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Voluntariado corporativo tecnológico, la sutura para la brecha digital con la que todos ganan

Las iniciativas que involucran al talento en acciones para acercar la innovación a la sociedad tienen también un impacto positivo en el clima organizacional

Voluntariado corporativo, un 'win-win' consolidado

Empresas privadas y entidades sociales trabajan juntas para alcanzar objetivos de impacto social MALAGÓN

Icíar Miner

Una de las maneras que tienen las empresas de generar un impacto positivo en la sociedad, más allá de su actividad económica, es a través del voluntariado. Y si atendemos también a la realidad tecnológica que vivimos, entonces la solidaridad y la tecnología se enfocan al cambio social gracias al voluntariado corporativo tecnológico. No se trata solo de realizar acciones aisladas de ayuda, sino de iniciativas alineadas con la visión y los valores de la empresa que puedan generar un impacto positivo tanto en la comunidad como en el ambiente laboral.

Susana Muñoz, profesora de OBS Business School y experta en desarrollo del liderazgo y transformación cultural, lo denomina voluntariado tecnológico 4.0 porque «integra y aplica tecnologías emergentes (como las de la Industria 4.0) para mejorar las actividades de voluntariado y maximizar el impacto social y empresarial».

Se trata de una evolución del voluntariado tradicional como manifestación de la responsabilidad social corporativa (RSC) que tienen las empresas, alineada además con los criterios ESG (Environmental, Social and Governance), en la que ganan las tres partes implicadas: empresa, trabajadores y la sociedad. La primera porque refuerza su reputación, cumple con los criterios ESG y contribuye a resolver un problema social involucrando a los propios empleados. Para los trabajadores supone una oportunidad de participar en causas sociales que les motiven, desarrollar habilidades nuevas que su trabajo no le permite habitualmente como puede ser el liderazgo, la comunicación, la gestión de personas o la ayuda y al mismo tiempo generar un mayor sentido de pertenencia y conexión con los valores de la empresa. Y por último, para la sociedad o las personas beneficiarias significa una reducción de brechas –digital, de género y educativa–, un acceso a tecnología y recursos, además del fomento de la inclusión y la diversidad. En este punto, un aspecto a destacar es el apoyo emocional que reciben al sentirse escuchados y valorados. Al compartir experiencias fuera de su entorno habitual se incrementa también su sentimiento de pertenencia a la comunidad.

En España, cada vez son más las organizaciones y empresas que se suman a este movimiento. De hecho, según el último estudio presentado por Fundación Seres, en colaboración con Deloitte, para el 67% de las empresas del sector de la tecnología, el ODS 8 'Trabajo decente y crecimiento económico' es el de mayor prioridad, además de contar con el ODS 9 'Industria, innovación e infraestructura'. Incluso, destaca Muñoz, son muchas las startups que ya nacen con ese servicio social y lo tienen profundamente arraigado en su cultura empresarial.

Iniciativas desde ayuntamientos, grandes corporaciones, fundaciones como el Instituto de Robótica para la Dependencia (IRD) han demostrado que la tecnología puede ser un motor de cambio social, aunque como explica Yisel Ramírez, responsable de programas y ESG de la Fundación Cibervoluntarios, todavía existen barreras, como la falta de tiempo de los empleados, el desconocimiento de estas iniciativas o no tener planteada una estrategia de voluntariado que impiden una mayor participación. «Pero sí, se ha notado un aumento en la implicación de empresas en proyectos de este tipo. Una muestra de ello es que hemos formado a más de 100.000 personas en situación de vulnerabilidad digital este año. El éxito ha radicado en la flexibilidad y la adaptación de los programas a las necesidades específicas de cada empresa y comunidad».

También desde Fundación Telefónica inciden en este mismo concepto, lo que se pretende con este tipo de actividades es canalizar la solidaridad de los empleados hacia un mundo más humano, para impulsar la integración social y digital de los colectivos que más lo necesitan, especialmente las personas mayores, niños, jóvenes, personas con discapacidad y en situación de vulnerabilidad.

