con permiso
La SEPI, ariete monclovita para situar comisarios políticos a bajo coste en el Ibex
Las grandes compañías no son más españolas porque tengan al Gobierno en sus tripas y al BOE en su nuca, sino porque tienen un proyecto industrial que crea riqueza y empleo en España
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Capitalismo de asalto de libro. En esas estamos. Ya lo he venido avisando. El caso es que estos días, sostiene la pizpireta Calviño –a la sazón, aún, y de momento, vicepresidenta 'number 1' del presidente Sánchez en funciones– que «un Gobierno responsable tiene que analizar ... todas las operaciones», en alusión directa a la amenaza de la SEPI de okupar el accionariado de Telefónica. Sostiene Nadia, además, que a las grandes compañías les va muy bien con este Gobierno, «con beneficios milmillonarios y lluvia de dividendos». Y lo sostiene así, sin despeinarse, con ese desparpajo de azafata de Iberia que con la misma pose te indica la puerta de emergencia que te pone unos pistachos a mitad de ruta –ojo con esto señores directivos de la aerolínea, que nadie está libre de ser asaltado y por la vía que sea–.
A Nadia Calviño le queda aún por conquistar la libertad que es el derecho a no mentir, atrapada como está entre la espada de Sánchez y la pared de un BEI donde ansía recalar al precio que sea. A su manera, la 'loquesea' en funciones justifica el asalto de multinacionales en pro de la responsabilidad del Ejecutivo y de las ganancias de una empresa. Y se queda tan ancha. Ignora Calviño, intencionadamente, que la obtención de beneficios es la razón de ser de toda empresa. Obvia de igual manera que si logran plusvalías milmillonarias y dividendos no es precisamente gracias al Gobierno, sino a pesar de él. Añade lo de «lluvia de dividendos», para que cale en el subconsciente de la gente que esos dineros caen del cielo, como el café en el campo de Juan Luis Guerra. Así, entre malicia y perversión cuaja la idea de que la gestión no importa, ni mucho menos los profesionales, y por ende que cualquiera que se pusiera al frente de estos grandes trasatlánticos corporativos solo tendría que cruzarse de brazos y pegar la oreja a la caja para escuchar el sonido de los euros entrando en el balance.
Ana Botín, Dolores Dancausa, Isidro Fainé, José María Álvarez-Pallete, Ignacio Galán, Josu Jon Imaz, Carlos Torres, Francisco J. Riberas y demás son, por extensión de las palabras de Calviño, unos que pasan por ahí y que han de dar gracias al Gobierno sociocomunista que tienen de que sus respectivas compañías funcionen y afloren valor para sus accionistas. Sería bueno que Calviño le hiciese llegar su recetario de ideas simples para resolver problemas complejos al presidente de la muy pública Correos a ver si se entera de que tener una lluvia de dividendos está chupado y que el que no da beneficios milmillonarios es porque no quiere. Una risa, oiga.
Habla Calviño como aquel pájaro de José Luis Moreno, por boca de otro, del ventrílocuo Sánchez y su idea pérfida y voluntarista de que la realidad no te eche a perder un buen 'speech' para pedir pista hacia el BEI y que el que venga atrás que arree –¿José Luis Escrivá? desde luego él quiere, aún está por ver, con el permiso de Margrethe Vestager, Dios mediante–. Ahora que lo que se le da mejor a Calviño son los cambios de opinión –¿les suena?–, que un día dice no saber nada del intento de asalto de la SEPI sobre Telefónica y al día siguiente lanza un hecho de relevancia en el que reconoce estar monitorizando a compañías del Ibex para preparar el desembarco. Lo dicho, capitalismo de asalto con la SEPI como ariete monclovita para controlar grandes empresas sin necesidad de poner el dinero que vale su cotización; por la puerta de atrás, con participaciones minoritarias y envueltos en la bandera de España: todo por España pero sin España. El mismo Gobierno de la amnistía y demás prebendas al independentismo pretende hacernos creer que se cuela en las entrañas empresariales para defender la españolidad. Cuando entra la SEPI por la puerta, la vergüenza sale por la ventana. No son consejeros lo que necesita sino comisarios políticos.
Y ejemplos de cómo proceder, haberlos, haylos ya. Piensen en Indra, Correos, Redeia... y Enagás, que con un pírrico 5% –vaya, curioso, igual porcentaje para colarse en Telefónica, y por la puerta de atrás, que a Pallete nadie le avisó de nada, que lo que hubo fue comunicación directa de Moncloa al brazo industrial estatal–, la SEPI tiene su consejo bajo control (¿o tener sentados a Pepe Blanco, Teresa Arcos, Cristóbal Gallego, José Montilla, Maite Costa, Natalia Fabra... no es eso?). Una participación mínima pero con la que desde dentro toman decisiones y gestionan la compañía, y si me apuran, el sector. Algo impensable en países como Francia y Alemania, con programas de apoyo a su industria, ayudas para invertir, frente a los programas de castigo de aquí, donde este Gobierno reza por volver a tener la acción de oro, por ejemplo, expresamente prohibida por la UE, o penalizar con 'impuestazos' adicionales a sus empresas que, sin embargo, sus competidores extranjeras no tienen que pagar. Y no les digo más si los deseos de Yolanda Díaz de ser también ministra de Industria, se hacen realidad, ¡como meter la loba en el gallinero oigan!
Más le vale a este Gobierno dejar tranquilas a las empresas y a sus empresarios, y sacarse de la cabeza eso tan casposo de recrear un INI para monitorizar a quienes crean riqueza y puestos de trabajo. Qué quieren que les diga: dénme a muchos Álvarez-Pallete en España y déjense de Sepis, monitorizaciones y demás zarandajas con las que intentar hacer de la necesidad de poder de algunos la virtud de trincar de otros.
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