Carros Rolser, de cestería de mimbre familiar a conquistar las aceras de Nueva York
Al principio...
La empresa nació en 1966 en Pedreguer, Alicante, con los padres y los hijos trabajando en casa. Hoy facturan 22 millones de euros al año, venden sus carros en los cinco continentes y tienen fábrica propia en EE.UU.
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![La CEO de Rolser, Mireia Server, y su primo Vicent Server, en la fábrica de Pedreguer, Alicante](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2024/03/30/DAMBin(1)-RzLFMaLp1fDkm4jzYmKkHIO-1200x840@diario_abc.jpg)
Cuenta Mireia Server que se le escapa un «mira, mira», con alegría incontenida e imaginamos que con codazo a su acompañante, cuando va por Nueva York y ve por la acera un carrito de Rolser. Son los suyos, los de su empresa ... familiar. Tercera generación de fabricantes de bolsos y carritos, a ella, junto a su primo Vicent Server, ambos CEO de Rolser, les pillamos, tan solo un par de días antes de esta entrevista, en Chicago. En una feria del sector. Como a la de Chicago, también van a la de Nueva York. Porque Rolser, la fábrica de carritos de la compra que nació en Pedreguer, Alicante, 8.050 habitantes, donde se sitúa su factoría principal, tiene también sede en EE.UU.
En el caso de los Server, no sería correcto decir que nadie hubiera imaginado que algún día terminarían haciendo negocio en EE.UU. A principios del siglo XX, cuando la filoxera arrasó la vid en la zona de Levante, sumiéndola en una fuerte crisis, la familia barajó emigrar al otro lado del Atlántico para buscar una forma de vida. Tenían familia en Connecticut. ¿Por qué no intentarlo allí? Sin embargo, algo les hizo quedarse y comenzar un negocio. Ese que décadas después sí llevaría a sus nietos hasta USA. Ahora bien, no como emigrantes en busca de una mejor vida, sino como empresarios apostando por nuevos mercados. Pero, ¿cuál fue aquel negocio? El de los cestos y capazos de mimbre. Volvemos a Pedreguer, año 1966. Vicente Server e Isabel Pérez, junto a sus tres hijos, comienzan a tejer y trenzar mimbre.
Recuerda Mireia que era lo que había en el pueblo. Ella, como su primo Vicent, aún no había nacido, lo hicieron en 1978, pero llegarían todavía a tiempo de ver aquella cultura de fabricar a mano capazos y cestos en las casas. «Esta era zona de mucho comerciante y productos muy artesanales como capazos, sombreros, bolsos y costureros». Las familias aceptaban la faena que se podía ir sacando en casa. Todo con lo que tenían alrededor. «Mimbre y palma era lo que crecía por aquí», explica Vicent.
La revolución llegaría a la familia unos años antes de que ellos nacieran. En 1972 se decidió añadir un chasis y unas ruedas a las cestas. «Fue el primer carrito de lo que luego sería la gama de productos Rolser», recuerdan los primos. Un avance que no era un invento original propiamente dicho, porque «el producto ya existía, los franceses iban más adelantados», pero que convirtió a los de Pedreguer en pioneros en España. Comenzaron, desgrana Mireia, con un pedido de la cadena de supermercados Spar. En ese momento, la familia se reúne para valorar la situación: «Si hemos hecho un producto y a esta cadena le ha gustado es que estamos haciendo algo bueno de diseño y de calidad».
![En 1974, la tercera de los hermanos, Paquibel, se une a la empresa familiar](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2024/03/30/image-doss-U12750157382gFC-760x427@diario_abc.jpg)
Después, entró un pedido de Galerías Preciados y ahí, afirman los primos, «explosiona el tema». Los dos hermanos, Joan y Salvador Server, segunda generación de empresarios cesteros, deciden que hay que comprar maquinaria. Hay que automatizar la fabricación. Sólo dos años después, en 1974, se incorpora a la empresa la hermana pequeña, Paquibel. Y así, en 1978, el año en el que nacieron Mireia y Vicent, toda la familia constituye la empresa Rolser. ¿El nombre? Es la suma de rol, de «roll» -rodar en inglés-, y Ser, primera sílaba de Server. Premonitorio, otra vez, de la internacionalización que vendría. En más de 60 países de los cinco continentes se venden hoy sus carritos. De Japón a Argentina y México, de EE.UU. y Francia hasta Australia. «Vendemos hasta en China, que es la cuna del nacimiento de nuestras copias», dice Mireia. Facturan, en total, unos 22 millones de euros al año.
Con el desembarco en Galerías Preciados, Rolser crea un catálogo y una red comercial para presentar el producto en ferreterías, bazares… Uno de sus carros costaba entonces entre 200 y 300 de las antiguas pesetas. Hoy se venden a partir de 40-50 euros.
