La industria espacial española busca pista para su despegue definitivo

El sector insta a aumentar la inversión pública y a desarrollar programas nacionales con efecto tractor para seguir ganando altura

Juan Carlos Cortés, director de la Agencia Espacial Española: «Es esencial desarrollar una estrategia clara y coherente a largo plazo»

La innovación académica pone al sector espacial en órbita

En la imagen, el satélite Hispasat 36W que fue lanzado en 2017 para dar servicios de comunicaciones a España, Portugal, las islas Canarias y América del Sur

Parece que los planetas se han alineado para que la industria espacial española despegue de una vez por todas y como un cohete hacia la última frontera por conquistar de la Tierra. La recién creada Agencia Espacial Española (AEE), un Perte Aeroespacial ... que movilizará unos 4.500 millones de euros y el compromiso del Gobierno de elevar al 2% del PIB en gasto en Defensa en 2029 son los nuevos motores que pueden propulsar a este sector hacia los confines galácticos en los próximos años. En ello están desde hace tiempo compañías veteranas como Airbus, Indra, GMV o Sener (Hispasat opera desde hace ya 35 años), a las que se ha sumado un nuevo ecosistema que ha eclosionado en las dos últimas décadas (con empresas como Satlantis, Sateliot, Deimos, Alén Space, DHC, Pangea Aerospace...).

Todas compiten en los grandes programas espaciales europeos e internacionales, colaboran con las más potentes agencias espaciales y ofrecen productos y servicios altamente innovadores en un mercado global muy complejo y competitivo. Sirva como ejemplo que ya contamos con toda la cadena de valor para fabricar y operar satélites. Y seguro que muy pronto veremos cómo una empresa española (PLD Space) consigue ponerlos en órbita, colocándonos así entre el selecto club de países con acceso al espacio. Para no dejar caer tan alto nivel de innovación, seguir compitiendo en esta nueva carrera espacial y ocupar posiciones de liderazgo, el sector echa en falta programas nacionales que sean tractores de la industria y aumentar la financiación pública para que esas ilusiones y proyectos se conviertan realidad.

El 'New Space'

Ahora el 'new space' es un nuevo nicho de actividad donde se puede hacer negocio. Ya no son solo existen las grandes misiones a la Luna o a Marte, que requieren de descomunales presupuestos gubernamentales y empresariales y están reservadas muchas veces al ámbito militar. También se necesitan nuevos productos y servicios para actividades espaciales como la observación de la Tierra, navegación, posicionamiento, vigilancia espacial... «Hasta ahora ha sido una economía de proyectos y vamos a pasar a una economía de productos, que tienes que desarrollar y hacer I+D», explicaba Diego Rodríguez, responsable de Desarrollo de Negocio de Espacio y Defensa en Sener, durante una mesa redonda en el IV Congreso de Ingeniería Espacial celebrado esta semana.

Solo hay que pensar, por ejemplo, que sin satélites no tendríamos internet en muchos puntos del planeta, incluso ni televisión. Que son necesarios para que los aviones vuelen con seguridad y los buques naveguen por océanos. Que ofrecen parámetros para realizar previsiones meteorológicas. También participan en la lucha contra el cambio climático porque son capaces de medir en tiempo real el espesor de los glaciares, el avance de la sequía o las emisiones de gases de efecto invernadero. Son fundamentales en catástrofes y emergencias. Vigilan grandes infraestructuras como miles de kilómetros de oleoductos. E incluso detectan el avance de plagas o la falta de agua en los cultivos.

Los satélites ya son imprescindibles en nuestro día a día. De hecho, según el informe 'The Space Report 2023' ese fue el año más activo jamás registrado en el espacio. Más de 2.800 satélites se desplegaron en su órbita, un 23% más que en 2022. La mayor parte eran para uso comercial. De estos, curiosamente, el 79% correspondieron a SpaceX, la empresa aeroespacial de Elon Musk.

Eso tiene una derivada: para que lleguen a su destino sideral se necesitan lanzaderas, que escasean, por eso existe una fuerte demanda de cohetes. El informe anterior dice que este 2024 se pondrán en marcha nuevos vehículos lanzaderas que provienen de grandes actores, pero la mayoría son de pequeñas empresas emergentes.

Y es que los avances tecnológicos han hecho posible democratizar el espacio, que resulta ahora más accesible tanto económica como técnicamente. Ahora hay hasta microsatélites o nanosatélites, denominados CubeSat, que pesan menos de 10 kilos, que se fabrican y se ponen en órbita en poco en 18 meses, cuestan un promedio de 2 a 3 millones de dólares y en 90 minutos han dado la vuelta a la Tierra. Frente a los grandes satélites que sobrepasan los mil kilos, se tardan en lanzar entre 5 y 15 años y pueden alcanzar la friolera de 500 millones de dólares. Las constelaciones de CubeSat son capaces de generar ingentes cantidades de datos para los usos más diversos desde la vigilancia del tráfico aéreo hasta optimizar maquinaria en una fábrica o localizar un nuevo yacimiento de minerales.

Innovaciones y oportunidades que no se escapan a la industria espacial española, la cual no ha dejado de crecer en los últimos años. En 2022, rebasó la barrera de mil millones de euros (en concreto 1.065) de facturación, según un estudio de la consultora KPMG con datos de las 25 empresas del sector espacial agrupadas en Tedae (Asociación Española de empresas Tecnologías de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio). Eso es un 14% más que el año anterior. Y supone el 0,9% del PIB industrial nacional. Unas cifras modestas si lo comparamos con la facturación del negocio aeronáutico dentro de la misma patronal, que supera los 8.700 millones.

Cuarta potencia

«Somos la cuarta potencia espacial de la Unión Europea si no incluimos al Reino Unido, si lo hacemos entonces seríamos la quinta. Francia, Alemania e Italia están por delante y la distancia con ellos es inmensa. Por eso una de las aspiraciones del sector es acortar ese 'gap' que nos separa de los tres líderes y ocupar la posición que nos corresponde por tamaño», comenta Jorge Potti, vicepresidente de Espacio de Tedae.

No nos faltan fortalezas ni capacidad para alcanzar esa posición. De hecho, «España tiene un sobre retorno de la Agencia Espacial Europea (ESA) por un valor de cien millones de euros. La capacidad española es superior a la participación que tenemos en los proyectos, somos capaces de abordar muchos mas programas de la ESA», aseguraba Diego Rodríguez en el IV Congreso de la Ingeniería Espacial.

Esto se entiende así: los programas espaciales de la ESA se financian con contribuciones económicas de todos los Estados miembros de la Agencia, en función del PIB de cada país. España aporta 300 millones de euros al año. «Aunque nos corresponde unos 400 millones por nuestro PIB. Italia aporta el triple y Francia cinco veces más», matiza Jorge Potti. Y existe una regla en este juego: el principio de 'retorno geográfico' por el que la ESA invierte en cada Estado miembro, a través de contratos industriales para programas espaciales, una cantidad más o menos equivalente a la contribución que ha realizado. Por tanto, lo que apunta Diego Rodríguez es que España recibe cien millones de euros más de los que aporta.

Fortalezas

«Somos el país más sobre retornado y eso demuestra que somos capaces de mucho más», afirma Jorge Potti. «En observación de la Tierra estamos llegando muy lejos -continua-, tenemos gran capacidad en satélites de telecomunicaciones, en navegación, en lanzadores, en seguridad y vigilancia del espaci, en ciencia espacial... La exploración es más complicada porque la inversión que se necesita para ir a la Luna o a Marte es enorme. Solo Estados Unidos y China están en ello. Ninguna otra potencia puede hacerlo. Europa lo hace en colaboración con otros países».

