con permiso
A La Moncloa le tiemblan las canillas ante el miedo a perder Naturgy
El Gobierno no puede permitirse perder una compañía estratégica como Naturgy, porque se le desmontaría el chiringuito de los escudos antiopa y las participaciones patrióticas, que no son más que invasiones corporativas en toda regla; así es que meten toda la presión a Criteria para que arregle el desaguisado en la gasista
Criteria, el perejil de todas las salsas financieras: Naturgy, Puig, Talgo, Telefónica, Colonial...
![El presidente de Naturgy, Francisco Reynés](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2024/06/16/Reynes-Rn8zc7csk7kyDzlyy5FgCZN-1200x840@diario_abc.jpg)
La actualidad y las prisas en los jardines de La Moncloa pesan. Y mucho. En esta España de ocupaciones empresariales y sin Presupuestos –veremos si Pedro Sánchez logra cerrar un acuerdo para las cuentas de 2026, aunque como lo logre ¡agárrense, tendremos líder planetario hasta ... mínimo el 27!–, y en la que la deuda nos sale por las orejas, el Gobierno se está comprando compañías estratégicas tacita a tacita con los cuartos ajenos. ¡Así cualquiera! Justo todo lo contrario que la, pongamos, SEPI privada de Isidro Fainé que, igualmente, con prisas y sin pausas, y adelantando en prácticamente un año su plan estratégico para «sentar las bases» de una nueva etapa e «impulsar la creación de valor a largo plazo para preservar y hacer crecer el patrimonio» de la Fundación Bancaria La Caixa –dueña del 100% de sus acciones–, se está creando, con su pasta eso sí –como debe ser por otra parte–, una bolsa de participaciones que para sí querrían los de la SEPI 'hasta en la sopi' pública.
Y en estas que ya mismo presentan el tándem Fainé-Simón su plan de conquista (o reconquista en algunos casos, verán), con el que prácticamente arrancaban este año. El pistoletazo de salida fue precisamente la renovación por otros cuatro años del propio Fainé al frente de todo el imperio y el nombramiento de su nueva mano derecha –que la que tenía se había quemado con fuego australiano, por ejemplo–, Ángel Simón, al frente del timón de un 'holding poderosísimo' –Criteria, claro– con la que alimentar «la razón de ser de todo el entramado Caixa»: La Fundación.
En poco más de dos trimestres desde que arrancara el año, Simón, con el beneplácito absoluto del jefe, se ha lanzado al ruedo de las compras –y a las ventas, no lo olviden, que la caja hay que engordarla no solo con dividendos, véase el caso Cellnex–, con el impulso del mandato del consejo de administración, y sin apenas respirar, con el firme –y por las prisas, pareciera único– objetivo de ampliar el perímetro del grupo industrial: blindan la posición en Telefónica, potencian ACS, se convierten en el primer accionista de Colonial, entran en Puig, se descuelgan de la intermediación en Talgo y... la operación Naturgy, donde quieren blindar su posición y estabilizar el accionariado, pero... algo ha salido mal.
Después de que la emiratí Taqa renunciara al proyecto de opa en su último consejo de administración para hacer equipo a pachas con Criteria, esta manifestaba sus intenciones de seguir adelante analizando otras alternativas que permitan asegurar el proyecto industrial de Naturgy y acelerar su crecimiento, para dar estabilidad al accionariado y afianzarse como su socio español de referencia. Que el Gobierno no puede permitirse perder una compañía estratégica como Naturgy, porque se le desmontaría el chiringuito de los escudos antiopa y las participaciones patrióticas, que no son más que invasiones corporativas en toda regla, así que, para variar, meten toda la presión a Criteria para que arregle el desaguisado en la gasista.
Y es que los australianos de IFM –con poco más del 15%, y tras ser rechazados como el eterno prometido en ciernes– le han salido rana a unos y otros y, según se malician en el Ibex, han jugado a varias bandas en el tablero accionarial de Naturgy –los fondos le han hecho mucho mucho tiki y poco taka a sus planes de futuro–, donde al final puede que sea otra carambola de participaciones patrias la que arregle el lío y dé árnica a los planes del sanchismo para mantener atado y bien atado el flanco empresarial.
El caso es que Naturgy se ha quedado compuesto y sin novia ni plan estratégico. Dirá su presi, Francisco Reynés, y puede que con razón, que para este viaje no hacía falta vaciar sus alforjas del bonus millonario al que renunció para facilitar la opa. Dice que no tiene prisa por echarle el guante a ese megapago, pero la procesión irá por dentro con un escenario en el que son varias las compañías estratégicas que están abiertas en canal. Ahí sigue Indra, esperando el parto de los montes de Minsait para presentar la reinventada empresa tecnodefensiva; y ahí está también Telefónica, con la gobernanza manga por hombro por acción del sanchismo y su plan para ganar la mano comprándose las 10 de monte con el dinero público.
No les hablo de los árabes de STC, que van para 10 meses sin decir esta boca es mía. Quizás ahora, coincidiendo con las celebraciones de San Antonio, que es muy milagrero, reaparezcan pidiéndole que encuentre su participación, que para eso es el patrón de las cosas perdidas. Claro que, bien visto, gracias a ellos Moncloa justificó su entrada en una compañía donde no hacen ninguna falta. Ahí está la SEPI, preparando la llegada de la chica del cable para redoblar el control.
El Gobierno sueña con una reacción coordinada del Ibex contra la ultraderecha, ahora que todo a la derecha de Bildu es fascismo. La Moncloa se relame pensando con una circular de las grandes empresas de España denunciando el peligro de la internacional de ultraderecha que se ha inventado Sánchez y las bondades de su Gobierno.
Y mientras cae esa breva, Félix Bolaños y el orfeón de opinadores progresistas preparan la masa de una batería de supuestas medidas de regeneración democrática para meter en cintura a los díscolos y meter la apisonadora sobre las últimas libertades que resisten en pie: jueces, medios y la libertad de empresa entendida como la autonomía de los seres humanos para decidir cómo ganarse la vida. Sostenibilidad democrática, dirán aquellos que tratan de que el BOE les arregle lo que ellos han hecho añicos en sus cuentas de resultados.
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