Defensa
El fiasco de Afganistán pone en cuestión el modelo de misión militar
En Malí, Somalia o Irak también se sigue modelo similar de instrucción y creación de instituciones
La clave: fortalecer la gobernanza y evitar la percepción de que los gobiernos son corruptos
Las etnias de Afganistán

El fiasco de la misión de la OTAN en Afganistán , constatado tras el derrumbe en once días de un ejército incapaz y un gobierno corrupto, será analizado con lupa en el Ministerio de Defensa y Fuerzas Armadas españolas para extraer las oportunas ‘lecciones ... aprendidas’ tras casi 20 años de misión junto a los aliados donde no se pudo construir un entorno de seguridad eficaz.
Ni el asesoramiento, ni el adiestramiento, ni la asistencia, ni el equipamiento militar brindado por Occidente a las Fuerzas Nacionales de Defensa y Seguridad Afganas sirvieron para contrarrestar el avance de 70.000 talibanes con sus AK-47 y sus lanzagranadas al hombro. El emirato talibán se restableció dos décadas después.
El escenario, y su posible réplica, preocupa ya que en estos momentos las tropas españolas están inmersas en otras tres misiones que, con sus obvias diferencias, tienen como principal objetivo ayudar a crear instituciones de seguridad y de defensa capaces para que sus propios gobiernos puedan hacer frente a amenazas de corte yihadista.
Malí, gran preocupación
Estas misiones de adiestramiento y asesoramiento tienen lugar en Malí (600 militares españoles, con la UE) , Somalia (16, con la UE) e Ira k (265, con la Coalición contra el Daesh y con la OTAN). Claro está, preocupa mucho más el escenario maliense, por su cercanía y porque los esfuerzos europeos han cumplido ya ocho años sin avances en la construcción de un ejército fiable, que incluso se inmiscuye en golpes de estado (algo que ha provocado que Francia se replantee su misión).

Pero, la pregunta es clara: ¿Qué falló en Afganistán? ABC ha interpelado a dos fuentes militares en activo y muy conocedoras de este tipo de misiones de adiestramiento y asesoramiento. La conclusión es unánime: hay que preguntarse y calibrar con parámetros medibles el nivel de gobernanza y, sobre todo, la capacidad de ese gobierno de controlar y emplear de forma correcta a sus Fuerzas Armadas.
«La realidad es que trabajamos en sociedades sin cultura de defensa, ni democrática, y a veces el fin que persiguen es que sigamos allí ya que la presencia de tropas occidentales es un negocio en sí mismo, y si nos vamos desaparece una fuente de ingreso», explican. Pero por otra parte, «tampoco nos podemos ir así de buenas a primeras porque dejaríamos espacios al yihadismo, y a que apareciesen estados-refugio de Daesh o Al Qaida».
«Tampoco nos podemos ir así de buenas a primeras porque dejaríamos espacios al yihadismo»
En este punto la «gobernanza» es la palabra clave que aparece. «¿Estamos formando en esa gobernanza correctamente?», se preguntan las mismas fuentes que no ponen en duda la instrucción militar ofrecida con un enfoque integral, pero sí el hecho de que si no hay gobierno y desarrollo, la violencia vuelve a imperar en cuanto desaparece la fuerza coercitiva.
«Los gobiernos aceptan bien la colaboración en el ámbito de la seguridad (formar ejércitos), pero no tanto en el ámbito político, económico y social –que muchos consideran injerencia–. Si no se actúa en los tres ámbitos: seguridad, desarrollo y gobernanza, podemos crear más problemas que soluciones. Sabemos medir la eficacia de nuestro adiestramiento y aplicar correcciones/mejorías (bien aceptadas por los gobiernos); también se puede medir la eficacia del gobierno, la protección de su población, el nivel de desarrollo ¿pero quién puede aplicar medidas de corrección?».
En el caso maliense, hay otras voces militares que abogan por un cambio de rumbo: «Si tenemos tropas sobre el terreno debe ser para combatir a Al Qaida, con una misión como la lanzada por Francia con operaciones especiales de diversos países europeos (conocida como ‘Takuba’), con apoyo de inteligencia y drones. Y las misiones de asesoramiento deben ser a más alto nivel, creando las estructuras de apoyo, y que ellos decidan», defiende otra fuente que se muestra pesimista sobre el grado de eficacia que puede alcanzar un Ejército como el maliense.
«Si tenemos tropas sobre el terreno debe ser para combatir a Al Qaida, con una misión como la lanzada por Francia»
«Drones, Inteligencia y operaciones especiales puntuales» parece ser la otra receta a corto plazo para asegurar que Daesh o Al Qaida no proliferen en determinados estados: «pero sabiendo que con esas capacidades los objetivos a alcanzar son distintos que los que pretende una misión de adiestramiento y capacitación. En Afganistán funcionaba estupendamente el apoyo de Inteligencia y ataques con drones, hasta que se retiró y el talibán respiró... el resto ya lo estamos viendo».
Definir el plazo de cada misión, a través de parámetros e indicadores tangibles y medibles es otra de las ‘lecciones aprendidas’ tras el resurgimiento de los talibanes. «Lo de Afganistán ha sido un baño de realidad brutal. Traumático. Aún se está en shock a nivel OTAN».
La cuestión del armamento
Ese estado de aturdimiento lo ejemplificó estos días la imagen de los talibanes con vehículos militares estadounidenses Humvee, mientras que militares paracaidistas británicos utilizaban los típicos vehículos ‘pick-up’ de fuerzas irregulares para desplazarse por el aeropuerto de Kabul.
Es decir, ¿qué hacer con el equipamiento militar facilitado? «Habrá que auditarlo correctamente. Darles el material pero tener controlados los sistemas más importantes (algo que se hacía en Bosnia donde les dejábamos los misiles tierra-aire pero las baterías y los disparadores las guardábamos en la misión de la OTAN)».

Hacer un estudio del personal clave que se instruye de cada ejército, realizar ejercicios de certificación o de evaluación de unidades son otras de las propuestas que surgen. «Sin duda, una vez acabada con éxito la evacuación en el aeropuerto de Kabul se deben analizar este tipo de cuestiones» , apuntan.
En Afganistán también se ha demostrado que la población sólo confiaba en la comunidad internacional y no en sus instituciones de gobierno – «las huidas masivas son clara muestra de ello»–, por tanto, se hace necesario volcar el esfuerzo en otros escenarios, en medir la capacidad de gobierno, la fortaleza de las instituciones y la confianza de la población en sus autoridades. «Nada de eso se hizo en Afganistán . Por el contrario, todos sabíamos la debilidad de las instituciones afganas y los niveles de corrupción de todo el nivel político, que al final cala en todos los ámbitos, económico y social», se advierte.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete