España avanza contracorriente en su adiós definitivo a la energía nuclear

A pesar de su utilidad para estabilizar el suministro en la transición renovable y de la reforzada apuesta de grandes potencias, nuestro país da la espalda a esta alternativa

Los cementerios radiactivos para toda la eternidad comienzan a cobrar forma

La central nuclear de Trillo (Guadalajara) ha solicitado al Gobierno la renovación de su autorización para operar por diez años más, hasta noviembre de 2034. La licencia actual expira en noviembre de este año

Con la energía nuclear el Gobierno no da ni un paso atrás y, como cabía esperar, en el último Consejo de Ministros del año pasado confirmó el cierre definitivo entre 2027 y 2035 de las siete centrales nucleares que hoy están operativas en ... España. Una decisión a contracorriente de los movimientos que se están produciendo a nivel global y europeo ya que la demonizada energía nuclear comienza a ser vista con buenos ojos y despierta interés para nuevas inversiones. De hecho, el pasado diciembre, el Consejo Europeo la incluyó entre las diez tecnologías estratégicas y neutras en carbono que pretende impulsar la futura Ley de Industria Net-Zero. Eso significa, que junto a otras como la eólica y la solar, también recibirá incentivos para obtener mejores condiciones de financiación o permisos con mayor rapidez.

Poco antes, en la Cumbre del Clima de Dubai, la energía nuclear hizo historia al ser incluida en el acuerdo final de la conferencia como una de las tecnologías de bajas emisiones que acelerar para la descarbonización. En ese escenario, 22 países no solo reconocieron que juega un papel clave en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero sino que además se comprometieron a triplicar la potencia nuclear instalada desde 2020 hasta 2050. En ese grupo se encuentran potencias nucleares como Estados Unidos, Francia, Japón, Corea del Sur y Canadá, naciones como Emiratos Árabes, Reino Unido y Países Bajos, y también otras tan amigas del medio ambiente y defensoras de la lucha contra el cambio climático como Finlandia y Suecia.

Solo hay que echar un vistazo a los datos que proporciona en su web la Asociación Nuclear Mundial para comprobar el giro que se está produciendo a favor de esta tecnología. Hoy día 436 reactores nucleares están operativos en todo el planeta y se prevé la construcción de 503 nuevas centrales nucleares en 38 países: 62 están en construcción, 113 planificadas y otras 328 han sido anunciadas.

Contexto

Un cambio de actitud hacia la energía nuclear que viene derivado de los tiempos que vivimos. Para luchar contra el cambio climático, muchos países buscan tecnologías que generen electricidad sin emitir CO2. Y la crisis energética desencadenada por la guerra en Ucrania ha puesto en evidencia la gran dependencia que tenemos del exterior para suministrarnos de gas, con los riesgos que eso supone para la estabilidad del sistema eléctrico y para garantizar unos precios energéticos más regulares. Así que se mira a la nuclear para resolver la ecuación. «El gas es emisor de CO2 y además muchos países dependen de otros para conseguirlo. Las renovables son baratas pero impredecibles e intermitentes. La nuclear cumple todas las expectativas: no genera emisiones, da robustez a la red eléctrica, es competitiva en precios y permite a muchos países reducir su dependencia energética», asegura Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear, la patronal que representa a toda esta industria en nuestro país.

Pero España ha elegido seguir otro camino casi en solitario entre todos sus socios comunitarios: el cierre de sus siete centrales nucleares, como recoge el VII Plan General de Residuos Radiactivos, aprobado en el último Consejo de Ministros de 2023. Solo Alemania ha tomado la misma dirección. En una decisión histórica apagó sus últimos tres reactores nucleares el pasado año, pero hoy, pocos meses después, se ha abierto de nuevo el debate para reactivarlos y apostar por otros más modernos y pequeños con el fin de avanzar en la descarbonización y garantizar la estabilidad energética. Amén de no tener que utilizar combustibles fósiles como alternativa.

Las siete centrales operativas en España cesarán su actividad entre 2027 y 2035

El bloque a favor

Bien diferente es la posición francesa, que lidera el movimiento a favor de la nuclear en Europa. No en vano es el segundo país con más reactores nucleares de todo el plantea (56), tras Estados Unidos (93), y se ha embarcado en un nuevo programa para levantar otros nuevos. En esa misma línea se posiciona Finlandia que el año pasado inauguró el reactor nuclear mayor de Europa. Y Suecia, que ha anunciado la necesidad de multiplicar por tres su producción nuclear durante las dos próximas décadas para aumentar así su producción eléctrica.

Pero la nuclear en nuestro país está condenada a la extinción. No cuenta ni con apoyo social, ni económico y mucho menos político por parte del actual Gobierno de coalición. Y eso que proporcionan el 20% de la electricidad que consumimos, según datos de Red Eléctrica de España. En el mix energético, es la segunda fuente de generación de electricidad, por detrás de la eólica (24%) y seguida del ciclo combinado (17%) y la fotovoltaica (14%). Por eso muchos se plantean que debería seguir manteniendo su papel mientras se avanza en la descarbonización, se despliegan de forma masiva las renovables y mientras se mantenga un contexto de precios energéticos altos y muy sensibles a los acontecimientos geopolíticos.

