con permiso

Unos presupuestos de vida o muerte para una legislatura zombi

El Gobierno tienta a sus socios con convertir las cuentas del Estado en una 'wishlist', sabedor de que su aprobación cuajaría una legislatura que ahora genera serias dudas. El problema es que Puigdemont ya se sabe el truco y por mucha ventaja que pudiera obtener para Cataluña no sería sino combustible para Salvador Illa, que es quien gobierna, a su pesar

La vicepresidenta María Jesús Montero, junto al ministro de Economía, Carlos Cuerpo (centro) y el nuevo gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá efe

Estos días van desquiciados por La Moncloa repitiendo la consigna de que los presupuestos son lo único importante y que lo demás no cuenta. No les falta razón, pues igual que sin ellos se antoja imposible la legislatura, una vez aprobados este año bastaría ... con repetir una prórroga simple para cubrir holgadamente los cuatro años de mandato y someter a la oposición a una larga y definitiva travesía por el desierto. Es el todo o nada. Por eso Pedro Sánchez ha ofrecido a todo aquel con capacidad de voto favorable todo aquello que sea capaz de imaginar.

Con la vicepresidenta Yolanda Díaz emparedada en el muro polarizante del sanchismo, ERC a vueltas con el cupo catalán y un PNV obsesionado con Bildu, la formación de Carles Puigdemont es el único obstáculo formal entre el Ejecutivo y el salvoconducto hasta al menos 2026. El líder de Junts está harto de escuchar la cantinela de que ya le han resuelto la vida con la amnistía y repite que, por ahora, no nota nada.

Ahí sigue, en Waterloo y sin la silla de la Generalitat. De igual modo es consciente de que en el momento que ponga sus siete votos a favor de los presupuestos pasaría a la irrelevancia política hasta la convocatoria de nuevas elecciones generales, porque el botón nuclear de una moción de censura se le pasa por la cabeza. Sería perder o perder con cualquier otro que no fuera Sánchez.

Otra vicepresidenta, María Jesús Montero, pone estos días el hueso de la financiación a unos y otros, como si fuera un recurso infinito que llueve del cielo. Con una mano tienta a los independentistas y con la otra sacude a los populares, en concreto al gallego Alfonso Rueda y al andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla, quienes han comprobado en sus carnes que eso de privilegiar a Cataluña significa que todas las demás Comunidades han de pagar el pato, cada una a su manera, porque los ingresos del Estado son la mantita corta que si tapa la cabeza desabriga los pies. Pero no cuela, porque incluso en el mejor de los casos todas esas prebendas fiscales irían a parar a la región liderada por el exministro sanchista Salvador Illa. Vamos, que sería el PSOE premiando al PSC, y servidora no termina de ver ahí la ventaja para el político fugado.

En Moncloa tampoco se fían de nadie a estas alturas, sobre todo después del par de ridículos al que han llevado al «gran jefe» en los últimos días: la votación de la Ley de Vivienda –y ya van 35 derrotas– y la no foto con Anne Hathaway. Por eso tienen a varios ministros a la vez desgañitándose en una cosa y su contraria: en que se puede continuar sin presupuestos y en que hay que negociar con quien sea menester y entregar lo que haga falta para aprobarlos.

No hay más que escuchar la oleada de entrevistas concedidas en las últimas horas por el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, y su voz atiplada para darse cuenta. Para darse cuenta de eso y de que duerme sin pijama. Ahí es nada lo que hay que hacer para ganar titulares y seguir en la carrera del sanchismo... o en la de uno mismo, como el flamante gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, que esta misma semana, durante su discurso de toma de posesión, habló de la necesidad de «reflexionar». Más concretamente, sobre la conveniencia de introducir modificaciones en la Ley de Autonomía de la institución que data de 1994. Lo hace con el argumento de fortalecer la independencia del organismo regulador.

La música no suena mal, pero habrá que esperar a la letra, porque el auténtico objetivo pudiera estar ligado a la duración de su mandato más allá de los seis años no renovables que establece la legislación actual. Desde luego allí se dejó caer que es habitual en otros bancos centrales que los mandatos tengan una mayor duración o que se puedan renovar. Un caso notable es el del Banco Central Europeo, en el que tanto presidente como el vicepresidente tienen un mandato de ocho años sin posibilidad de renovación.

Al otro lado del ring sigue el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, a quien sus delicuescentes asesores le han convencido de lo importante que es ahora la semana laboral de cuatro días, y de la imperiosa necesidad de señalar a las compañías españolas que siguen presentes en Venezuela. Tirar la piedra del «colaborar con Nicolás Maduro» y esconder la mano de precisar quién es convierte a todas nuestras multinacionales presentes en aquel país en colaboracionistas con una dictadura. En Venezuela, como en todas partes, hay compañías con buena gente y gente buena que solo intentan mantener incólume su pelambrera ante el vendaval que se avecina.

¡Ah!, y mañana el Consejo de Indra tiene la escisión de su filial de tecnología, Minsait, como gran punto del orden del día, convencidos de la idea viejuna de que las partes pueden valer más que el todo. Es la psicología de los precios, donde el modelo de negocio, las dinámicas del sector o la implicación del equipo directivo suman cero.

El caso es que así seguimos adelante, como botes contra la corriente y arrastrados al pasado. No sabemos hacia dónde nos llevan pero vamos de camino.

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