China, empujar una cuerda

Tocan años de debilidad de la demanda interna, deflación y crisis bancaria

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En lo económico, China está siendo la protagonista del verano. La tantas veces anunciada crisis económica del gigante asiático parece que llega. Deuda, deflación y demografía son el triple problema que está poniendo en jaque a los chinos. Y frente a un crisis de balance ... como esta, poco pueden hacer las autoridades. Las políticas fiscales o monetarias no funcionan. Es echar el dinero por un sumidero hasta que se solucionen los problemas y eso pasa por una purga más o menos larga y desde luego dolorosa.

El consumidor chino está viviendo su primera crisis inmobiliaria frente a la que no caben estímulos de ningún tipo. Keynes no funciona. Las medidas que se adopten tienen el mismo efecto que empujar una cuerda, prácticamente ninguno. Tocan años de debilidad de la demanda interna, deflación y crisis bancaria. Desde luego que la segunda economía del mundo se desinfle no es bueno para el resto del mundo aunque los riesgos están muy acotados. Al tratarse de un sistema completamente cerrado el riesgo de contagio de una eventual crisis financiera es ninguno. Ellos se lo guisan y, nunca mejor dicho, ellos se lo comen. Todo se reduce a una única cuenta de resultados que no van a poner en riesgo por las evidentes connotaciones políticas que el parón económico puede llegar a tener.

Más allá de los efectos a corto plazo que el menor crecimiento chino pueda tener en la economía mundial, a largo plazo el hecho de que China toque techo es un alivio para el resto del mundo desarrollado por el evidente riesgo que pudiera tener que un régimen como el chino se convirtiera en la primera economía del mundo. Esto ya no va a ser. Al pinchazo de la burbuja inmobiliaria, coyuntural, se suma el problema demográfico. La fuerza laboral se está reduciendo y el envejecimiento poblacional se va a empezar a notar mucho en los próximos años. Un gigante herido cuyo mayor riesgo es la estabilidad política. Como siempre, resulta difícil hacer predicciones. En el caso chino, con quien nos llevamos equivocando los últimos treinta años, todavía más. Pero parece que el orden mundial vuelve a reequilibrarse y pinta mejor para las economías occidentales.

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