Aunque las elevadas inversiones realizadas hace años en las centrales nucleares ya están amortizadas (las que se encuentran operativas se construyeron en la década de los ochenta), soportan fuertes cargas fiscales por parte de todas las administraciones. Pero eso no impide que sean competitivas, como garantiza el presidente de Foro Nuclear. «No podemos vender por encima de 67 euros el MW/hora aunque el precio del mercado esté más elevado, como ahora que se encuentra a 73 euros el MW/h. Además, las centrales producen todos los días de manera estable dando así robustez al sistema cuando no hay sol ni viento. Si paramos las centrales, será difícil que España pueda retomar la carrera nuclear y construir nuevas centrales con las fuertes inversiones que eso supone», defiende Araluce.

Prolongar la vida útil

Los riesgos de no contar con esta fuente de energía parecen claros para los expertos. «En el momento que cierren las centrales se van a sustituir por gas que emite mucho más CO2 y supondrá además multiplicar por cuatro el precio de la luz. Cuando una central llega al fin de su vida útil produce electricidad con la tecnología más barata de todas las incluidas en el mix energético», afirma Yolanda Moratilla, presidenta del Comité de Energía del Instituto de Ingeniería de España.

Esa es la idea más extendida que se persigue: prolongar la vida útil de las centrales o repotenciarlas con nuevas inversiones. El Gobierno ha diseñado un calendario de cese de actividad de las centrales, una vez transcurridos 40 años de funcionamiento. «Esa es la vida de diseño», señala Araluce. Es decir, el tiempo mínimo de funcionamiento, desde su puesta en servicio, durante el cual se espera que la instalación funcione con plena seguridad y rentabilidad. Por tanto, su viabilidad técnica puede resultar superior.

Las nucleares aún proporcionan el 20% de la electricidad que consumimos

«Las centrales se encuentran en muy buen estado de salud. Los programas de vigilancia miden parámetros que demuestran que están preparadas para operar durante mucho más tiempo. Se ha invertido en ellas y se han cambiado equipos por otros más modernos», garantiza Araluce.

De hecho, si se sigue de forma escrupulosa y eficiente los procesos de mantenimiento y actualización de los reactores, otros países están comprobando que pueden ser operativos durante más años. «Las centrales de Estados Unidos son de la misma tecnología que las españolas. Varias ya cuentan con licencia para operar 60 años y algunas 80», dice Araluce. «También Japón ha anunciado que las suyas llegarán a los 70. Y Finlandia acaba de aprobar que uno de sus reactores funcionará más allá de los 70. Francia está haciendo estudios para analizar la viabilidad de que alcancen los 80. E incluso el Consejo de Seguridad Nuclear de España (CSN) ya ha aprobado que varias centrales nucleares españolas operen unos 46 años», indica Javier Dies, consejero del CSN, presidente de la Plataforma Tecnológica de Energía Nuclear (Ceiden) y catedrático de universidad en Ingeniería Nuclear.

Que la nuclear es una energía de transición a la descarbonización parece la opinión mayoritaria. Pero «hay que ponderar sus ventajas e inconvenientes», considera Luis Atienza, ex presidente de Red Eléctrica de España y presidente de Argo Capital, gestora de inversión especializada en transición energética. «Si en estos momentos cerramos las centrales nucleares, serán sustituidas por plantas de ciclo combinado. Por tanto más gas, más emisiones, más importaciones, más dependencia energética, precios más caros... En términos de costes también habría que analizar cuánto hay que invertir para alargar su vida útil», estima.

Sin embargo, el experto cree que si se prolonga la actividad de los reactores «ganaríamos tiempo para desarrollar de forma más progresiva y ordenada la eólica y fotovoltaica. Y además nos permitiría conseguir lo que más necesita el sistema eléctrico español con muchas renovables que es la flexibilidad. Esta se lograría con el almacenamiento (en baterías y por bombeo) para acumular energía cuando no hay sol ni viento. Y adaptando la demanda a las horas de más recurso solar y eólico».

Las renovables

Aún así el futuro a largo plazo de las centrales nucleares no parece tener recorrido ante la fuerte competencia de las renovables. «Hemos sido un país pobre en recursos fósiles. Y el futuro energético, según todas las proyecciones, está basado en un porcentaje muy elevado en la energía eólica y en la fotovoltaica. Dos tecnologías en las que tenemos grandes ventajas frente a otros países, porque contamos con mucho recurso, mucho sol y muchos kilómetros de costa para la eólica flotante y mucho territorio para la eólica terrestre. Además hemos desarrollado actores tecnológicos, industria e inversores relevantes a nivel internacional. No veo ningún interés en gastar energía social y económica en una tecnología en la que no tenemos ventaja competitiva como es la nuclear», valora Atienza.

Aunque por ahora la energía nuclear esté condenada en España, nunca está de más abrir el debate para repensar su papel en la transición que nos queda por delante a la deseada economía descarbonizada.

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