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«El secuestro fue muy violento, los piratas dispararon sobre nuestras cabezas»

Gaizka Iturbe ha sido el primer marinero del «Alakrana» en relatar los durísimos 47 días de rapto. Ha roto a llorar varias veces durante el juicio y ha identificado sin dudas a los dos piratas encarcelados en España

Abc

dolores martínez

Tan presente tiene los hechos y el sufrimiento que le causaron los piratas que Gaizka Iturbe, engrasador del Alakrana, no dudó ni un instante en identificar ante el Tribunal de la Audiencia Nacional a Cabdullahi Cabdiwilly, «Abdu Willy», y Raageggesey Hassan Aji, como dos de los integrantes del «grupo organizado» que, con lanzagranadas, pistolas y fusiles, secuestró en octubre de 2009 a la tripulación del atunero vasco en aguas del Índico. Durante los 47 días que duró el cautiverio, «nos amenazaron con matarnos de tres en tres si el Gobierno no cumplía sus exigencias. Si te echabas a llorar, se reían. Se reían de nuestro dolor. Nos escupían. Por las noches nos atemorizaban haciendo ruido cargando y descargando las armas. Vi pasar la muerte por delante», dijo con voz entrecortada y llorando el marinero, que aseguró haber visto fotos de Bin Laden en los móviles de algunos de sus secuestradores.

Su testimonio, un detallado tratado sobre la tortura y el miedo, fue escuchado, aunque no entendido, por los dos somalíes —no saben español— que se enfrentan a 220 años de cárcel por 36 delitos de detención ilegal —seis años por cada uno de los marineros— y robo con violencia y uso de armas. Iturbe, uno de los cuatro secuestrados que ejerce la acusación particular, testificó ante la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal, que decidió tomar esta declaración de forma anticipada al inicio del juicio para que el marinero pueda regresar al Índico en la fecha que tenía previsto. «Mi familia está destrozada, pero tengo que irme, hay que ganar las alubias».

Iturbe, que dijo desconocer las negociaciones para la liberación y si hubo o no pago del rescate, señaló a Hassan Aji como el secuestrador que le dio en el costado un culatazo con un «kalashnikov» y a «Abdu Willy», como uno de los individuos que montó vigilancias en la cocina del barco, además de ser familiar de uno de los jefes del grupo de malhechores.

Tras identificar a los reos, sus primera palabras fueron para advertir que estaba muy nervioso. De hecho, en algunos momentos no pudo contener la emoción al recordar la pesadilla que sufrió en el «barco de la desesperación», dolor que aún azota a su mujer e hija, ambas en tratamiento psicológico.

Uno de los episodios que recordó con sufrimiento se produjo después del apresamiento por parte de la fragata Canarias de los ahora procesados. La detención provocó una violenta reacción de los secuestradores. «Uno de ellos, que estaba muy histérico —bebían y fumaban hierbas estimulantes—, cargó el arma, pero otro puso una mano en el cañón, de lo contrario nos hubiera matado. Fue la primera vez que vi pasar la muerte por delante. Luego nos dijeron que nuestras vidas dependían de que los dos detenidos fueran liberados por la Justicia española. Nos decían que si les cortaban un brazo, a nosotros nos cortarían los dos; que si les cortaban una pierna, a nosotros las dos, y que si uno de ellos moría, tres de nosotros íbamos a morir. Cada somalí valía por tres españoles».

Cinco días después, los piratas «nos condujeron a la cubierta del Alakrana y desde el puente uno de ellos disparó un bazooka que pasó a un metro de nuestras cabezas —dijo Iturbe con voz temblorosa— . Cuando terminó, otro con una ametralladora hizo lo mismo». Días más tarde, los secuestradores dividieron a sus víctimas en grupos de a tres y les advirtieron que los iban a llevar a tierra y entregar a los familiares de Abu Willy y Hassan Aji para que «nos lincharan» si el Gobierno español no accedía a sus «exigencias».

Ante tantos recuerdos dolorosos, la voz de Iturbe no pudo más y se rompió cuando empezó a contar la tragedia vivida en el mercante Ariana. Sus secuestradores dejaron morir de hambre a un bebé, mataron a un tripulante y violaron a una niña de catorce años. «Nosotros queríamos llevar medicinas y maizena para el bebé pero los piratas no nos dejaron». Al terminar esta frase, el marinero lloró y la presidenta del Tribunal, Ángela Murillo, suspendió la declaración durante veinte minutos.

Del receso, Iturbe no volvió del todo recuperado porque, de nuevo, tuvo que recordar el miedo. Relató que sólo podían dormir de día porque durante las 47 noches los piratas les atemorizaban cargando y descargando sus kalashnikov. «Una de esas noches hubo cantidad de ráfagas. Al día siguiente preguntamos qué había sucedido y nos dijeron que otros piratas habían querido asaltar el barco. O sea, que nuestros piratas nos estaban defendiendo de otros. No, no crean, no fue una película, fue verdad».

Del día de la liberación, el 17 de noviembre, Iturbe recordó que, aunque en ese momento él estaba en cama por culpa de un cólico nefrítico, «enseguida reconocimos a nuestros paisanos. Intentamos abrazar a los militares pero nos dijeron que lo primero era tomar posiciones y mirar si los piratas habían dejado dinamita».

Sobre la negociación y el rescate, la presidenta del Tribunal declaró improcedentes las preguntas del defensor Andreas Chalaris. «No son objeto de esta causa», sentenció.

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