presidente de la ceoe
Orgullo de nuestros empresarios
Escribo estas líneas en defensa de todos los empresarios pero, en especial, de las personas que han pasado de ser los «oscuros poderes económicos» a estar señaladas con nombres y apellidos desde despachos oficiales
Cuando el pasado mes de junio, durante la asamblea general de CEOE, advertía de que los ataques de una parte del Gobierno a los empresarios y las empresarias de este país no cesarían y recurría a una cita de Bertolt Brecht, muchos se quedaron mirando ... al dedo que señalaba la luna, polemizando sobre la autoría. Entonces lo dije ante todas las empresas y organizaciones que integran CEOE –autónomos, pequeñas, medianas y grandes empresas–, así como frente a los medios de comunicación congregados.
Hoy, como en aquel momento, escribo estas líneas en defensa de todos los empresarios pero, en especial, de las personas que han pasado de ser los «oscuros poderes económicos» a estar siendo señaladas con nombres y apellidos desde despachos oficiales.
Y es que, si se desprestigia la figura de un empresario por obtener beneficios con los que puede pagar las nóminas de sus empleados, reinvertir para crecer y generar más empleo y, también, aportar con sus impuestos a los ingresos del Estado para que pueda sostener su actividad gestora y redistributiva, entonces se ataca a todos los empresarios por igual.
Y se comete un error grave porque construir el país como lo hacen las empresarias y los empresarios debe ser motivo de orgullo, no algo con lo que tratar de generar odio, como hace el populismo. Como digo, nada es nuevo en esta historia. Básicamente, porque no es fruto de la casualidad sino, más bien, de una estrategia y una planificación que toma fuerza en estos días, curiosamente cuando arranca este año 2023, marcado por las elecciones de mayo y diciembre.
Lo dijimos, lo reiteramos a lo largo de los últimos meses y ahora insistimos de nuevo en ello porque, desde nuestro sentido de Estado y de lealtad institucional, no podemos permitir estos ataques y confiamos en que paren.
Lo hacemos por respeto a las personas y a la Constitución que, en su artículo 38, ampara la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado y exige a los poderes públicos la necesaria garantía y protección en su ejercicio.
También es nuestra responsabilidad frenar esta escalada de descalificaciones porque, en el fondo, no son sino un ataque al corazón de la economía y a la base del Estado del Bienestar que todos queremos preservar y que, entre todos, deberíamos cuidar.
No nos cansaremos de decir que somos parte de la solución a los problemas del país, no el propio problema. Tenemos la capacidad de generar empleo, que es el sustento de la sociedad en su conjunto, y de innovar, invertir, exportar, competir, para que cada día este país sea mejor y podamos gozar todos de mayor prosperidad.
Millones de personas, esos empresarios, se levantan cada día y trabajan, poniendo en riesgo, incluso, sus patrimonios personales para sacar adelante sus empresas y a sus trabajadores. Merecen un profundo respeto o, al menos, no son merecedores de ser el centro de ninguna diana.
Orgullo, orgullo y orgullo de todos y cada uno de nuestros empresarios y empresarias. No nos vamos a esconder por más que se ponga en duda nuestro prestigio o nuestra legitimidad. Porque creemos en España, en sus ciudadanos y en la moderación y la estabilidad institucional como fundamento de nuestra convivencia, esa que tanto hemos trabajado por construir durante los últimos 45 años.
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