El junquerismo es amor
El grado de implicación que ERC ha asumido en este pacto es demasiado comprometido para poder romperlo sin tener que aceptar una dolorosa derrota, de incalculable precio electoral

Quim Torra flirtea con la idea de sacar a Junqueras de la cárcel para despedirse como un héroe y Junqueras exprime su contencioso judicial porque el héroe quiere ser él. En el fondo la disputa es más cruel: si Torra y Puigdemont quieren facilitarle ... a Junqueras su salida de prisión para que acuda el lunes al Parlamento Europeo es para privarlo a algo aún más severo que su libertad y es su liderazgo político. Quieren hurtarle cualquier épica. Rufián lo ha dicho: «Junqueras volverá como un gigante». «Tornarem més forts» fue el lema de los republicanos para la campaña de las últimas elecciones generales. Si Torra le abre la celda, Junqueras no saldrá. Y si Torra la abriera no sería para liberarle sino para hundirle en la miseria. El principal enemigo de ERC es Convergència y viceversa: este eterno partido de fútbol todavía no ha llegado a ser un Clásico y continúa siendo un derbi. L ocalismos de distintos matices e intensidades fieramente enfrentados. El Estado sólo es el VAR, que impertérrito asiste a la vieja tradición de insultar al árbitro. La sentencia del juez Marchena es el hiperrealismo de Cataluña.
Junqueras quiere ser Pujol en la cárcel de Zaragoza y forjarse en Lledoners su áurea de santurrón del catalanismo y convertirse en símbolo indiscutible de la causa de la independencia de Cataluña. Junqueras no quiere ganar las elecciones por mayoría, sino por aclamación. Como Pujol con CiU, Oriol quiere convertir Esquerra en un movimiento y liderarlo desde un personalismo que desborde las siglas y establezca una relación de pastor/oveja, casi espiritual, con los votantes de las más distintas ideologías, con los que baste coincidir con algunos valores universales como la democracia, la paz, el amor y la libertad. Y dejar que «el Junquerismo es amor» -según sentencia del propio Junqueras- haga el resto. ¿Para qué conformarse con ser un presidente pudiendo ser un mesías?
Si los convergentes, como los palestinos, se han quedado sin modelo de país ni de liderazgo, y sólo ofrecen confrontación y gresca para llevarse al votante más excitado, Junqueras piensa que crece en cada recurso ante el Supremo . Y primero su condena y luego la negativa a cada cosa que ha pedido las interpreta como una medalla más en la forja del líder. Su última fe es que la justicia europea le absuelva, pero no tanto para que le libere como para que le dé la razón y lo eleve a mito. Junqueras no tiene prisa por volver a casa -hombre, supongo que sí la tiene, pero ya me entienden- sino la paciente y profunda ambición de convertirse en un Mandela. El dramaturgo Albert Boadella describió muy bien este proceso político y patológico su obra «Ubú president», centrándose en aquel caso en la figura de Jordi Pujol.
Por ello Esquerra no romperá bajo ningún concepto su pacto con los socialistas: porque es su apuesta, porque la alternativa es mucho peor para ellos, y porque el «junquerismo» vive en el abrazo y en este abrazo se ensancha, aunque muchas veces sin saber exactamente hacia dónde, pero se ensancha. Si Mandela unió a su país con sus propias manos, Junqueras está ya en la siguiente metáfora y quiere sanar a Cataluña y a España por imposición de manos. El grado de implicación que ERC ha asumido en este pacto es demasiado comprometido para poder romperlo sin tener que aceptar una dolorosa derrota, de incalculable precio electoral.
Pero hay algo mucho más nuclear y decisivo que explica por qué los republicanos van a oponer cualquier resistencia a los intentos de desestabilizar su mesa de diálogo. De regreso al derbi fundamental que el catalanismo nunca ha abandonado, hay que darse cuenta de que este pacto no es de Esquerra con el PSOE sino de Esquerra contra Convergència , para arrinconarla en el extremo estéril de los gritones y los enfadados.
Yo entiendo que sea irritante recordar que todo lo que hemos vivido desde 2012 tenía el único sincero objetivo de mantener o alcanzar la presidencia de la Generalitat.
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