Por qué Italia vive un caos en sus ferrocarriles: retrasos, cancelaciones y frustración de los pasajeros en un sistema al borde del colapso
El ministro de Transportes, Matteo Salvini, en la picota: la oposición lo acusa de «paralizar el país»
El Gobierno italiano baraja incluso reducir el número de trenes para aliviar la saturación y los retrasos
Un caos ferroviario por resolver, el AVE a París y la guerra de precios con Ouigo e Iryo: los retos que enfrenta el sucesor de Raül Blanco en Renfe

«Hay dos clases de locos: Los que se creen Napoleón y los que piensan que pueden sanear los ferrocarriles del Estado». Con esta ironía, repetida en innumerables ocasiones por Giulio Andreotti -exprimer ministro italiano hasta en siete ocasiones-, se aludía a la complejidad de gestionar el sistema ferroviario en Italia ... . Hoy, esta sentencia resulta más vigente que nunca ante el caos que se extiende por las vías del país transalpino y que mantiene al ministro de Transportes, Matteo Salvini, en la picota. Italia ha vivido en esta semana varias jornadas consecutivas de desorden en el tráfico ferroviario.
El corazón del sistema, la estación de Roma Termini, sufrió una paralización de una hora por un fallo eléctrico en la unidad de control. Este percance se sumó a una larga secuencia de averías -con retrasos y cancelaciones de norte a sur, incluidas líneas de alta velocidad-, que afectó a miles de viajeros. Algunos sufrieron demoras de hasta 180 minutos; otros, directamente, vieron cancelados sus trenes y se quedaron sin alternativas ni información clara. De Florencia a Roma, de Calabria a Sicilia, las escenas se repitieron: trenes desviados a estaciones secundarias, servicios regionales cancelados y un mar de pasajeros varados y contrariados. Ante este panorama, los sindicatos ferroviarios llevan tiempo reclamando mejores protocolos de mantenimiento y más personal de apoyo en las estaciones durante las crisis.
Denuncias y sospechas de sabotaje
La incertidumbre no solo alcanza a los viajeros. El grupo Ferrovie dello Stato presentó una denuncia ante las autoridades por «incidentes anómalos en la red» y por «circunstancias altamente sospechosas». En el documento de denuncia se pone el foco en la frecuencia y el momento en que se han producido las averías, lo que, a juicio de la compañía, no parece fruto de la casualidad. Mientras tanto, surgen especulaciones acerca de posibles actos de sabotaje o graves negligencias. El vicepresidente y ministro de Transportes, Matteo Salvini, se encuentra en el ojo del huracán. Prometió máxima puntualidad al llegar al cargo, pero cada nuevo retraso se traduce en fuertes críticas de la oposición, que le achaca «paralizar el país».
Matteo Renzi y Elly Schlein han llegado a amenazar con una moción de censura y han calificado de «desastrosos» los efectos para la economía y el turismo. El secretario general de la CGIL (Confederazione Generale Italiana del Lavoro), Maurizio Landini, ha denunciado que «los continuos recortes en mantenimiento y personal agravan el colapso del servicio y ponen en peligro la seguridad de viajeros y trabajadores». Por su parte, la asociación de usuarios Adiconsum advierte de posibles demandas colectivas contra Ferrovie dello Stato si no se compensa a los pasajeros afectados. Estas voces reflejan la creciente presión social y política sobre la infraestructura ferroviaria italiana.
Salvini, popularidad en picado
Los problemas ferroviarios repercuten muy negativamente, desde el punto de vista político, en el ministro de Transportes, cuyas popularidad cae en picado. El líder de la Liga encaja perfectamente en la ironía de Giulio Andreotti al hablar de las dos clases de locos, porque pocos como Matteo Salvini se atrevieron a asegurar, como él hizo a su llegada al Ministerio, que los ferrocarriles italianos se distinguirían por la seguridad y la puntualidad: «Lo más importante es garantizar seguridad y puntualidad a quienes utilizan el tren todos los días. No considero aceptable que, en caso de un fallo o una calamidad natural, alguien se quede en la estación o a bordo del tren durante horas sin saber nada. Les puedo garantizar que no volverá a suceder».
