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La lluvia agua las protestas «antiglobalización» contra la cumbre del G-20
Varios miles de personas se manifiestan contra el capitalismo, pero el aguacero y el fuerte dispositivo policial desactivan la marcha sin que estalle la violencia
Sinceramente, se esperaba más de los manifestantes surcoreanos. Conociendo la fiereza de la que han hecho gala en otras cumbres internacionales, la gran manifestación de hoy contra la reunión del G-20 se anticipaba como la “Batalla de Seúl”. Pero, finalmente, la lluvia y el viento han aguado la protesta, que se ha disuelto como un azucarillo bajo la asfixiante presión de casi 10.000 agentes antidisturbios.
Convocados por la Confederación Coreana de Sindicatos, varios miles de personas se habían congregado ante la estación de Seúl a las dos de la tarde (ocho de la mañana, hora española) para marchar hasta el Museo Nacional, donde se celebraba la gala de apertura de la cumbre. Con pancartas contra el capitalismo y el G-20, allí pretendían dar su particular bienvenida a los dignatarios de los países industrializados y las potencias emergentes.
“Sólo se preocupan del dinero de los ricos y no de los trabajadores”, justificaba su presencia a ABC Sung Cho, un ecologista que dirige la ONG Acción para una Sociedad de Alternativas Verdes y criticaba también el “olvido” en la agenda de importantes problemas medioambientales como el cambio climático.
«Yakees, go home»
“Yankees, go home”, gritaba otro manifestante alzando el puño y siguiendo la coreografía de “manifas” perfectamente orquestada por los sindicatos surcoreanos. Con gran experiencia en dichas lides, los ganaderos y agricultores de este país se han ganado a pulso su fama por sus violentos enfrentamientos con la Policía. Sabedores de su rudeza, los periodistas locales cubrían la marcha ataviados con cascos para protegerse de los golpes que se barruntaban.
Pero, salvo un par de encontronazos entre algunos exaltados y los antidisturbios, la marcha transcurrió entre cánticos y protestas contra la globalización y el capitalismo. Los agentes desactivaron rápidamente los forcejeos rociando con gas pimienta a los alborotadores y una mujer fue detenida cuando intentaba quemarse a lo “bonzo” junto a la entrada del centro de congresos y exposiciones de Seúl (COEX).
“Abajo con el G-20”, “La gente, primero” y “Pagan su crisis con nuestro dinero” rezaban las pancartas que portaban los manifestantes, que avanzaban cantando la “Internacional” en coreano y con el puño en alto. Al frente de la marcha, los cabecillas sindicales arengaban a la multitud megáfono en mano criticando el acuerdo de libre comercio que ultiman, con muchas dificultades por cierto, Estados Unidos y Corea del Sur. En un país donde el plato nacional es la ternera a la parrilla y envuelta en hojas de lechuga, la inclusión de dicha carne en el tratado ha puesto en pie de guerra a los ganaderos surcoreanos.
Bajo un fuerte aguacero y rodeados por miles de antidisturbios que les cortaban el paso, los organizadores de la marcha leyeron en coreano e inglés un discurso asegurando que “el capitalismo ha muerto” y que “el futuro es el socialismo”. A continuación, quemaron un ataúd de papel que representaba al G-20, dando por terminada una manifestación que, por una vez y sin que sirva como precedente, no acabó como el rosario de la aurora.
Desde la “Batalla de Seattle” durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1999, los movimientos “antiglobalización” aprovechan estos eventos para protagonizar multitudinarias manifestaciones que arrasan ciudades enteras y provocan destrozos millonarios. Las protestas más violentas tuvieron lugar en 2001 durante la reunión del G-8 en Génova, donde 200.000 personas tomaron las calles y desataron un caos de vandalismo y anarquía. Abatido a tiros por un carabinero, el joven activista Carlo Giulani se convirtió en un mártir para los “antiglobalizadores”.
Tras los disturbios que ensombrecieron cumbres anteriores, la Policía surcoreana había vetado la entrada a 200 extranjeros, pero los propios sindicatos nacionales habían amenazado con recurrir a la violencia si no se les permitía manifestarse. Al final, protestaron bajo la lluvia y la marcha terminó en paz.
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