Ciudadanos: El dilema de la vuelta al origen
El partido naranja, nacido en 2006 en Cataluña, vive un momento crítico de su historia y se enfrenta a una prueba de estrés en Madrid con la duda sobre si retornar a los valores fundacionales
No hay comparación política en la historia contemporánea de España de un fenómeno como el que va asociado a Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (Cs) . Desde su origen (mucho antes de 2005) hasta la crisis actual de identidad, Cs es un proyecto único ... y, sorprendentemente, exitoso. Si la sociedad civil catalana -sea lo que esto sea- debiera estar orgullosa de algo sería de haber creado de la nada un partido político que, en tan solo doce años, ganó las elecciones al Parlamento de Cataluña y en catorce pudo haber cambiado el curso del país desde la Vicepresidencia del Gobierno de España. No fue así, esto último. Otros, recogiendo las brasas de la descomposición de Izquierda Unida y con la ayuda mediática que ni soñaron los fundadores de Cs, lo entendieron mejor. Pero esta es otra historia. La de las próximas líneas es -centrando el tema- la que afecta a Cs, la historia de un partido cuya dirección, ahora en manos de Inés Arrimadas , parece haber dado órdenes de virar el buque y desempolvar el cuaderno de bitácora de cuando la formación era solo un velero.
Cs nació, sobre todo, por la combinación de dos hechos: el crecimiento del movimiento cívico asociativo contra el nacionalismo, con un componente predominante de izquierdas, y el desengaño que en algunos intelectuales catalanes supuso la llegada a la Generalitat del PSC -personificado en Pasqual Maragall - que, tras veintitrés años de nacionalismo, pactó con ERC e ICV-EUiA seguir con la política identitaria e iliberal de Jordi Pujol . Si hay que ponerle una fecha esa es, obviamente, el 7 de junio de 2005. Aquel día, quince intelectuales presentaron ante la prensa un manifiesto que, además de criticar las políticas sectarias de Pujol y lamentar lo que pudo haber sido y no fue (Maragall), sugerían que Cataluña necesitaba un nuevo partido que no fuera nacionalista y que regenerara la política. En definitiva, «un partido político que contribuya al restablecimiento de la realidad», dijeron.
Cataluña, «inhóspita»
Catorce días después y con 2.305 firmas más, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) acogió la presentación del manifiesto ante la sociedad. Fue la puesta de largo de los intelectuales, que recogían, a su vez, el trabajo silente y poco valorado de las asociaciones que llevaban años peleando a favor de los derechos cívicos de los catalanes (lingüísticos, principalmente). Las crónicas señalaron que los cálculos de los organizadores se quedaron cortos. Lleno absoluto. Gente fuera del CCCB. Una ilusión.
A partir de ahí Gerona, Arenys de Mar, Mollet del Vallés, Hospitalet de Llobregat, Badalona, Castelldefels, Martorell, Sabadell, Mataró, Granollers... el manifiesto corrió y la creación del partido ya no tenía vuelta atrás. Vino un segundo manifiesto (marzo de 2006): «Cataluña se ha vuelto inhóspita para quienes no son nacionalistas». Y se fijaron aspectos que debían ser irrenunciables para el partido en ciernes: los derechos son de las personas y no de los territorios, reivindicar la Ilustración, laicismo, bilingüismo y defensa de la Constitución, recordando que «la soberanía reside en el conjunto de la ciudadanía española, no en cada una de las comunidades autónomas». Aquellos meses fueron frenéticos. El 18 de junio se vota en referéndum el nuevo Estatuto de Autonomía; el 8 y el 9 de julio de 2006 se celebra el congreso constituyente de Cs (Albert Rivera, elegido presidente) y el 1 de noviembre, los naranjas entran en el Parlament: tres escaños .
El mejor testimonio de aquel año y medio lo relató negro sobre blanco el periodista Jordi Bernal en el libro 'Viajando con Ciutadans' (Tentadero Ediciones, 2007). «Cs era algo que Cataluña necesitaba», recuerda Bernal para ABC. «El PSC había traicionado al centro-izquierda y había que regenerar la política. En Cataluña tenía recorrido un partido socialdemócrata. Ahora, quizás, lo que deberían hacer es replegarse» , añade, con la perspectiva del paso de dieciséis años.
