Eduardo Serra, exministro de Defensa: «El país debería ser consciente de que nada es gratis»
RETOS PARA UN NUEVO MUNDO
El también abogado del Estado ha trabajado con los tres grandes partidos que han gobernado España en democracia y sostiene que uno de nuestros grandes problemas hoy es la baja calidad de los políticos
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Eduardo Serra Rexach (Madrid, 1946) fue el número uno de su promoción de abogados del Estado (1974). En 1977 fue reclutado en el gabinete técnico de Alberto Oliart, ministro de Industria de Adolfo Suárez. Con Calvo Sotelo fue subsecretario de Defensa y el socialista ... Narcís Serra lo mantuvo en el cargo y lo promovió a secretario de Estado en 1984 y hasta 1987. Ese año comenzó su relación con el llamado 'tercer sector' (el de las fundaciones) al incorporarse a la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Más tarde sería presidente del Real Patronato del Museo del Prado y presidente fundador del Real Instituto Elcano. Estuvo también en el sector privado, en Airtel, cuando se rompió el monopolio telefónico. Y en 1996, Aznar lo llamó como ministro de Defensa. Serra ha trabajado para los tres partidos que han gobernado España en democracia, aunque no ha militado en ninguno de ellos. Hoy dirige la Fundación Transforma España.
—¿Cuál es el objetivo de la Fundación Transforma España?
— Conseguir que España, que había dado un salto adelante –y siento tener que decir 'había dado' porque antes decía 'que ha dado'–, vuelva a recuperar ese ímpetu y en el futuro próximo siga siendo un país de relevancia y de referencia.
— ¿Cuál es el principal problema que tiene España?
— Desdichadamente tenemos problemas notorios, pero, a mi modo de ver, el más importante es que la sociedad española debería ser consciente de que nada es gratis, que si se quiere tener una vida buena, hay que ganársela. Ese es un conocimiento que los españoles han tenido siempre, pero quizá con la riqueza o con el bienestar de los últimos años a una parte de la población española se le ha olvidado.
—¿Se nos ha olvidado que la riqueza y la democracia son reversibles?
—Pues sí, a las dos cosas España ha llegado muy tarde: a la riqueza, hace 60 años, a la democracia, hace más de 40 y pensábamos que éste era el fin del camino. Desdichadamente nos empezamos a dar cuenta que el camino es reversible.
En realidad el proyecto de Transforma España arranca con la crisis financiera de 2008. Serra presidía entonces la Fundación Éveris que entrevistó a 100 empresarios para un libro que se tituló 'Las claves para transformar a España'. «Era un libro optimista que creía en el futuro. Se lo llevamos al rey Juan Carlos, lo que molestó mucho a Zapatero y eso nos hizo famosos». El libro tenía ocho propuestas: «La más urgente era cambiar el modelo productivo, la más importante era modificar el sistema de enseñanza», recuerda. Decidieron repetir la jugada con un libro sobre el talento, en el que se pedía un pacto educativo estable, para que los jóvenes españoles no estuvieran en inferiores condiciones a los franceses o coreanos. «También se lo llevamos al rey, que organizó una mesa en la Zarzuela, a la que aprovechamos de invitar a rectores catalanes y quedó muy bien, pero estaba de presidente del Gobierno Mariano Rajoy y como a éste no le molestó, ya no fuimos tan famosos».
—Hoy la situación del tercer sector no es tan pujante como era a principios de siglo.
— Al principio se juntaron empresas estupendas detrás de este proyecto. Pero cada vez hay menos. Creo que la causa última ha sido la desaparición de las cajas de ahorro que aportaban el 90 por ciento de los fondos del tercer sector. Ahora todo el mundo habla de la sociedad civil, pero la sociedad civil que en 2007 tenía 7.000 millones para distintos proyectos, en el año 2022 apenas tiene 700 millones: los 500 millones de la Fundación la Caixa, los 40 millones que pone Telefónica, los 20 millones de la Fundación Rafael del Pino y se ha terminado. Las grandes empresas se fueron y nos quedan algunos, más que nada como amigos. Hay dinero para fundación contra el cáncer o para la ELA, pero cuando hablas de algo abstracto como mejorar España, la gente no se anima y entonces estamos pasando una época muy, muy mala.
— Nuestro modelo filantrópico tampoco es muy avanzado.
— No, pero ha mejorado. Ahora al cabo de dos años te descuentan de tu impuesto el 40 por ciento de lo aportado. Recuerdo de mi época del Prado que empezamos haciendo una ley para deducirse las aportaciones. El nuevo Prado nació así. Lo primero que hay que tener en cuenta es que hemos tardado en ser ricos. Estados Unidos lleva 200 años siendo rico. Yo voy a morir en un país rico, pero nací en un país pobre. Mi casa de vacaciones no tenía ni electricidad ni agua corriente. Para que un país pueda tener una filantropía decente, se necesitan tres condiciones: primero, algo de dinero; segundo, cultura de la filantropía y tercero, un buen tratamiento fiscal
— ¿Qué otros problemas tenemos?
— Bueno, hay un problema urgente de corto plazo que es una clase política poco competente.
