Escrivá y el pecado original que tiene que purgar
El nuevo gobernador llega al Banco de España con una pesada losa –haber sido ministro–. Sus acciones y el tiempo dirán si es capaz de desprenderse de ella y actúa con independencia de Sánchez o si hace como Tezanos, y pone la institución al servicio del Gobierno
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EL comienzo del curso político-económico está siendo igual o más de agitado que el final del año pasado. Sin esperar a septiembre vimos como el PSC se comprometió con ERC a aprobar un concierto a la catalana para conseguir investir a Salvador Illa ... como presidente de la Generalitat y unas semanas más tarde, nada más estrenar el mes, Sánchez se despacha con el nombramiento del ministro Escrivá como gobernador del Banco de España rompiendo el tradicional consenso con el principal partido de la oposición. Ambas decisiones, de gran calado, van a traer cola los próximos meses. Debo reconocer que si en mi último artículo en estas páginas, a finales del pasado mes de julio, cuando ya ambos temas estaban encima de la mesa, me hubieran pedido un pronóstico, hubiera dicho que ni siquiera Pedro Sánchez se atrevería a ir tan lejos ni en un tema ni en el otro. Pero como tantas otras veces cuando se trata de pronosticar futuras decisiones de este Gobierno, me equivoqué. Al presidente no le ha temblado el pulso para comprometerse con el independentismo catalán a aprobar su ansiado cupo, aunque eso suponga ponerse en contra a todo su partido; y tampoco a nombrar a un ministro gobernador, pese a las advertencias que se le han hecho sobre el daño reputacional que se le puede hacer a la institución.
Creo que ni yo ni nadie, o casi nadie, cuestionamos el currículum del ya exministro Escrivá, aunque algunos hayamos criticado su reforma de las pensiones, por el aumento de gasto que lleva implícito, pero eso es una cosa y otra es que sea muy difícil encontrar a alguien del mundo económico que aplauda que se pase directamente del Consejo de Ministros a la silla del gobernador. De hecho el propio Sánchez criticó que el Gobierno de Zapatero hubiera nombrado para este cargo a Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que había sido secretario de Estado de Hacienda del Gobierno de Zapatero.
José Luis Escrivá, por tanto, llega al Banco de España con un pecado original, haber ocupado una silla en el Consejo de Ministros, un pecado que tendrá que purgar si quiere que el supervisor tenga al menos una mínima apariencia de independencia.
Teniendo en cuenta, además, que ser gobernador es –según dicen quienes le conocen bien– el sueño más preciado de Escrivá, lo lógico es que intente mantener el alto listón que la institución ha tenido con su antecesor, Pablo Hernández de Cos. Es por ello que cuando se dice que Escrivá va a entrar en el banco como elefante en cacharrería cambiando a todo el equipo de De Cos, nombrando a una gobernadora afín al PSOE y alabando todas las reformas del Gobierno, yo tenga serias dudas al respecto.
Lo lógico, si lo que quiere es purgar el pecado original de haber sido nombrado por Sánchez, no es que se convierta en su esbirro, y ponga el Banco de España al servicio del Ejecutivo –como ha hecho Tezanos con el CIS– sino que intente demostrar la independencia de la institución, empezando, por ejemplo, por nombrar como subgobernadora –porque será una mujer sí o sí quien ocupe el puesto– a un perfil moderado, no ligado directamente al PSOE. También tendría sentido que mantuviera algunos de los directores generales del equipo anterior o que los que nombrara no fueran perfiles muy políticos. Y del mismo modo, debería garantizar la independencia en los informes en los que se analicen las políticas del Gobierno. Esto no es incompatible con una modernización de la estructura del Banco España que, según reconocen desde dentro, es más que necesaria. No será fácil, pero Escrivá tiene en su mano salvar el prestigio de la institución que ya preside. ¿Querrá hacerlo? Veremos.
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