Hoy, esa promesa de Matteo Salvini parece muy lejana, mientras miles de viajeros se enfrentan a un panorama ferroviario de incertidumbre y frustración. Según el grupo de defensa del consumidor Codacons, desde el inicio del año se han registrado 104 casos de retrasos y cancelaciones importantes, generando pérdidas estimadas en 3.160 millones de euros anuales para la economía italiana. Las rutas más afectadas incluyen las principales arterias del país, como Roma-Milán, que es crucial tanto para viajeros de negocios como para turistas.
Alta velocidad a baja marcha
Aunque la alta velocidad situó a Italia a la vanguardia ferroviaria europea hace años al menos en la línea Roma-Milán, en el bienio 2022-2023 ese progreso comenzó a frenarse. Basta observar los datos internos de Trenitalia: los trenes de media y larga distancia con más de cinco minutos de retraso al partir aumentaron del 10,3% al 10,9% en doce meses. Además, el criterio de «puntualidad» que emplea la compañía es muy flexible, puesto que considera «puntuales» los trenes con menos de 60 minutos de retraso. A ello se suma un dato llamativo: el número de trenes de alta velocidad ha aumentado a 377 diarios (con picos de 400 en fin de semana), casi un 30% más que hace siete años, lo que reduce la disponibilidad de tiempo para el mantenimiento y aumenta el riesgo de averías e incidentes como el trágico suceso de Brandizzo, en agosto de 2023, donde murieron cinco operarios arrollados por un convoy.
El Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR, fondo europeo del que se beneficia Italia con unos 200.000 millones de euros, entre préstamos y dinero a fondo perdido) ) contempla 25.000 millones de euros para modernizar la red ferroviaria italiana, con proyectos de gran envergadura, que suman ya más de 1.200 obras en 2024. Sin embargo, Ferrovie dello Stato admite que la ejecución de tantos proyectos conlleva «inevitables efectos en las prestaciones del servicio de transporte con consecuencias en la puntualidad». El gobierno baraja incluso reducir el número de trenes para aliviar la saturación, una posibilidad que el ministro para los Asuntos con el Parlamento, Luca Ciriani, deslizó en el Parlamento en sustitución de Salvini: «Se están valorando medidas de racionalización de la oferta».
Un panorama incierto
La imagen de Italia como tercera economía de la eurozona sufre ante un sistema ferroviario al límite: Turistas sorprendidos, viajeros molestos que pierden conexiones clave y un Gobierno que, de momento, no logra enderezar la situación. Mientras Salvini insiste en que «todo estará bajo control», las denuncias, las sospechas y los informes sobre la saturación de la red pintan un escenario muy distinto. Se desconoce hasta cuándo durará este caos, pero el histórico comentario de Giulio Andreotti sobre la imposibilidad de sanear las ferrocarriles se revela cada día más premonitorio.
En un país que solía presumir de puntualidad y eficiencia en sus trenes de alta velocidad, la frustración se multiplica y deja en el aire esta pregunta: ¿podrá el Gobierno rescatar a la red ferroviaria italiana de la vía del caos en que ha entrado en muchas jornadas? La respuesta es muy difícil, porque muchos dudan de la capacidad del ministro Salvini para resolver los problemas. Sus compañeros de Gobierno lo defienden, mientras él echa las culpas a los gobiernos anteriores, olvidando que él estuvo en varios de ellos y que no llegó ayer al ministerio de Transportes e Infraestructuras, sino que hace dos años y tres meses. Si los problemas ferroviarios continúan, se teme que tenga efectos en el turismo, la competitividad y la vida cotidiana de millones de italianos, poniendo a prueba la capacidad del Gobierno Meloni para revertir el rumbo en los retrasos y continuas averías de los trenes italianos.
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