Francia, Alemania e Italia aún están por delante de España en inversión y músculo industrial

La industria espacial española ya está consolidada y ha madurado. Cuenta «con diversidad de empresas (grandes, 'midcaps' y pymes), especializadas tanto en industria como en servicios ('upstream' y 'downstream'), que permiten cubrir los diferentes ámbitos y necesidades del sector espacial. Contamos con altas capacidades científicas (universidades) y tecnológicas (centros tecnológicos y de investigación) que, junto al tejido empresarial, permiten que España sea líder en algunos segmentos y pueda desarrollar importantes misiones y proyectos, así como desarrollar instrumentos pioneros que permitan anticiparse a la demanda del mercado», destaca Ignacio Crespo, socio de consultoría de KPMG en España.

Tampoco falta talento, aunque escasea, para desarrollar nuevos proyectos. Y frente a otros países tenemos «alta competitividad de costes y un ecosistema e infraestructura espacial de nivel, en constante desarrollo, innovación y actualización acorde a las necesidades actuales y distribuidas por la geografía nacional», añade. No en vano, el sector invierte el 15% de su facturación en I+D+i, según datos de Tedae.

Carencias

Pero esas fortalezas no son suficientes para la nueva carrera espacial. La española es una industria que tradicionalmente se ha nutrido de programas espaciales europeos y de la ESA, que son los principales tractores del sector. «El sector público en el sector espacial tiene una dimensión europea. Los fondos públicos suponen dos terceras partes del total de la facturación de la industria que fabricamos infraestructura espacial», apunta Jorge Potti.

Nos falta una locomotora nacional. «Nuestros competidores -añade- tienen fondos gubernamentales mucho mayores. No contamos con programas nacionales donde la industria se pueda desarrollar para luego competir en entornos internacionales. Francia y Alemania tienen grandes agencias con presupuestos de miles de millones al año y su industria se capacita y compite a nivel global».

Y eso puede lastrar la competitividad del sector frente a las industrias espaciales de otros países. Ignacio Crespo también considera que «falta una estrategia clara, conjunta y sostenida en el tiempo, que defina prioridades en el marco de inversión a través de un Plan País del sector espacial. Y falta definir un presupuesto específico y un plan de financiación para el desarrollo de nuevas tecnologías y misiones espaciales. Los mecanismos de financiación tradicionales (subvenciones, préstamos) no se ajustan a las características o necesidades de los proyectos científicos-espaciales puesto que requieren de mayor tiempo de investigación y desarrollo».

'Made in Spain'

Recreación de vuelo del lanzador Miura 5 en el que trabaja la empresa alicantina PLD Space

Aún con esas carencias las empresas espaciales españolas han cogido muy buenas posiciones en el mercado global con sus innovaciones. La alicantina PDL Space ha dado un paso de gigantes: está desarrollando el primer cohete recuperable de Europa. Y es 'made in Spain'. El Miura 1 despegó con éxito desde las instalaciones del Centro de Experimentación de El Arenosillo, en Huelva, el octubre pasado. Alcanzó 46 kilómetros de altura y regresó a Tierra. «Hemos demostrado que podemos operar en esta industria que es compleja, requiere mucho I+D, mucho personal e infraestructura: desde recursos de fabricación a lugares de lanzamiento. Es un negocio que hay muy pocos porque tiene muchas barreras de entrada», cuenta el presidente ejecutivo Ezequiel Sánchez.

Ahora trabajan en el Miura 5 que tendrá la altura de un edificio de once plantas y alcanzará una altitud orbital (entre 400 y 800 km). Se lanzará en 2025 y será recuperable. Será el inicio de la actividad comercial. «Tiene que entrar en órbita y llevar el satélite a la órbita específica», matiza Sánchez. «Hemos conseguido el diseño, la fabricación y el lanzamiento de un cohete del que somos propietarios de todo el sistema, y no es de un tercero. Antes trabajábamos para otros, ahora la propiedad industrial es nuestra. Y esto es lo que está cambiando en la industria espacial española», se enorgullece Sánchez.

