ENTREVISTA (SEGUNDA PARTE)
«Me centraré en la economía»
«Mi primera medida será fijar un techo de gasto y endeudamiento a todas las administraciones»
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Todos sus asesores le insisten en que todavía es pronto para destapar el programa económico para la España regenerada a la que aspira Rajoy. La experiencia demuestra que no siempre la ciudadanía quiere escuchar la verdad. La palabra sacrificio atrae poco. El presidente del PP tiene claro que la agenda de los próximos años es fundamentalmente económica. Que se centrará en la economía para poder mejorar la vida de los españoles y su alicaída autoestima. Claro que tiene programa en esta materia. Junto con los centenares de propuestas hechas en esta legislatura en el Congreso y siempre rechazadas por Zapatero, el PP de Rajoy tiene preparada toda una batería de medidas para poner en marcha nada más llegar al Gobierno.
—¿Cuál será la primera medida del presidente Mariano Rajoy si llega a La Moncloa?
—Habrá que tomar tres o cuatro, pero la más importante será presentar un amplio paquete de medidas económicas que generen confianza en la sociedad y en los agentes económicos y sociales. Lo primero sería aprobar una ley de estabilidad presupuestaria fijando un techo de gasto y endeudamiento en todas las administraciones, eso es absolutamente prioritario. Lo segundo sería una reforma laboral. Vamos a esperar a ver si termina de una vez, porque no podemos tener una legislación laboral de hace cuarenta años, es una prioridad. La tercera medida sería presentar una ley de emprendedores. España necesita en los próximos años que haya un millón más de emprendedores. No hablo de grandes empresas, que también son muy bien recibidas, sino de gente que cree pequeñas empresas, que tenga una idea y emplee a uno, dos, tres o cuatro trabajadores. La historia demuestra que los países más prósperos son aquellos que tienen más emprendedores.
—Muchos consejeros de Sanidad, en privado, reconocen que nuestro sistema sanitario es insostenible. ¿Cuál es la solución? ¿Renunciar al actual estado de la sanidad universal? ¿El copago, la racionalización?
—Todos los países —y España no es una excepción— pueden tener el Estado del bienestar que les permita su nivel de riqueza. Por eso, el gran objetivo nacional ha de ser el crecimiento económico y la creación de empleo. Si creamos empleo, ahorraremos mucho en seguros de desempleo, que es la partida más importante de los PGE, más de 30.000 millones. Habrá más gente trabajando, pagarán el impuesto de la renta; habrá más gente consumiendo, pagarán IVA e impuestos especiales; habrá empresas con más beneficios, pagarán más por impuesto de sociedades. Por tanto, podremos tener el Estado del bienestar que nos permitan los ingresos del Estado, que son la consecuencia lógica del nivel de crecimiento económico y de empleo que tengamos en el país. Muchos países africanos jamás podrán disfrutar del Estado del bienestar de los países nórdicos, aun cuanto tengan las mismas buenas intenciones.
La historia demuestra que los países más prósperos son lso que tienen más emprendedores
España necesita crecer y crear empleo en los próximos años, de ahí todas las políticas destinadas a eso. Para que haya un buen sistema de pensiones tiene que haber cotizantes a la Seguridad Social, que son los que pagan las pensiones. Cuando gobernamos nosotros, el ratio era un pensionista por cada seis nuevos cotizantes. En los años de Zapatero, la relación es un cotizante por cada tres nuevos pensionistas. Podemos tener todos magníficas intenciones, pero, si no hay cotizantes y empleo, no vamos a ninguna parte. El objetivo, por tanto, es crecer y crear empleo. Todos queremos que el sistema sanitario sea universal, publico y gratuito, como es ahora, pero a partir de ahora habrá que apretarse el cinturón. Soy partidario de apretarlo en lo superfluo. Lo último sobre lo que deberíamos hacerlo serían las políticas sociales, que son un gran logro que hemos ido mejorando en estos últimos años.
—Al margen de lo que puede hacer el Gobierno con el grave déficit público, España sufre un alarmante endeudamiento en sus empresas privadas, que se aventuraron a pedir más crédito del que podían asumir. Por ahí parece que hay poco margen de maniobra...
