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Los antepasados de nuestros políticos (III)

El padre bohemio de Alberto Ruiz-Gallardón

José María Ruiz Gallardón, fallecido en noviembre de 1986, destacó por su brillantez como jurista y por su carácter vital

GUILLERMO D. OLMO

El 18 de noviembre de 1986, un joven Federico Trillo despedía en las páginas de ABC al recién fallecido José María Ruiz Gallardón . Una hemorragia cerebral terminaba con la vida de uno de los más destacados azotes parlamentarios de un felipismo todavía joven. Tenía 59 años. Nadie se lo esperaba.

En su sentida necrológica Trillo recurría al adjetivo «bohemio» para caracterizar a su desaparecido compañero de partido. Cuesta pensar que el hijo del finado, Alberto, hoy alcalde de Madrid, y según vaticinan la lógica y los analistas, futuro primer espada en el equipo de un eventual Rajoy gobernante, se reconozca en este adjetivo. Cuentan los que le conocieron que José María Ruiz Gallardón era un tipo vital, afable, locuaz, magnético y cultivado. Continuando con la descripción de Trillo , aquel noviembre de 1986, se perdió a un «madrileño de raza, melómano, hombre bueno y cabal». Probablemente en estos rasgos sí se identifique su hijo, animal político como él. El joven y aplicado Alberto se inició en los no siempre gratos avatares de la política de la mano de su padre. Cuenta el hoy alcalde, siempre que las querellas internas de su partido le obligan a presumir de pedigrí, que él mismo registró en el Ministerio del Interior los estatutos de la formación redactados por su padre.

Nunca presumió de haber estado en la cárcel durante el Franquismo

Efectivamente, José María Ruiz Gallardón fue uno de los padres de la derecha democrática española tras el Franquismo. Siempre tuvo claros los principios basilares de su visión de la política y de la sociedad. José María era y siempre fue «liberal y conservador». Fueron esas convicciones mamadas durante su dilatada formación como jurista -se licenció en Derecho con matrícula de honor en todas las asignaturas y después fue profesor universitario- y en el ámbito familiar; José María era hijo de Víctor Ruiz Albéniz , que fuera presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid .

José María era y siempre fue «liberal y conservador»

No parece que mermaran sus convicciones liberales sus inicios profesionales en la abogacía en el despacho de Ramón Serrano Súñer , ministro de Exteriores filonazi en la España de Franco y dirigente falangista. Como mejor prueba de que no fue así, el hecho de que a José María lo encarceló la dictadura. Fue en 1956, cuando el activismo estudiantil hizo aflorar la que fue una de las primeras grietas visibles del Régimen y evidenció que las demandas de apertura y libertad en la sociedad española no solo procedían de la izquierda. En el ajo de esa revuelta universitaria estaban con Ruiz Gallardón personajes como Enrique Múgica , Dionisio Ridruejo , Ramón Tamames o Gabriel Elorriaga .

Fe en la democracia

En una época, la de los primeros gobiernos socialistas, en la que haber visitado las cárceles franquistas actuaba como distinción heroica entre una clase política de perfiles cada vez más mediocres, José María rehuyó los panegíricos propios y las jaculatorias impostadas a una democracia por la que hizo más que muchos que andaban siempre con ella en la boca: «Defendiendo la libertad de los demás llegó a perder la suya, pero siempre tuvo la elegancia de no blasonar de ello, en contraste con la actitud de tanto converso tardío», escribió su hijo Alberto en ABC al cumplirse un año de su muerte .

No fue el de la prisión el único trance extremo que superó un hombre que demostró que ser un hombre de leyes de gafas gruesas no empece para vivir aventuras. El 5 de octubre de 1969 sufrió un grave accidente de tráfico en el que se fracturó dos costillas y el peroné . Un año después ABC se felicitaba de que el prestigioso jurista se hubiera recuperado tras haber estado «a las mismas puertas de la muerte».

Cuando esta de nuevo llamó a su puerta, en 1986, ya no la pudo esquivar. Adicto al tabaco y al trabajo, a Ruiz Gallardón le sobrevino un episodio de hipertensión cuando se hallaba en el Congreso, episodio que derivó en una hemorragia cerebral. En la Clínica Rúber intentaron, otra vez, salvarle la vida. Esta vez no pudo ser. Se iba, como dijo ABC al día siguiente, un hombre que «representó a una derecha que tuvo fe en la democracia, luchó por ella y contribuyó decisivamente a implantarla».

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