— Eso mismo dijo Núñez Feijóo hace nada.
—Sí, tiene razón. Tenemos una clase económica buena, mejor de lo que nos creemos. Tenemos talento, tenemos iniciativa empresarial, eso no existía antes y sí existe ahora. Pero tenemos una clase política con un gran problema y es que se dedican a lo suyo y no a resolver los problemas del país. Además, tenemos una situación donde intentan apropiarse de las instituciones empezando por aquellas que podríamos llamar 'amorfas', pero terminando por la Fiscalía General del Estado, por los jueces, y en esa situación se pone en peligro el Estado de derecho y por tanto la democracia, y también se perturba el funcionamiento normal del resto del país.
— Lo de la clase política sólo lo puede arreglar la ciudadanía votando.
—Ellos y los jueces. Había una película estupenda que se llamaba 'El barco de los locos', un transatlántico que salía de México hacia Alemania antes de la llegada de los nazis al poder. En un camarote coinciden un tipo con las ideas antisemitas de la época y un judío alemán que, pese a las amenazas, desea volver a su país. Y el primero dice: «La culpa de todo lo que pasa en Alemania la tienen los judíos». Y el otro responde: «Sí señor, los judíos y los ciclistas». Y el primero se vuelve y le dice: «¿Por qué los ciclistas?». Y el otro replica: «¿Por qué los judíos?» Estamos en una situación parecida. Sí, esto sólo lo pueden resolver los ciudadanos, y los jueces, porque si no contamos con la Justicia se puede hacer poco.
Serra fue un actor esencial en el reordenamiento del sector empresarial de Defensa. Había una serie de empresas dependientes del Instituto Nacional de Industria (INI) que se vendieron o se fusionaron. Y se crearon otras como Indra.
— Hoy hay un retorno del Estado a las empresas. ¿Qué le parece?
—No soy capaz de dar una respuesta global. A mí me parece bien lo que se hizo en Indra. La materia de la industria de defensa o se coge a escala europea o no se coge. Indra tiene la virtualidad de que sirve para tierra, mar y aire, así que está bien visto lo de hacer de Indra el pivote español en la industria europea de defensa. Que ahí entrara el Estado, pues me parece bien. Por dos razones: una como garantía de defensa de los intereses nacionales y dos para evitar que ahí entren otros, como lo que está pasando con Talgo. A veces no tienes otras herramientas para evitar que te quiten tus grandes industrias.
— Pero el caso es que tenemos esas herramientas, tenemos normas que exigen la autorización del gobierno para entrar en empresas estratégicas. ¿Por qué cree que el Gobierno ha preferido entrar en Telefónica y no decirle al fondo saudí que no directamente?
— Por eso digo que no soy capaz de dar una respuesta global.
—Me imagino que no le harán muy feliz los problemas corporativos que ha tenido Indra con su consejo.
— Claro. Me repugna la tendencia del Gobierno a ir ocupando parcelas de sociedad civil. Y pocas de ellas son tan cualificadas como los consejos de administración de las empresas. Y por otro lado reconozco que en casos como el de Indra es bueno que entre el Estado, porque ¿quiénes van a ser los clientes de Indra? Indra hace dos cosas: una es una empresa de defensa y otra es una empresa de consultoría. Yo diría, deje la consultoría, que tenemos muchas empresas, y concéntrese en defensa. Y en la defensa el cliente es el Estado que debe tener una pata ahí para ver qué sucede. Entonces, no tengo una respuesta unívoca, pero recelo de ese ánimo expansivo del Estado y por otro lado comprendo que en algunos casos puede estar bien. A mí me parecería tremendo que Telefónica dejara de ser española.
— ¿Por qué cree que no hay dinero español para comprar Telefónica?
— Bueno, es que tenemos que darnos cuenta de que hay poco dinero.
— ¿Nos falta seguridad jurídica?
— Bueno, es elemental que falta seguridad jurídica si estamos poniendo en tela de juicio la separación de poderes. Pero la verdad es que sigue habiendo inversión extranjera. Hay que tener en cuenta una cosa, nosotros somos expertos en mirar con el microscopio la realidad nacional, pero no estamos acostumbrados a mirar fuera. ¿Cómo está la seguridad jurídica aquí? Mal, vale. Pero, ¿cómo está en Francia, en Alemania, en Italia, no digamos en México?
— Veamos Francia ¿qué tan estratégica le parece Danone?
— Me parece de broma que se la considere estratégica. Hay un caso peor que se llama Valeo. Hace repuestos para automóviles y la quiso comprar otra empresa, no francesa, y el Estado vetó la operación.
— Dijo que faltaba dinero y eso tiene sentido porque el Banco de España dice que llevamos 15 años divergiendo de Europa en rentas.