Se dice de la empresa vasca Satlantis que entiende el lenguaje de la luz a través del que ha desarrollado cámaras multiespectrales e infrarrojas de muy alta resolución que son instaladas en pequeños satélites para observar la Tierra. Se utilizan sobre todo para supervisar infraestructuras energéticas: depósitos de gas y pozos de petróleo, refinerías, aerogeneradores 'offshore', plantas nucleares, líneas eléctricas de alta tensión... Aunque sus aplicaciones son mucho más amplias.

Satlantis ha desarrollado cámaras multiespectrales e infrarrojas de muy alta resolución. A la derecha, el modelo iSIM-170

«Nuestras cámaras aportan grandes ventajas a los satélites de observación que tienen que ser muy ágiles, pero a la vez son muy delicados porque deben estar muy estables y no salirse de la órbita. Las cámaras aguantan mucho el movimiento y las vibraciones sin que afecte a la actividad de observación y ofrecen una resolución como la de una cámara con una distancia focal de metro y medio. Con nuestra tecnología, y si se dan las condiciones, un satélite puede hasta seguir una línea eléctrica de media o alta tensión durante mil kilómetros. En EE.UU., revisamos 50.000 kilómetros de tuberías de gas con el fin de detectar pequeñas emisiones de metano, algo muy difícil de ver desde el espacio», cuenta Juan Tomás Hernani, CEO de Satlantis.

Satlantis construirá dos cámaras para la misión Arrakihs, con la que la ESA pretende estudiar la materia oscura y que está liderada por un equipo de centros de investigación españoles. «Es la primera vez en 44 años que España lidera una misión científica y tecnológica. No se trata de crear un desarrollo específico nuevo sino que nuestra tecnología comercial se va a utilizar en una misión científica», explica Hernani.

Nanosatélites

De la Agrupación Estratégica Aeroespacial de la Universidad de Vigo se creó Alén Space, una empresa enfocada a comercializar productos y servicios para el 'New Space', un sector al que auguran un gran futuro. Tiene «mucha proyección», afirma Guillermo Lamelas, CEO de Alén Space. «El espacio -continua-, tal y como lo conocemos, va a cambiar por completo. Cada vez más, el sector privado está asumiendo un mayor liderazgo con nuevas soluciones comerciales. Hablamos de tiempos de desarrollo cortos, esa agilidad que permiten los pequeños satélites hace que, cuando se detecta una necesidad, se pueda empezar a trabajar en soluciones reales y ponerlas en órbita en poco tiempo y con costes asumibles. Todo esto encaja con las necesidades de empresas privadas que quieren ofrecer nuevos servicios y responder a las demandas de su mercado o con gobiernos que quieren complementar sus capacidades satelitales. Centros de investigación o universidades pueden también utilizar los pequeños satélites para probar tecnología en condiciones de espacio o para formar a los ingenieros del futuro», expone Lamela.

La empresa Alén Space nació como una spin-off de la Universidad de Vigo. Esta especializada en el diseño, fabricación y comercialización de pequeños satélites que se denominan CubdSat, como el de la imagen

Esta empresa lanzó en 2012 Xatcobeo, el primer nanosatélite de la historia de España. De ahí que se han especializado en el diseño, fabricación y operación de pequeños satélites para cualquier tipo de aplicación, «aunque tenemos larga experiencia en proyectos asociados a comunicaciones y a Internet de las Cosas», dice Lamelas.

Alén Space es uno de los socios principales de la misión LEO-PNT de la ESA, que pretende desarrollar tecnologías clave y demostrar los beneficios que suponen los satélites de órbita baja en servicios de posicionamiento, navegación y sincronización. La empresa viguesa proporcionará los primeros CubeSat (microsatélites) de demostración.

Nuevos horizontes aún por explorar para el despegue definitivo de la industria espacial española.

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