España está pagando ahora no solo el descrédito derivado de su agobiante situación económica, sino la falta de atención y de inteligencia en la política exterior del anterior Gobierno: «Fue un desastre en su planteamiento y en su ejecución», señalan. Mientras Zapatero alimentaba su exótica Alianza de Civilizaciones , un foro de dudoso interés para España del que acabó desentendiéndose hasta el propio presidente, que a la última reunión envió a Manuel Chaves, la posición de España en el contexto internacional se iba volviendo cada vez más insular. La foto de un Zapatero ensimismado en sus papeles mientras el resto de líderes departían animadamente en la cumbre de la OTAN en Bucarest fue la más expresiva plasmación de aquella pérdida de protagonismo. «Nos hemos alejado de nuestro aliados naturales», señalan los expertos consultados, que creen que ahora es el momento de volver al que debe ser el lugar lógico de España. «Somos un país occidental, democrático y con una economía de libre mercado y tenemos que entendernos con países de estas características».
Se han agotado energías en foros como la Alianza de Civilizaciones
Esa vuelta a lo que se considera posición natural de España pasa también por reforzar los vínculos transatlánticos: «Hay que volver al amigo americano, que es el que ha sabido conjugar la estabilidad mundial con nuestros intereses». El problema es que en este ámbito también hay terreno que recuperar. Los bandazos de Zapatero, que tan pronto despreciaba la bandera de las barras y estrellas en un desfile como forzaba hasta el ridículo la situación para encontrarse con el presidente norteamericano, minaron el alineamiento entre Washington y Madrid cimentado durante la etapa Aznar, una sintonía que, no obstante, generó amplio rechazo en la opinión pública, especialmente a partir de la invasión de Iraq. La errática política socialista con respecto a la superpotencia llegó al extremo de que el Gobierno se planteó que el acuerdo para incluir la base de Rota como parte de la red antimisiles de la OTAN lo firmara José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía. Se quería evitar transmitir la imagen de subordinación a Washington que tanto se le había afeado a Aznar y que se pensaba que no digerirían las bases electorales del PSOE. Ahora toca reconstruir los puentes.
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