Implicación personal

Pero más allá de la estructura corporativa, un aspecto clave del éxito de estas iniciativas radica en la implicación directa de los propios voluntarios. Muchas de las acciones dentro de los programas nacen de su iniciativa y compromiso. Son ellos quienes diseñan proyectos, movilizan a otros compañeros y lideran actividades que generan un impacto social real. Para quienes participan, este compromiso también es una oportunidad de crecimiento personal y profesional, poder contribuir con su conocimiento a una causa significativa les da un sentido de propósito que trasciende lo laboral.

En el caso de Telefónica más de la mitad de los empleados en el mundo son voluntarios y es algo que está en el ADN de la compañía desde sus inicios, explica Íñigo Audibert, responsable de Acción Social y Voluntariado de Fundación Telefónica. «Creemos que sus beneficios van más allá de las personas a las que están dirigidas las iniciativas porque fomenta la concienciación social y valores positivos, como la empatía, la flexibilidad, la autoestima o la tolerancia». Que, además, repercute directamente en la relación con los compañeros de trabajo, generando orgullo de pertenencia hacia su empresa. Por ejemplo, en el caso de la Convocatoria de Actividades que en 2024 se contó con 24 proyectos sociales y 2.611 voluntarios participantes.

Como reconocimiento a su labor, también muy necesaria según explican los expertos, se ha creado una categoría extraordinaria de premios a la innovación social a través de la tecnología. Aquí, los propios empleados son los que han diseñado proyectos que integran tecnologías emergentes como inteligencia artificial, realidad aumentada o domotización.

Si nos centramos en la manera en que la empresa puede ayudar podemos encontrar dos formas distintas de hacerlo, continúa explicando Muñoz. Por un lado, que el voluntariado en sí sea tecnológico. En este caso, las empresas hacen uso de la tecnología que tienen para potenciar el impacto social, ya sea ofreciendo sus conocimientos y recursos como puede ser desarrollar software o hardware para comunidades vulnerables, reducir la brecha digital mediante la donación de dispositivos o la impartición de talleres o crear soluciones innovadoras para colectivos específicos (por ejemplo, robótica para personas con discapacidad).

Y por otro lado, adoptar la tecnología para el voluntariado. Es decir, utilizar la tecnología para facilitar y mejorar estas actividades en general y no necesariamente limitándose a proyectos tecnológicos. Aquí, actúa como un facilitador para organizar, gestionar y ampliar el impacto. Normalmente en estos casos las empresas colaboran con fundaciones, como Cibervoluntarios, u organizaciones no gubernamentales (ONGs) que ya tienen experiencia y presencia en el ámbito social prestando servicios o apoyando a equipos con iniciativas.

También la Dirección General de Telecomunicaciones y Administración Digital de la Junta de Castilla y León con su programa 'CyL Digital' promueve colaboraciones con entidades, públicas y privadas, para conseguir el objetivo común de hacer desaparecer la brecha digital. Talleres, jornadas o programas de formación para capacitar a los beneficiarios en habilidades digitales, el uso de tecnología o competencias profesionales son algunos ejemplos.

El voluntariado tecnológico busca reducir brechas digitales, de género y educativas

Iniciativas como 'Reconectados. La tecnología no tiene edad', cuentan con la participación de voluntarios en cursos online y recursos formativos para que, familiares o profesionales de entidades sociales que trabajan con el colectivo sénior, puedan acompañarlos en su aprendizaje. Más ligado a los jóvenes, la Fundación también ofrece iniciativas para promover el uso seguro y responsable de la tecnología en niños y jóvenes a través de sensibilización, formación y acompañamiento. «Principalmente lo hacemos en la comunidad educativa incorporando competencias y hábitos digitales saludables en jóvenes, fortaleciendo al profesorado en la transformación digital y generando confianza en las familias».

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