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Candidato lógico con garantía de principios

«Es una decisión muy complicada, comprendo que se tome su tiempo». Era la frase que Jaime Mayor Oreja (San Sebastián, 1951) repetía desde septiembre cuando le preguntaban si Rajoy le había dicho ya si contaba con él o no para repetir como cabeza de candidatura para las elecciones europeas de junio. Cuatro meses así, al frente ya de la estrategia y hasta del programa del Partido Popular Europeo -con alemanes, franceses e italianos en el poder- para esos comicios y sin que su jefe quisiera pronunciarse, aunque le elogiara en público y en privado. Un calvario.

Meter prisa a Rajoy es como poner nervioso a Mayor: de momento, inútil. El uno se ha guardado hasta el último momento el anuncio de su decisión, por muy lógica u obvia que pareciera, y el otro ha hecho todos los equilibrios internos que ha podido en sus relaciones con los pesos pesados del PP, además de administrar sus silencios con tiento democristiano.

Mayor no tenía más oposición a su candidatura que la de algún eurodiputado de su misma cuña ideológica y la de algún dirigente de Génova, de última hornada, que no acaba de entender que el Partido Popular tiene todavía valores seguros de amplio historial de servicio para cuando no caben los experimentos de la renovación. No hubo alternativa.

Después del propio Rajoy, Mayor Oreja es ya el político en activo y en primera línea con más experiencia que tiene el Partido Popular. El único con cargos previos a la existencia del PP renovado. Empezó en UCD en 1982 con un puesto tan complicado como el de delegado del Gobierno en el País Vasco, se retiró después para no dividir más al dividido centro derecha que tanto contribuyó a la primera hegemonía del PSOE, estuvo en la refundación del PP -ya con José María Aznar-, y después lo ha sido todo en política sin pasar nunca por cargo cómodo alguno.

Ministro del Interior en el primer gabinete del PP, dejó el Gobierno para presentarse a las elecciones autonómicas vascas de 2001. Fracasó, aunque por poco, en el empeño de acabar con 21 años de régimen nacionalista. Era por entonces el político con mejor imagen del PP. Rajoy le había sucedido en Interior y empezaba su carrera para la sucesión de Aznar mientras el dirigente vasco tenía que quedarse en la Cámara autonómica como jefe de la oposición.

Ex centristas de UCD y democristianos le colocaron en las quinielas internas para suceder a Aznar. Era la opción de los principios frente al heredero «lógico» del partido -Rato- y el favorito del equipo de la Moncloa de entonces: Rajoy.

Con los atentados del 11-M y sus consecuencias inmediatas sobre las elecciones del 14 -la derrota del PP- el partido entró en su crisis mas grave desde la refundación. Rato se preparó para presidir el Fondo Monetario Internacional y Rajoy recurrió a Mayor para una cita urgente que amenazaba con convertirse en debacle: las europeas de junio 2004. Fracasaron las encuestas, el PP perdió por la mínima.

La situación del PP hoy no es muy distinta a la de entonces. Más allá de ser otra prueba para su presidente, el partido se jugará en las europeas buena parte de sus posibilidades de afrontar con garantías de éxito las siguientes elecciones generales. Rajoy, que encabezó una renovación en ocasiones forzada, se la juega con la elección de un candidato antiguo, de principios.

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