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Biocombustibles ¿el lobo con piel de cordero en la era de los vehículos eléctricos?
En la búsqueda constante por soluciones sostenibles, los biocombustibles han sido promovidos como una alternativa ecológica a los combustibles fósiles. Sin embargo, esta aparente solución verde está llena de matices que pueden y deberían ser cuestionados

Aunque los vehículos que utilizan biocombustibles efectivamente reducen las emisiones de CO2, no actúan sobre la que sigue siendo fuente de uno de los elementos contaminantes más perjudiciales para la salud y el medio ambiente; los óxidos de nitrógeno (NOx).
La contaminación por óxidos de nitrógeno, generada en los vehículos de combustión, aunque usen biocombustibles, plantea serios riesgos para la salud pública y el medio ambiente, eclipsando las ventajas de su uso como tecnología descontaminante. Algo particularmente relevante en un momento en el que los vehículos eléctricos han alcanzado un nivel de madurez que no cuestiona su eficiencia ambiental y que reprtesenta una solución incuestionable para el futuro de la movilidad.
Según un estudio reciente del Centro de Investigación en Fluidos y Procesos Avanzados de la Universidad de Malasia, las emisiones de NOx de los biocombustibles pueden ser comparables o incluso superiores a las de los combustibles fósiles tradicionales. Estas emisiones contribuyen significativamente al smog urbano (esa especie de niebla provocada por la contaminación atmosférica en las grandes ciudades) y la lluvia ácida, afectando la calidad del aire y la salud. La exposición prolongada al NOx está relacionada con enfermedades respiratorias crónicas, problemas cardiovasculares y un aumento en las tasas de mortalidad prematura.
Un estudio publicado por la Agencia Europea de Medioambiente estima que en 2020 la contaminación por dióxido de nitrógeno causó en la UE 49.000 muertes prematuras.
El argumento económico a favor de los biocombustibles también merece un escrutinio más detenido. Aunque se promocionan como una alternativa económicamente viable debido a su producción a partir de recursos renovables, el costo real de los biocombustibles es más complejo. La subvención de cultivos dedicados a la producción de biocombustibles a menudo desvía recursos valiosos de la producción de alimentos, lo que puede llevar a un aumento en los precios de los alimentos básicos y poner en peligro la seguridad alimentaria mundial. Este desvío de tierras cultivables para la producción de energía en lugar de alimentos también plantea dilemas éticos que no podemos ignorar.
Además, la infraestructura necesaria para apoyar el uso masivo de biocombustibles no está exenta de costes ambientales y financieros significativos. Desde las instalaciones para la producción y refinación hasta la distribución y almacenamiento, la transición a un sistema energético basado en biocombustibles requeriría una inversión masiva en una infraestructura que, en última instancia, perpetuaría la dependencia de los motores de combustión interna. Esta es una inversión que podría ser mejor empleada en desarrollar y expandir tecnologías verdaderamente limpias, como la energía solar y eólica, que alimentan directamente a los vehículos eléctricos.
«Los vehículos eléctricos son generalmente más eficientes en términos de conversión de energía en comparación con los vehículos que utilizan biocombustibles« señala el estudio académico, publicado en el World Electric Vehicle Journal. Mientras que los biocombustibles requieren un proceso de conversión que pierde una cantidad significativa de energía en cada etapa (desde el cultivo hasta la combustión final), los vehículos eléctricos convierten la energía almacenada en las baterías directamente en movimiento con mucha más eficiencia. Esta diferencia en eficiencia subraya la superioridad de los vehículos eléctricos en la minimización del desperdicio energético y la reducción de la huella de carbono.
Los defensores de los biocombustibles a menudo argumentan que, dado que estos provienen de fuentes renovables como plantas y desechos orgánicos, su huella de carbono es menor. No obstante, este razonamiento pasa por alto el ciclo completo de vida de los biocombustibles, que incluye la agricultura intensiva y la transformación industrial, ambos contribuyentes significativos a las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, las prácticas agrícolas para cultivar materias primas para biocombustibles pueden conducir a la deforestación y a la pérdida de biodiversidad, exacerbando aún más el problema climático.
También conviene tener en cuenta la percepción pública y la narrativa impulsada por las industrias que se benefician de los biocombustibles. En muchos casos, estas narrativas exageran los beneficios ambientales y minimizan los impactos negativos. Esta desinformación puede ralentizar el progreso hacia soluciones más sostenibles y, por lo tanto, es crucial que los consumidores y los responsables políticos estén bien informados y exijan transparencia y rendición de cuentas. Al priorizar la evidencia científica sobre los intereses económicos a corto plazo, podemos dirigir nuestros esfuerzos hacia opciones que realmente favorezcan la salud del planeta y de las futuras generaciones.
En contraposición, los vehículos eléctricos ofrecen una vía cada vez más limpia y eficiente. Gracias a los avances en la tecnología de baterías y la generación de energía renovable, los coches eléctricos están cada vez más libres de emisiones a lo largo de su ciclo de vida. Estudios recientes destacan que, incluso cuando la electricidad para estos vehículos proviene de fuentes no renovables, las emisiones totales de gases contaminantes son significativamente menores en comparación con las de los motores de combustión interna que usan biocombustibles.
Adicionalmente, la infraestructura para vehículos eléctricos está creciendo rápidamente, haciendo que esta tecnología sea cada vez más accesible para el consumidor promedio. Las políticas gubernamentales están comenzando a reflejar este cambio, con incentivos para la compra de vehículos eléctricos y el desarrollo de estaciones de carga, y con regulaciones más estrictas sobre las emisiones de los combustibles.
Es imperativo que reconsideremos nuestras decisiones en cuanto al futuro del transporte sostenible. Los biocombustibles pueden parecer una solución intermedia conveniente, pero los datos muestran que su impacto ambiental y en la salud pública es preocupante. Los vehículos eléctricos, por otro lado, presentan una opción viable y en constante mejora que puede ayudarnos a lograr un futuro más limpio y saludable.
Como ciudadanos y consumidores, tenemos la responsabilidad de exigir soluciones verdaderamente sostenibles y apoyar la innovación en tecnologías limpias. Solo así podremos asegurarnos de que nuestros esfuerzos hacia la sostenibilidad no sean, en realidad, pasos en la dirección equivocada.
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