XXV congreso nacional de la empresa familiar
Los mayores empresarios del país alzan la voz contra el cordón sanitario que les impone Sánchez: «Queremos que se nos escuche»
Exigen «rehuir las tentaciones populistas de todo signo» y que impere la reflexión y el rigor al definir medidas «que inciden en nuestra actividad»
Instan a recuperar el sentido de la institucionalidad tras un congreso marcado por el enésimo desplante del presidente del Gobierno al colectivo
Una vez al año, en torno al mes de octubre, los miembros más destacados de las principales sagas empresariales del país se reúnen durante un par de días en una ciudad de España para debatir y compartir sus inquietudes, sus expectativas sobre la situación económica y también sus propuestas sobre lo que se podría hacer para facilitar la actividad de la empresa y, por tanto, la prosperidad económica. La lista de los asistentes habituales impresiona: Rafael del Pino (Ferrovial), Juan Roig (Mercadona), José Manuel Entrecanales (Acciona) Francisco J. Riberas (Gestamp), Simón Pedro Barceló (Barceló) u Óscar García Maceiras (Inditex). No todos han estado en el congreso de este año, pero la concentración de talento empresarial por metro cuadrado es de tal nivel que hasta hace unos años la costumbre era que Su Majestad el Rey inaugurara el cónclave y el presidente del Gobierno del momento asistiera como muestra de cortesía y apoyo al tejido empresarial.
La tradición se quebró en 2018. En medio de un clima enrarecido por el incipiente relato argumental contra la gran empresa del nuevo Gobierno socialista, la primera intervención de Pedro Sánchez ante el foro en Valencia fue recibida por los empresarios con una extrema frialdad. La situación no ha vuelto a repetir. Sánchez ha declinado año tras año por unas razones u otras - este año por una reunión concertada con el colectivo de las kellys -las invitaciones del Instituto de la Empresa Familiar y el asunto ha ido creciendo hasta que este año el nuevo presidente del lobby, Andrés Sendagorta, presidente del Grupo Sener, ha decidido hablar al fin del elefante en la habitación.
«No quiero obviar aquí un hecho que parece suscitar el interés general. Me refiero a la ausencia en nuestro Congreso del presidente del Gobierno. Quiero confirmarles que hemos invitado al presidente. Nos hubiese encantado contra con la presencia del presidente. Y quiero asegurarles que el año que viene le volveremos a invitar porque para nosotros es un gran honor contar con la presencia del presidente del Gobierno de España», ha dicho el presidente del IEF en su discurso de cierre del Congreso.
La quiebra en la tradicional relación institucional entre el Instituto de la Empresa Familiar (IEF), el principal club de empresarios del país, y el Gobierno, disimulada por el desfile de ministros de cada vez menor rango por el congreso anual del lobby - este año ha sido la ministra de Educación, Pilar Alegría -, alcanza también a la función consultiva que históricamente el instituto ha jugado en la elaboración de las políticas públicas que afectan al mundo de la empresa. El Gobierno ha minimizado también esa relación.
Tras cuatro años de ausencia, el instituto que representa a las principales sagas familiares de empresarios del país, dueños de empresas grandes, medianas y pequeñas que explican el 70% del empleo privado y el 60% del PIB español, considera llegado el momento de «recuperar el sentido de la institucionalidad», según las palabras pronunciadas este martes por Andrés Sendagorta.
«No pretendemos imponer nada, pero sí que se nos escuche, porque aquí hay algunos que saben», ha deslizado el presidente del IEF, en referencia a la participación activa en el instituto de algunas de las principales empresas de automoción del país, como Gestamp o Antolín; de grandes constructoras multinacionales; de empresas líderes en el ámbito de la sostenibilidad, el turismo, la moda o el transporte. «Pedimos que la sociedad y nuestras autoridades entiendan que las empresas familiares, grandes, medianas y pequeñas son un pilar esencial de nuestro modelo de sociedad».
Marejada fiscal contra la empresa
Los empresarios familiares no terminan de entender el discurso cada vez más extendido dentro del Gobierno de desconfianza hacia la gran empresa. «Ya es hora de que asociemos el término 'empresario' a un proceso de creación y progreso», ha proclamado Andrés Sendagorta, «No tenemos nada que ver con leyendas negras llenas de puros y chisteras que algunos tratan de difundir». «Pedimos que el legítimo orgullo que nosotros sentimos por los logros de nuestras empresas familiares, sea también compartido por nuestras instituciones públicas, viendo en nuestra acción la proyección de la imagen de España en el mundo», ha remachado.
De telón de fondo, la decepción con las últimas medidas fiscales lanzadas por el Gobierno que han vuelto a incidir en el relato de la insuficiente contribución fiscal de la grandes empresas (entre las que hay un puñado de empresas familiares) y de sus dueños, los grandes patrimonios contra los que se dirige la ofensiva fiscal del Gobierno. «Lo vemos mal. El Gobierno parece no ser consciente que las empresas también están siendo golpeadas con la inflación y que añadirnos costes lo que hace principalmente es retraer la inversión», asegura el presidente de un gran empresa industrial del país.
El discurso de clausura del presidente también ha hecho referencia al asunto para resaltar la resiliencia de las empresas familiares. «Nosotros somos de aquí y no nos vamos a ir. No nos han podido echar las pandemias y no van a poner con nosotros ni la inflación, ni la crisis energética y espero que tampoco la marejada fiscal que vivimos estos días«.
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El presidente de la empresa familiar ha pedido este martes aparcar las ocurrencias y apostar por el rigor, que la definición de las medidas que incidan sobre la empresa vengan del análisis y no del relato político, y en definitiva «tener la valentía de rehuir las tentaciones populistas de todo signo a los que otros están sucumbiendo».
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