Cuando pagas sin saber a dónde vas: viajes sorpresa o el 'huevo Kinder' del turismo
Estancias relámpago previstas con poca antelación y, ahora, con destinos elegidos al azar. La nueva tendencia turística es dejar que otros decidan tus vacaciones por ti en un mundo en el que ya se puede delegar casi todo. De un lado, la necesidad de «emociones controladas». De otro, una precarización del turismo donde ya nada queda del ideal romántico del viaje clásico. Analizamos cómo hace las maletas España
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Viaje para dos personas un fin de semana por 500 euros. El vuelo es directo, tendrá habitación privada y le ofrecen dieciséis destinos posibles. Hasta aquí parece una de las muchas ofertas 'low cost' de una industria turística que cada vez afina más los precios. ... La diferencia es que sólo 48 horas antes de embarcar conocerá en qué ciudad va a pasar sus vacaciones.
Los viajes sorpresa son el último éxito de un modelo turístico fragmentado y precario donde el acto de viajar se ha convertido casi en una 'obligación social' para la clase media. Planeamos escapadas más veces al año, pero menos días y en el último momento. La tendencia, como ejemplifican los 'Kinder' de los viajes, es que lo de menos sea el destino final.
Algunas cifras: en lo que llevamos de año (y respecto a 2023) aumentó en un 57% el número de turistas internacionales que reservaron su viaje solo con un día de antelación, según datos recogidos por Travelgate X, una plataforma española de conexiones turísticas que procesa información de todo el mundo. Según esta misma red de proveedores hoteleros, el 60% de las reservas en este 2024 fueron de una noche y el 21% de dos. ¿El pasajero mayoritario? Parejas.
Las colas y el antiviaje
Ese es también el perfil habitual que contrata la 'experiencia' sorpresa con Waynabox, la principal empresa española (aunque no la única) que vende estos 'paquetes' turísticos y que se anuncia con el eslogan «la vida es un viaje, no un destino». La frase, ahora convertida en reclamo publicitario, viene del poema 'Ítaca' del griego Kaváfis, inspirado en la travesía de regreso a casa de Ulises. Sin embargo, la interpretación que se hace del poema de Kaváfis es ahora bien distinta. «No deja de ser paradójico que se aluda a la experiencia del trayecto, de la aventura de la travesía, que hoy consiste en hacer colas en el aeropuerto hasta que te sientas en el avión para llegar cuanto antes a tu destino. Eso es el antiviaje», reflexiona Ricardo Pinilla, profesor de Filosofía de la Universidad Pontificia de Comillas.
«Viajo de forma precaria, pero al menos viajo. esa es la máxima. Moverse de forma recurrente entra hoy dentro de una aspiración vital»
Alejandro Mantecón
sociólogo e investigador turístico
En palabras de Alejandro Mantecón, doctor en Sociología y Máster en Estudios Turísticos, estas fórmulas no son más que el reflejo de cómo entienden el turismo las clases medias: «Viajo de forma precaria, pero al menos viajo, parece ser la máxima de hoy. Moverse de forma recurrente entra dentro de una aspiración vital». Mantecón cree que los viajes al azar no son más que la respuesta a la búsqueda de «emociones controladas», de una especie de riesgo simulado que, en último término, no es real.
¿Por qué se ponen una venda los españoles a la hora de escoger el destino? El CEO de Waynabox, Jordi Agustí, explica que su modelo de negocio nace de la indecisión de muchos grupos de amigos para fijar a dónde se desplazarán: «Aunque el perfil mayoritario es el de chicas jóvenes que contratan el paquete como regalo para sus parejas, también tenemos grupos de treintañeros que no logran ponerse de acuerdo o familias jóvenes con hijos que no tienen tiempo para planificar sus vacaciones. Es el volumen de reservas lo que nos permite negociar precios con los proveedores. Les llevamos turistas a destinos en los que no necesariamente habrían pensado», explica Agustí. Esa es su ventaja competitiva. Hay diversidad de interpretaciones sobre el fenómeno.
En opinión de Mantecón, que es autor de varias investigaciones sociológicas en torno al turismo, es una fórmula en la que se da precariedad en dos direcciones: las condiciones laborales del que viaja han empeorado, pero detrás de las ofertas 'low cost' también hay trabajadores precarios: es un modelo que se retroalimenta. Además, dice, la organización del trabajo en nuestra sociedad culmina en la imposibilidad para hacer planes a medio y largo plazo. Y ahí los viajes al azar son la muestra perfecta: «La tradición de prolongar las vacaciones fuera de casa durante todo un mes -o incluso una quincena- ya no es lo habitual», señala.
