Angelillo, investigado por el triple crimen de Burgos: «El niño no fue»
Un testigo protegido, preso en la misma cárcel, contó a la Policía las conversaciones con el único sospechoso
Los doce indicios contra Angelillo
«El niño no fue. Ya te digo yo que el niño no fue». Son palabras de Ángel Ruiz, 'Angelillo' , el único investigado por el asesinato de Salvador Barrio, su esposa Julia Dos Santos y Álvaro, el hijo del matrimonio, de 12 años, las ... víctimas del triple crimen de Burgos en junio de 2004. Angelillo, imputado desde 2014 por estos hechos, cumple 18 años en la prisión burgalesa por matar a su vecina Rosalía Martínez. Y es en esa cárcel donde se desahogó con otro preso durante meses.
En una de sus conversaciones eximió de responsabilidad al «niño». Se refería a Rodrigo Barrio, el hijo mayor del matrimonio que tenía 16 años cuando mataron a su familia (él estaba interno en un colegio en Aranda de Duero). Fue detenido en 2007 como presunto autor y exculpado después. Angelillo descartó al niño con rotundidad cuando el otro preso intentó sonsacarle diciéndole que él no pondría la mano en el fuego ni por su hermano.
Esta conversación y muchas otras tuvieron lugar durante 2018 y aparecen recogidas en el sumario del triple crimen, cuyo secreto alzó la juez recientemente, y al que ha tenido acceso ABC. El interno figura como testigo protegido número uno y sus declaraciones ante la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía han servido para completar un rosario de indicios contra Ruiz. Ahora la juez debe decidir si abre juicio oral.
Angelillo es vecino de La Parte de Bureba (Burgos), donde Salvador Barrio ejercía como alcalde pedáneo y acumulaba numerosas tierras. Los investigadores sostienen que asesinó a la familia movido por el odio que sentía debido a la boyante situación económica de los Barrio y a varios desencuentros que encendieron su resentimiento. Sabe desde 2014 que es el único en el punto de mira y así se lo transmite al otro interno una y otra vez.
«La Policía me lo quiere meter a mí, pero no puede porque una huella de pisada que tiene es más pequeña que el número de mi pie . Lo que no saben es que yo me puedo calzar un número más pequeño». Se refiere a la huella en sangre de una zapatilla deportiva Dunlop hallada en el escenario del crimen. «Los policías son unos inútiles porque se pusieron a registrar mi casa y mis tierras para ver si encontraban algo y no voy a ser tan tonto de esconder cosas en mis propiedades». En el último registro sacaron once contenedores, pero no hallaron una prueba directa que le implique; sí, numerosos indicios, como informó ABC.
Huraño y vengativo
Varios médicos le describen como un individuo huraño, vengativo, sin relaciones de amistad ni sentimentales. Al preso confidente le dijo que cuando saliera de la cárcel se quitaba de en medio a otro vecino que, según él, se estaba apropiando de parte de su finca. Está investigado también por la desaparición del rumano Shibil Angelov, ocurrida en 2013.
Las aportaciones del testigo protegido, que fueron comprobadas, llevan a los investigadores a concluir que el odio y el resentimiento no solo se dirigían a Salvador, sino también a Julia, su mujer. « Era una hija de puta, yo la conocía bien (...) no nos dejaba comprar terrenos, tiene más dinero que la hostia y se hizo una mansión allí (...) eran unas facinerosas, compraban un montón de fincas y no dejaban comprar a nadie (...) se estaban haciendo con el pueblo». Se refiere a la casa que la familia se había construido en Verín de donde era Julia y que, a tenor, de la cantidad de datos que da el sospechoso solo podía conocer si estuvo allí.
Las pruebas de ADN
El testigo protegido traza un perfil del complejo cáracter del investigado. Cuando está muy enajenado, rabioso despotrica y cuando habla mucho, «se deja llevar por el ego y de pronto parece que se le escapa algo». Por ejemplo, cuando le habla de los búlgaros, dando a entender que trabajaba con ellos y que les conseguía llaves de domicilios para que entraran a robar, y después se repartían los beneficios. Al piso de Burgos accedieron sin forzar la puerta y sin que nadie abriera, pues las víctimas estaban dormidas.
Cada vez que se publica algo sobre él se pone en guardia. A raíz de un artículo sobre el coche de las víctimas, que sigue en la comisaría de Orense, Angelillo le muestra su preocupación: «Si el coche está destrozado, ¿por qué no van a estar destrozadas las pruebas de ADN?». Cuando el otro preso le inquiere sobre su preocupación, Ruiz le responde: «Es que yo no he dicho que yo no haya sido».
En otra charla sobre las armas que encontraron en su casa le dice que «estaban rotas y que esas no eran, que estaban viejas»; añade que tiene artritis en la mano como si eso le impidiera empuñar un arma. Pero cuando ocurrió el crimen se le conocía como «el Rambo de Bureba». El testigo protegido le preguntó sobre su coartada y él le admitió que ese día estaba solo en su casa, durmiendo y Burgos, en fiestas. Y una frase recurrente: «Ya me tienen otra vez por los pelos». Una de las pruebas por las que se le condenó por el crimen de su vecina se basó en el hallazgo de unos cabellos en el vehículo con el que atropelló hasta la muerte a la anciana. No tenía carné y el coche no era suyo.