Análisis
Momento para la política
Cs y PP, y los partidos «indepes» por razones obvias, no se adaptan al escenario post «procés»

La reconfiguración del mapa político catalán en la fase terminal del «procés» -o al menos en la etapa del «procés» tal y como lo hemos conocido hasta ahora- ofrece un panorama más bien desolador en el campo constitucionalista, cuyos partidos, a excepción del PSC, se ... muestran incapaces de aprovecharse de la desorientación y falta de unidad estratégica que se aprecia en el campo «indepe». El último ciclo electoral y las encuestas más recientes confirman que Cataluña sigue partida en dos bloques más o menos estables con respecto a la cuestión «nacional» , y que dentro de estos bloques las distintas formaciones actúan a modo de vasos comunicantes, sin que la suma de unos y otros se adivine capaz, al menos a corto plazo, de decantar el equilibrio de manera decisiva hacia uno u otro lado.
Ni el secesionismo se ve con fuerzas para sumar la mayoría aplastante que pondría en dificultades al Estado, ni tampoco en el constitucionalismo se adivina posible un progreso electoral suficiente para cuajar una alternativa en plaza Sant Jaume. La paradoja -por llamarlo de alguna manera- para los partidarios de la unidad de España es que esta impotencia se produce en el peor momento de quienes propugnan la ruptura: cuando los líderes del «procés» aguardan en la cárcel la sentencia del TS, Puigdemont molesta hasta a los suyos , ERC y JpC están en guerra abierta buscando en realidad una salida más o menos honrosa y en la Generalitat la consejería más dinámica es la de lazos y «ratafia». El independentismo, sin otra estrategia ya que la de ir tirando, asegura que aguarda la sentencia del Supremo como un revulsivo, pero sin explicar para hacer muy bien qué.
«Cuando es más necesario que nunca hacer política, más átonos estamos», asegura a este diario un exdirigente del PPC, entre confuso y deprimido, por la estrategia de la nueva dirección de su partido, que casi como si se tratase de una metáfora ayer renovaba la imagen exterior de su sede en Barcelona, una sede en venta. La confusión, cierta depresión incluso, es también extensible a Ciudadanos, entre cuyas bases se ha recibido la marcha de sus principales dirigentes a Madrid como un abandono , como si todo ya estuviese hecho en Cataluña y esta comunidad no fuese más que un trampolín, un pretexto, y no la esencia y razón de ser de la formación.
Es como si ambos partidos se hubiesen vaciado, de personas y de ideas , tras los años álgidos del proceso, una circunstancia que se refleja como un espejo también entre los partidos independentistas -unos más que otros-, incapaces de empezar a hacer política, política a secas, cuando lo que hay por delante ya no es una sucesión de días históricos, épicos para unos, trágicos para el resto. Tras el otoño negro de 2017, el vacío a uno y otro lado. Visto con perspectiva, el constitucionalismo en Cataluña -y más bien su flanco civil- demostró que solo tuvo nervio político cuando se trató de hacer política reactiva. Una vez abortado el golpe a la Constitución, balbuceos. Propuestas como la de articular algún tipo de plataforma electoral catalana entre PP y Cs -como sugirió el popular Alejandro Fernández de manera reciente- ni han recibido respuesta. Cada uno a lo suyo.
Con este panorama, únicamente el PSC, cuya dúctil política de pactos y habilidad para aprovecharse de las debilidades de sus rivales le han permitido rentabilizar de manera espectacular su avance electoral en las municipales de mayo, parece capaz de sacar partido en el nuevo panorama que se acabará abriendo en Cataluña de manera inevitable, aunque sea con más lentitud de la deseable. Se percibe en Cataluña, incluso entre quienes han votado a partidos sececionistas, un anhelo de cierto sosiego, de regreso a la política, una nueva realidad a la que Cs y PP, también los partidos «indepes» por razones obvias, les cuesta adapatarse.
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