Investidura ciega
A Sánchez no le afecta tanto una aritmética favorable, sino la garantía de una legislatura solvente

Primero, Pedro Sánchez indujo a pensar en un Gobierno en solitario con apoyo externo de Podemos y otros partidos en función de la «geometría variable». Después, alentó la abstención de UPN para lograr una investidura in extremis. Más tarde, presionó al PP y Ciudadanos ... y advirtió de una repetición electoral. Más adelante aún, se abrió a lograr la abstención de ERC ; y finalmente el PSOE aboga ahora por una investidura ciega e incierta . Demasiadas imposturas. Distintas ideas, pronósticos cambiantes y ambigüedad sistemática para alcanzar una sola conclusión: aunque cueste creer que Sánchez vaya a arriesgarse a una investidura fallida sin garantía de apoyos suficientes –la ingenuidad no existe en política, y la teatralidad, sí-, la hipótesis no tiene por qué ser engañosa si lo que pretende es forzar al PP/Ciudadanos, y a Podemos/ERC a retratarse , sin más coste para él que quedar victimizado y, paradójicamente, reforzado.
Sánchez no piensa que vaya a producirse un bloqueo masivo a su reelección que lo aboque a urnas en otoño. No hay otra alternativa de Gobierno, y a ningún otro partido le convienen otros comicios. El PSOE parte de la base inamovible de que PP y Ciudadanos no van a regalarle la gobernabilidad. Sin embargo, sí pueden hacerlo Podemos y ERC, a los que está presionando con una pasividad sorprendente, casi rayana en la indolencia. Los quiere impacientar haciendo correr los plazos legales hasta ahogarlos en sus contradicciones o en un dilema moral. Sánchez deplora un Gobierno de coalición con Pablo Iglesias, y tampoco pretende asumir el desgaste de ceder al eterno chantaje del separatismo a cambio de cumplir promesas imposibles. Con Podemos en un progresivo declive de liderazgo y credibilidad, y con ERC confusa y dividida en su estrategia, el PSOE aspira a que ellos asuman el precio de repetir elecciones haciendo recaer en ellos la responsabilidad.
Pero a Sánchez no le afecta tanto una aritmética de investidura más o menos favorable, sino la garantía de una legislatura solvente. Y no la tiene. Mariano Rajoy ya no es el enemigo común que unió a la oposición para expulsarlo de su escaño. Ahora es Sánchez el cemento de una izquierda rota en pedazos y con intereses contrapuestos. De poco servirán ya la estética de otro Gobierno «bonito» y el reclamo de la «justicia social». Tampoco, la propaganda de los viernes sociales , ni ser camaleónico en inmigración, mercado laboral, impuestos... Incluso si Sánchez triunfase con el órdago -¿definitivo?- de una «investidura ciega» como la sugerida ayer, gobernar así será un drama porque antes PSOE, Podemos o ERC tenían una misma obsesión. Hoy, ya no.
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