Había empezado un despegue que parecía imparable, y probablemente lo fue. Pero no lineal. Y no por el mercado. «En 1981», recuerda Vicent, «un incendio quemó todo». «Creemos que fue un cortocircuito. Cuando eurllegaron no se podía ni entrar. Se perdió el 90% del material y la documentación. Fue un drama, un choque muy fuerte», continúa. Y sin embargo, salieron adelante. «Gracias a la ayuda de vecinos, de trabajadores y de toda la familia, en un mes y medio estaban otra vez produciendo». Entonces, Rolser contaba con una docena de empleados. Hoy suman 200.
![En 1966, Vicente Server Ferrer e Isabel Pérez Costa empiezan a caminar en la empresa que será la semilla de Rolser](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2024/03/30/image-U63020583175rrg-760x427@diario_abc.jpg)
Además de la de Pedreguer, tienen una fábrica en Vietnam y trabajan con otras empresas que inyectan plástico o les proporcionan ruedas. Pero «el montaje final», apunta Vicent, Server, se hace en su pueblo natal.
Desde que se conformaron como empresa, la familia apostó siempre por mantener la marca. «Habría sido fácil producir para otros, dejarnos llevar por grandes superficies que te dan volumen, pero las dos generaciones tuvieron claro que no querían caer en eso». Hoy, Rolser forma parte del Foro de Marcas Renombradas y además de carros y bolsas para la compra, fabrica escaleras y tablas de planchar.
![Proceso de producción en la fábrica Rolser de Pedreguer, Alicante](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2024/03/30/DAMBin(2)-U53606274027zKS-760x427@diario_abc.jpg)
Pero el producto estrella sigue siendo el carro. Facturan entre 500.000 y 600.000 al año, con capacidad para alcanzar el millón. En 2020-2021 alcanzaron sus picos: entre 700.000 y 800.000 carritos vendidos. Cuando les preguntamos por los peores momentos de la compañía, la mayoría de las firmas nacidas después de la Guerra Civil española hablan del coronavirus. No es el caso de Rolser. «El año de la pandemia, el carro se convirtió en una cosa imprescindible para salir de casa. Todo el mundo tenía que tener o un carro o un perro para salir a la calle», dice Vicent.
Fue un boom. «Cerramos un mes o no llegó. Cerrados, cerrados, estuvimos una semana. Enseguida empezamos a incorporarnos, y al mes, teníamos más del doble de trabajo que el mes anterior». Fue, dicen los primos, un año de locura. A nivel nacional e internacional. «La explosión». Ampliaron la plantilla, con unas 25 personas más y doblaron turnos. Toda la venta, al principio, online. Rolser había desarrollado una estructura de venta por internet que les permitió hacer frente a tal demanda.
«El año de la pandemia, el carro se convirtió en una cosa imprescindible para salir de casa. Todo el mundo tenía que tener o un carro o un perro para salir a la calle», dice Vicent
¿El carro de la compra era una cosa de otras generaciones? ¿Ha vuelto a haber uno en cada casa? En Rolser afirman que siempre han ido creciendo, con paso lento pero seguro. Ayuda, creen, su adaptación a los nuevos tiempos. Venden bolsas para la compra, de diferentes modelos, para contribuir también a la reducción del plástico de un solo uso. Son del equipo del pequeño comercio. Y son optimistas.
- ¿Cómo ha cambiado la forma de comprar o de transportar la compra de los españoles?
Vicent.- Hubo un boom de los hipermercados, pero estamos volviendo al gusto de salir a comprar, ir a la tienda de barrio, al mercado, a elegir el pescado que te gusta... No la compra por necesidad, sino por darte el placer de salir. Hemos visto que la gente quiere este cambio, que coge su carrito el sábado...
Mireia.- Es importante que el comercio de proximidad no desaparezca, es el que nos da la oportunidad de no abusar de tanto plástico de un solo uso. Hay mucha gente que se queja de tener que comprar la bandeja de seis manzanas cuando sólo necesita dos. Ir a tu frutería de barrio, aparte de que da vida al barrio, ayuda a que puedas elegir la fruta, la verdura… Es otro concepto de vida.
Eso es, quizá, lo que sus carritos están también llevando a EE.UU. «Nos dimos cuenta que para vender en EE.UU. tienes que estar allí. No quieren que las empresas de importación les traigan el material y lo distribuyan. Quieren que seas una empresa 'made in USA'. Y allí que nos fuimos a fabricar». No ha sido fácil, recuerdan. Por el mercado pero, también, por la forma de comprar estadounidense, más del carrito metálico, no textil. A día de hoy, sacan pecho los Server, en las mejores tiendas de Nueva York pueden encontrarse los carros Rolser. Y en las aceras, como cuando Mireia le da un codazo a su primo al ver uno por la Gran manzana.
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