— ABC publicó una Tercera estupenda de un profesor que explicaba como China crece al 6 por ciento y Occidente al 2 por ciento. La mayoría de la opinión pública no sabe lo que es la separación de poderes y cuando se le dice que se está estropeando pues le da igual, pero sí saben lo que es crecer al 6 por ciento. Esa Tercera decía que el porcentaje de crecimiento dice poco. China el año 1960 tenía 218 dólares de renta per cápita y hoy tiene 11.000. Ha crecido 50 veces. Estados Unidos tenía 20.000 dólares per cápita y hoy tiene 50.000. Ha crecido dos veces y media, pero ha crecido más que China. Eso en España lo recordamos muy bien, cuando se crecía el 7 por ciento en la década de los 60. Al 7 por ciento partiendo de 300 dólares de renta es muy fácil, pero al 7 por ciento partiendo de 30.000 no lo es tanto. Dicho esto, es verdad que nos están engañando en relación con Europa. Lo que pasa es que la propaganda puede mucho pero no estamos creciendo, estamos decreciendo.
—¿Cómo podríamos liberar las fuerzas del crecimiento en España?
—La creación de riqueza en España es imprescindible. Si no creamos bienes que otros nos quieran adquirir, da igual que sean frutas o verduras o que sean satélites, no podemos pagarnos las cosas que necesitamos. Segundo, si uno quiere crecer tiene que favorecer a los creadores de riqueza que son las empresas. Aquí se sigue hablando mal de la empresa. En fin, hemos estado sumergidos en la cultura política de la izquierda y el mundo va para otro lado.
El Estado empresario
«Me repugna la tendencia del gobierno a ir ocupando parcelas de la sociedad civil, pero por otro lado admito que en casos como Indra es bueno que esté el Estado ahí»
— ¿Dónde debería España elaborar consensos muy amplios? ¿Qué dos o tres tareas deberíamos ponernos como país?
— Donde tradicionalmente se necesitan consensos de Estado es en los asuntos exteriores y en su auxiliar que es la defensa. Cuando yo estuve en el Gobierno los asuntos de Estado se respetaban, había consenso, se buscaba y en muchísimos casos se conseguía el consenso. Pero estamos viviendo en un mundo que cada día se parece menos al mundo del que venimos. Y en un mundo globalizado, la política educativa es cuestión de Estado. No podemos formar a nuestros jóvenes en peores condiciones que sus competidores de mañana. La política industrial, la política medioambiental deben ser políticas de Estado. ¿Y por qué? Quizá la peor secuela que nos ha quedado del pasado es pensar que estamos solos, que estamos aislados. Ya que casi todo lo importante se decide fuera de nuestras fronteras, a usted le interesa estar lo más cerca de la primera fila del concierto internacional. ¿Y cómo se distingue un país serio de otro que no lo es? Mire, los países serios tienen políticas estables, los países poco serios dan bandazos. Cuando un país da bandazos deja de ser respetado por los demás.
— No sé si conoce esa anécdota que contó Donald Tusk de que en un Consejo Europeo Pedro Sánchez les pidió que no hablaran más de guerra porque en España era un término impopular. ¿Le habría gustado ser ministro de Defensa en las actuales circunstancias?
— No claramente no. Pero verá cuando estuve en el Gobierno lo que más veces repetía era que había que hacer pedagogía. La gente no nace sabiendo, es obligación de los que llevan los asuntos públicos explicar lo que se hace y por qué lo que hace. No lo contrario. Como a la gente no le gusta la guerra, no hablo de la guerra. Mire usted, su obligación no es ser popular, su obligación es hacer lo que beneficia a la mayoría de su pueblo. Esa es una buena razón para no ser ministro de Defensa.
— ¿Cuál va a ser el futuro de OTAN?
— La OTAN, como el Fondo Monetario Internacional o las Naciones Unidas, son el fruto de un determinado momento histórico que es el fin de la Segunda Guerra Mundial. La OTAN se hizo para defender las democracias frente al comunismo de la Unión Soviética. Y ha salido bien. La Guerra Fría se saldó sin una sola víctima y con victoria, diríamos en el lenguaje coloquial, de los buenos. El mundo está cambiando dramáticamente. Entonces, puede que algunos vean que la OTAN ya no es la defensa del mundo libre sino del mundo de los ricos. Tenemos que hacer pedagogía para desmentir eso. Para eso que tenemos que meter a países no ricos para que se pueda defender con mejores argumentos la libertad. Me refiero en concreto a países de América Latina.
— La OTAN es una alianza que tiene una estructura mucho más suelta que una política única de defensa europea. ¿Cree que algún la habrá?
— Lo primero que tiene que existir es Europa. Europa existe para los europeos, pero cuando uno viaja a China o a la India o a Rusia y le preguntan a uno dicen que saben muy bien lo que es Francia o lo que es Alemania, pero no lo que es Europa.
— ¿Cuál es el teléfono de Europa decía Kissinger?
— Luego a mi modo de ver es absolutamente conveniente que exista Europa. El año 2000 entre las diez economías más importantes del mundo había cuatro europeas: Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia. Hoy queda Alemania y en cinco años ya no estará. Si Europa quiere seguir haciendo oír su voz en el mundo tiene que unirse, sino no tendremos economías entre las diez más importantes. Y en cuanto a la política de defensa, lo primero que hay que tener es capacidad de defensa. De manera que mi orden de prioridades es: primero hay que tener Europa, segundo, Europa tiene que tener capacidad de defensa, tercero, Europa tiene que tener política de defensa.
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