El pacto sigue oculto
Iceta, que no actúa por libre sino como potente correa de transmisión, se ha retratado y Aragonés se ha limitado a rematar la faena

Carece de sentido dar crédito a unos trileros de la supuesta verdad política, que tan pronto esgrimían ayer una ofensiva institucional para dar por proclamada la república catalana, como la prostituyen hoy con su defensa jurídica para afirmar que solo fue simbólica, irreal y festiva, ... y ahorrarse así unos años de cárcel. El Tribunal Supremo se encargará de sentenciar ese golpe a la democracia, si no lo está ya… porque el juicio parece avanzar hacia una condena irreversible. Dar credibilidad a Pere Aragonés, vicepresidente de la Generalitat , cuando afirma que Sánchez se avino con Torra a resolver el conflicto catalán celebrando un referéndum, costaría mucho en condiciones normales porque la fuente es tóxica e interesada. Sin embargo, no es cierto que el separatismo mienta siempre. A veces discrimina medias verdades a conveniencia de parte.
A una facción del independentismo, esa que Carles Puigdemont se ha encargado de dinamitar desde Bélgica para reducir al PDECat casi a cenizas, las elecciones generales pueden resultarles demoledoras. A otra, la que representa una ERC más paciente en su estrategia de «ensanchar» la base social del independentismo, solo le queda esperar que Pedro Sánchez los vuelva a necesitar. Así las cosas, las palabras de Aragonés podrían quedar solo en una bravata más de demagogia electoralista si no fuera porque la evidencia de que sus afirmaciones son reales proviene de los propios errores cometidos por el PSOE.
No sería la primera vez que Sánchez alude a una «votación» como bálsamo para apaciguar al independentismo catalán. Su concepto de la España federal, sus constantes alusiones a una «necesaria» reforma de la Constitución, las exigencias que aceptó de Torra sin arrojarlas de inmediato a la papelera, y la certeza de que el PSC mantuvo en su programa electoral una defensa del «derecho a decidir», son indicios solventes de que Sánchez acariciaría la idea de autorizar una consulta pactada en Cataluña. Y cuando Iceta cifra en un 65 por ciento la base ciudadana necesaria para imponer ese hipotético referéndum, no incurre en un desliz inocuo e irrelevante. Lo afirma sencillamente porque el socialismo catalán, y una parte relevante del PSOE, creen en esa opción de forma sincera. Solo se trata de ir generando la atmósfera idónea para presentarlo en su momento como una alternativa irreversible.
Iceta, que no actúa por libre sino como potente correa de transmisión de Sánchez, se ha retratado sin necesidad de ayuda ni de posteriores rectificaciones, y Aragonés se ha limitado a rematar la faena de un pacto que sigue oculto. Por eso esta vez la Generalitat no miente.
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