—Una cifra del 10% es realmente dramática. Nosotros nos fuimos con un déficit exterior de alrededor del 3%. La deuda se la tienen que devolver las empresa y las familias a los bancos. A su vez, los bancos han pedido ese dinero fuera y también tienen que devolverlo. La única solución a esto es crecer y crear empleo.
—¿Es sostenible la Ley de Dependencia? ¿Será revisada si llega al Gobierno?
—La Ley de Dependencia generó unas expectativas que no se cumplieron, además de mucha propaganda política. Igual que cualquiera, yo aspiro a unas políticas sociales insuperables pero, como le he dicho antes, eso dependerá de cuáles sean las posibilidades económicas de nuestro país. Al final, siempre volvemos a lo mismo.
—¿Qué haría el presidente Rajoy para salvaguardar el uso de la lengua española en Cataluña?
—Me gustaría que lo que se hace en la calle fuera exactamente lo que se hiciera en las administraciones. En las calles de Cataluña, cada uno habla y se entiende en el idioma que estima oportuno , ese problema no existe. Quisiera que en las administraciones autonómicas existiera también la misma normalidad: que todo el mundo pudiera dirigirse y ser tratado en el idioma que prefiriera.
—Desde hace más de dos décadas, millones de españoles venimos lamentando el mercadeo y chantaje de los partidos nacionalistas con el Gobierno central, una situación que ha ahondado los reinos de Taifas. ¿Para cuándo un gran pacto entre los principales partidos que permita evitarlo?
—En esto no voy a hacer demagogias. Es muy fácil decir una cosa y que luego sea imposible llevarla a la práctica. La ley electoral es la regla de juego que nos dimos los españoles en la Transición, la votaron todos. Esa ley permitió gobernar a UCD, al PSOE y al PP; en ocasiones con mayoría absoluta y en ocasiones con acuerdos con otras formaciones. Nosotros gobernamos en 1996 a 11 escaños de la mayoría absoluta pactando. La clave es que los dos grandes partidos estén de acuerdo en determinados temas y que todos los demás sepan que de ahí no nos vamos a mover de ninguna de las maneras.
![«Me centraré en la economía»](https://s1.abcstatics.com/Media/201105/30/rajo--146x110.jpg)
Por eso me pareció muy grave la ruptura por parte del PSOE de lo que eran los pactos sobre el modelo de Estado. Pero, a partir de ahí, las coaliciones son muy normales en democracia. La claves es hacer pactos públicos, conocidos por el conjunto de la opinión pública, que se presenten a las cortes y que tengan el apoyo. Aunque el señor Zapatero no los quiso en esta legislatura, cuando hay acuerdos así, las cosas funcionan. Otra cosa son las corporaciones locales, donde sí creo que tenemos que hacer algo para garantizar que se cumple efectivamente la voluntad de los ciudadanos y que no se repita el fenómeno bastante usual de que todos los perdedores se unan para evitar que acceda a la alcaldía el candidato elegido mayoritariamente por los ciudadanos.
—Usted ha dicho que pactaría con cualquiera, menos con Bildu. PNV y CiU, sin embargo, están manifiestamente en contra de la propia existencia de España. ¿No sería deseable un gran acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales antes que pactar con ellos?
—Tampoco es tan descartable, todas las posibilidades están abiertas en principio, aunque yo sólo lo veo ante una problemática grave. De hecho, se produjo en Alemania durante la legislatura anterior con motivo de una situación muy difícil. Para mí, la regla de oro de la democracia es que haya quien gobierne y una oposición fuerte a ese Gobierno.
—¿Le preocupa la deriva secesionista del País Vasco y Cataluña? ¿Cómo fomentaría el apego a España?
—En las últimas elecciones generales, el partido más votado en Cataluña fue el socialista, y el Partido Popular consiguió unos resultados muy dignos. CiU no se presentó planteando ninguna independencia ni nada parecido. El único partido que se mostró partidario de ella fue Esquerra, y tuvo tres diputados. Solo tres diputados de los cuarenta y tantos de Cataluña planteaban ese programa. Y en el País Vasco ocurrió tres cuartos de lo mismo. Tenemos que hacer un esfuerzo entre todos para defender cada uno aquello en lo que cree. Yo creo en España, en la unidad de España; el nivel de autogobierno actual no lo ha habido en la historia. Existe un límite, que es la Constitución española, y el Tribunal Constitucional, que ha sido muy claro en sus últimas sentencias sobre los estatutos.