El periodista y escritor Arcadi Espada fue uno de los quince intelectuales. «La idea de Cs, el manifiesto y su desarrollo siguen más vigentes que nunca. Pero las personas que lo llevan y llevaron a término, no. Rivera cometió un gravísimo error: no pactar con Pedro Sánchez en 2019. Es una canallada echar la culpa a Arrimadas. Pero si quiere cerrar el partido, que es lo que parece, viendo lo de Murcia, que lo haga con dignidad», señala Espada.
En esta línea se expresa Lluís Maria Todó , escritor, traductor y profesor universitario, que participó en el acto del 21 de junio de 2005 en el CCCB: «Los motivos que llevaron a fundar Cs siguen más vigentes que nunca. Les apoyé, tenían mi simpatía, pero luego defraudaron. Una pena, el nacionalismo es dañino y el PSC sigue a lo suyo».
Félix Pérez Romera , también de los quince intelectuales, incide en la necesidad de que exista una formación política que defienda los valores reflejados en los manifiestos de 2005 y 2006, pero no ve útil, ya, a Cs: «Seguimos en la casilla de salida y es necesario un nuevo partido. Cs no puede reconducirse, los errores son muy grandes. Y su existencia será un lastre para cualquier intento de solución» .
En la misma línea que Pérez Romera se expresa Antonio Robles , que fue el primer secretario general de Cs y diputado autonómico: «No necesitamos una réplica de un PP más pijo y de gente guapa para dividir el centro-derecha, sino un proyecto de centro-izquierda que ame su país y combata a la izquierda reaccionaria».
Definición ideológica
Aunque en el acto del CCCB no participó, el abogado penalista Javier Melero sí fue uno de los primeros 2.305 firmantes del manifiesto. Su opinión sigue una línea similar a la de estos últimos: «Dudo mucho de que Cs sea todavía un partido útil. Ha cometido muchos errores tácticos y estratégicos». Y añade: «No solo no es útil sino que ha contribuido a que estemos peor. Hace falta un partido moderado y centrista, que no dependa de los vaivenes populistas o nacionalistas».
Ramón de España , periodista y escritor, y Pedro Antonio Heras , profesor universitario jubilado, recuerdan el nacimiento de Cs y el acto del CCCB, en el que participaron, con melancolía. «El nacimiento de Cs era lo más razonable. El camino a recorrer era el del centro-izquierda, al ver que el PSC estaba atrapado en el nacionalismo» y «lo de Rivera y Arrimadas es típico de chicos jóvenes que no tienen principios» , opinan, respectivamente.
El asunto de la definición ideológica fue, desde el inicio, uno de los mayores quebraderos de cabeza. Las tensiones entre los intelectuales nunca se resolvieron. Sin embargo, para Espada era una cuestión sencilla: «No se trataba de elegir entre izquierda o derecha, sino, tomando las palabras de Giovanni Sartori, elegir entre lo correcto y lo incorrecto». El partido hizo encaje de bolillos e incluyó una doble referencia ideológica al «socialismo democrático» y el «liberalismo progresista». Pero en 2017 se modificaron los estatutos y se viró a la derecha. Objetivo: desbancar al PP. El partido dejó de girar alrededor de los valores fundacionales. Cs se expandió -desde 2014-, salió 'por España' y, a la vez, se consolidó como proyecto político. Atrás quedaron los fracasos electorales de 2008 (Rivera fue cabeza de lista de Cs en las generales), las municipales (2007 y 2011) y las europeas de 2009; y nadie recordaba ya el 'match ball' en las elecciones autonómicas de 2010 (tres diputados) y la consolidación catalana de 2012 (nueve diputados).
Antonio Roig participó en el acto del CCCB. En 2005 ya llevaba años bregando en el asociacionismo cívico catalán. Se desenganchó de Cs en 2009, pero hoy sigue viéndolo como el partido principal que se opone al nacionalismo. Eso sí, cree que «hoy nos haría falta otra reunión de taxidermistas, tal vez no ya para redirigir la política catalana, sino para hacer lo propio con España entera».
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