Una aventura organizada
Para el filósofo Ricardo Pinilla, los 'paquetes' sorpresa funcionan como una especie de compensación, ahora que internet le permite a uno 'ver' la ciudad por Google Maps antes de aterrizar o hacer un recorrido virtual por la habitación del hotel en la que dormirá durante esos días. «Digo compensación pues esos viajes ponen el énfasis en la novedad. Lo sorpresa, como en el huevo Kinder, es un regalo en sí misma. Si uno programa demasiado el viaje, el factor sorpresa se esfuma. Estas empresas te organizan la aventura, algo que tiene su punto de ironía», comenta Pinilla.
«Cada milímetro del camino y del destino está medido por la industria, que ya ha calculado y explotado cada instante del placer del turista»
Javier Gomá
filósofo
Para el también filósofo Javier Gomá, hombre no especialmente amigo de los desplazamientos, «cada milímetro del camino y del destino está medido por la industria, que ya ha calculado y explotado cada instante del placer del turista». Para él, es difícil hallar así la belleza: «No acabo de encontrarle el chiste a viajar a los lugares que fueron esplendorosos en el pasado y que ahora pervierten su genuina belleza heredada haciendo del turismo su principal fuente de ingresos».
En el abaratamiento de los costes está la clave de todo esto. Recuerda el sociólogo Mantecón que fue a partir del segundo tercio del siglo pasado cuando se democratizó el turismo. Esa es, dice, la versión amable. La más crítica es que se masificó. Existe la idea elitista -y algo esnob- de que el turista moderno ha terminado matando al viajero clásico. Sin embargo, para Mantecón este debate, que es recurrente, no está bien planteado: «Cuando se habla del viajero clásico se alude a una imagen más bien romántica de un tiempo en el que viajar era algo reservado a muy pocos», refiere. De hecho, él mismo se planteó esta cuestión en 'El auge de la turismofobia: hipótesis de investigación o ruido ideológico'.
«Da un poco de miedo. Vivimos en un mundo en el que delegamos tanto nuestras funciones que a veces parecemos caricaturas de nosotros mismos»
Ricardo Pinilla
filósofo
Dejando a un lado la 'turismofobia', cree Pinilla que sí que puede haber una cierta actitud elitista en aquel que huye, por ejemplo, de las colas masivas. Aunque, dice, detrás de esa reacción, muchas veces hay un intento de evitar llevarse una gran decepción. «Creo que lo que de verdad reflejan los viajes sorpresa es una necesidad de delegarlo todo... Que si los 'wedding planner', que si la compra... Da la sensación de que casi te preparan hasta las 'stories' de Instagram que vas a subir. Da un poco de miedo. Vivimos en un mundo en el que delegamos tanto nuestras funciones que a veces parecemos caricaturas de nosotros mismos», argumenta.
El vuelo fue una utopía humana, una tecnología que satisfizo el deseo del hombre de ser pájaro. Ahora, sin las nostalgias del pasado, es un medio de transporte de masas.
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Lo elitista y tener tiempo
En opinión de Pinilla, el viaje siempre tuvo connotaciones muy europeas, tanto si pensamos en las expediciones científicas, como en las travesías más románticas. Pero hay un matiz: «Entonces lo verdaderamente elitista no era el dinero invertido en moverse, sino disponer del tiempo para hacerlo. En los lugares del mundo menos favorecidos, el desplazamiento -los movimientos migratorios- tienen connotaciones mucho más negativas o al menos no cercanas al ocio sino a la supervivencia», remata.
No obstante, España llegó algo tarde a la democratización de los viajes. Aprendió a ser turista después que el resto de países occidentales. En el ecuador del franquismo, refiere Mantecón, nuestro país se convirtió en un destino elegido de forma masiva por muchos europeos. Es decir, fuimos antes receptores que emisores.
Pero fue precisamente aquella actividad económica durante los años sesenta y setenta la que creó una clase media incipiente que, a su vez, empezaba a interesarse en eso de hacer turismo. «No es hasta una década más tarde, cuando los españoles comienzan a viajar de forma masiva. Primero dentro de nuestras fronteras y después mirando más allá del mapa, ya en los primeros años del siglo XXI».
Tercera edad viajera
La explosión de la industria bebe, además, de otro factor: la intensa incorporación de las personas de la tercera edad al viaje, si bien los destinos al azar no son su opción preferente. De momento, este formato a quien más atrae es a los jóvenes.
El año pasado fueron 30.000 los españoles que dejaron a Waynabox la elección del destino de sus vacaciones, doblando las cifras prepandémicas. El gusto por una aventura estandarizada de un turista que dejó hace tiempo de entender el viaje, o la vida, como lo hacía Kaváfis.
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