—Los analistas especulan ya sobre cómo va a ser su Gobierno. Anticipan una gran vicepresidencia política y otra económica y, luego, un gabinete corto integrado por perfiles muy técnicos. ¿Aciertan?
—Los analistas saben más que yo y, por lo tanto, seguro que aciertan. Le puedo asegurar que, a estas alturas, no le he dedicado ni un minuto a formar Gobierno porque, entre otras cosas, en las elecciones generales tengo todavía cero votos. Mi preocupación ahora es intentar ganar la confianza de la gente trabajando en serio. Solo le puedo decir una cosa: si algún día los españoles quisieran, yo lo que haría sería nombrar el Gobierno con las personas más competentes que encuentre. Ese será el criterio, porque es lo que necesita España y lo sensato.
—En la etapa de Zapatero, hemos visto al presidente animar a los partidos nacionalistas a orillar o esquivar la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el «estatut». Es decir, el jefe del Gobierno animando a la insumisión. ¿Qué va a hacer usted para recuperar la separación de poderes, la independencia y el respeto al poder judicial?
—Por convicción y formación, por historia, conocimientos y estudios, y por demócrata, soy incondicional absoluto de la separación de poderes. Nadie me ha visto ni me verá discutiendo ninguna sentencia de ningún tribunal. Me pueden parecer bien o mal, como ha sucedido recientemente con Bildu, pero mi actitud será siempre de acatamiento y respeto. A partir de ahí, hay cosas que podemos mejorar, y quizá es necesario hacer una reflexión después de treinta años de democracia sobre cómo puede ser el sistema de elección. Sin duda alguna, es algo sobre lo que se puede hablar. La Constitución lo permite en el caso del Consejo General del Poder Judicial. Puede merecer una reflexión, pero lo peor que se puede hacer es estar todo el día en la afirmación de que los tribunales de justicia fallan porque alguien les da órdenes e instrucciones. A mí eso no me gusta.
—Desde el año pasado, cada seis meses hemos asistido a la intervención de un país del euro por la UE y el FMI: Grecia, Irlanda, Portugal... ¿Hay garantía de que no le va a tocar a España; y si así sucediera, apoyaría usted al Gobierno actual para evitarlo?
—Estoy absolutamente convencido de que eso no se va a producir. La situación de España no es la misma que la de esos países a los que se ha referido. España significa el 12% del producto interior bruto europeo y está en una situación mejor. Es verdad que tenemos muchísimas dificultades y que se han hecho muchas cosas que no debiera, pero estoy convencido de que el rescate aquí no se va a producir, aunque el diferencial con el bono alemán de 250-270 puntos básicos no es nada agradable. El Gobierno ha tenido siempre mi apoyo cuando ha hecho cosas que a nosotros nos parecían sensatas y razonables.
En esta legislatura, le hemos apoyado en la lucha contra el terrorismo y en todas las misiones en el exterior, cosa que no ocurrió en la anterior etapa, como es sabido; hemos apoyado la mayoría de las decisiones sobre el sistema financiero, aunque nos parece que han ido muy lentas. Y no les hemos apoyado la última vez, aunque nos hemos abstenido, porque se han equivocado. A un partido se le puede pedir apoyo o actitud constructiva, pero no que avale aquello que cree malo para España. Si hubiera apoyado los presupuestos, habría sido cómplice de una política que ha dado los resultados que han sido. Yo he advertido que era malo aumentar el déficit y que había que hacer reformas; presentamos una alternativa completa a la reforma laboral, que se aprobó solo con los votos del Gobierno, pero se nos dijo que no teníamos razón. Ahora están hablando de reforma laboral los sindicatos, los empresarios y el propio Gobierno. Siempre hemos actuado con arreglo a lo que hemos creído que era bueno para los intereses generales, pero nadie me puede pedir que apoye una cosa que creo que es mala para España.
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