Lorca pide que no haya más réplicas

Un tercio de esta población murciana de 90.000 vecinos pasa la noche a la intemperie tras los terremotos de ayer

LUIS DE VEGA

LUIS DE VEGA

Grietas y mantas. Eso es Lorca unas horas después de los dos terremotos que causaron la muerte a ocho personas en la tarde del miércoles. Grietas en miles de casas, entre las que hay muchas que no parece que vayan a poder ser habitadas de nuevo . Y miles de mantas con las que se han cubierto los vecinos que se han visto obligados a pasar la noche al raso, especialmente en el recinto ferial Huerto de la Rueda. Algunos se han resistido a apartarse de sus viviendas y han dormido junto a sus portales, con serio riesgo para su integridad en caso de réplicas.

Muchas de las calles permanecen cortadas ante el riesgo de nuevos desprendimientos de las cornisas o las fachas. Los cascotes son visibles en casi toda la ciudad y varias decenas de coches resultaron totalmente aplastados por pedruscos que, sorprendentemente, no han causado más víctimas mortales teniendo en cuenta que la tierra tembló por dos veces –a las 5 y a las 7 de la tarde- a horas en las que había muchos transeúntes en la calle.

A la intemperie por miedo a nuevas réplicas

Aproximadamente un tercio de los 90.000 vecinos de Lorca han permanecido en explanadas o en sus vehículos durante toda la madrugada con el miedo a nuevas réplicas metido en el cuerpo. Desde primeras horas de la mañana la ciudad trata de recuperar la normalidad a pesar de que las clases se han suspendido y muchos comercios no podrán abrir sus puertas por los destrozos.

La UME y Cruz Roja ya están en Lorca

Los convoys de la Unidad Militar de Emergencia (UME) y de la Cruz Roja toman posiciones desde el amanecer mientras decenas de heridos siguen siendo atendidos en hospitales de campaña después de que los dos centros hospitalarios de la localidad tuvieran que ser desalojados con la ayuda de decenas de ambulancias .

Comienzan las quejas de los ciudadanos

Síntoma de que lo peor ha pasado son las primeras quejas de los ciudadanos , que no se sienten a gusto en la explanada donde pasan las horas sin que nadie les diga qué tienen que hacer. La mayoría son inmigrantes, que parecen llevar con más resignación que los españoles la incomodidad de la situación.

«Mira los extranjeros, hacen cola para el desayuno varias veces mientras nosotros nos quedamos aquí», se queja Joaquín, un barcelonés de 80 años casado con una mujer de Lorca a la que hace poco han operado y también se queja sentada en una silla de plástico bajo un sol que empieza a calentar lo suyo.

Visita de los políticos

Unos metros más allá jóvenes de Ghana o Nigeria permanecen sentados en el suelo aparentemente más habituados a incógnitas como la de no saber qué van a hacer en las próximas horas o si podrán ir a recuperar sus pertenencias. Idrisu, un joven ganés de 35 años, intecambia risas con el grupo de colegas que en las últimas dos semanas había llegado a Lorca en busca de trabajo. «Había echado currícula en un montón de sitios, pero nada». Y sigue riéndose enrollado en una manta amarilla.

A lo largo de la jornada se espera la visita del vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, de la ministra de Defensa, Carmen Chacón, y del líder de la oposición, Mariano Rajoy.

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