María Jesús Pérez
Los precios por las nubes y la economía por los suelos: España en crisis total
El PIB y la inflación borran las cuentas escritas en la arena por Sánchez. Los medidores corrigen a la baja mes a mes las previsiones de cumplimiento y anticipan un infierno para las empresas, que cada vez aplauden menos y crujen más los dientes según se encaminan al barranco sociocomunista
![Sánchez y Díaz, en la reciente cumbre hispano-portuguesa](https://s2.abcstatics.com/media/economia/2021/10/31/parejita-k4HI--1248x698@abc.jpg)
La economía española está en el vestíbulo del infierno, allí donde Dante situó a los incontinentes, los violentos y, sobre todo, a los fraudulentos y traidores. Los artífices de un gabinete fallido de iluminados vagan con las cabezas al revés, incapaces de ver lo que ... hay enfrente y advertidos de perder toda esperanza de recuperación por los organismos internacionales y patrios. El FMI, el BCE, la Airef, el Banco de España y hasta el lucero del alba han puesto el grito en el cielo ante unas cuentas que no se cree nadie y que la realidad, como es tozuda, deconstruye día a día como las tortillas de Ferran Adrià, que ha terminado por deconstruirse a sí mismo hasta no saber si se dedica a dar de comer o a quitarnos el hambre. El ministro José Luis Escrivá y la vicepresidenta Yolanda Díaz se solazan camino de perdición con numeritos como los de Tip y Coll y el vaso de agua, mientras Bruselas se hace cruces a cuenta de cómo hemos podido llegar a este punto.
Al lado del presidente Pedro Sánchez cada vez quedan menos empresarios, hartos de esperar el tren de unos fondos europeos que no vienen y que han terminado por hipotecar sus cuentas confiados en unos dineros que ni están ni se les espera. Ahí van, camino del barranco, los que nunca se comprometen con nada, empresarios ‘be water’, licuosos e incapaces de decirle las verdades del barquero hasta que ya ven las orejas al lobo de las pérdidas. Su castigo, cómo no, será el de perseguir eternamente una bandera en blanco por no ser capaces de abanderar ninguna causa, porque eso es exactamente Sánchez y su Gobierno de humo. Ahora corren unos y otros hacia ninguna parte, pero ni siquiera por motivación propia, sino para huir de la picadura mortal de una inflación que se lleva por delante las cuentas públicas y los balances de las empresas privadas.
Incluso, algún que otro de los suyos, aquellos convenientemente colocados en sillones presidenciales de empresas públicas o semipúblicas, se sienten traicionados y, en algún caso, abandonados tanto por el partido como por el Gobierno, como por el propio Sánchez. No todos, que aún no duelen prendas. Pero uno, en especial sí, que estos días anda de morros como quien dice. El primer ejecutivo de Aena, Maurici Lucena, ‘ojiplático’ tras perder el apoyo público de los socialistas ante el Congreso esta misma semana, cuando intentaba defenderse como gato panza arriba del resto del arco parlamentario, que pedían su dimisión a voz en grito al asegurar Lucena una y otra vez que no devolverá un solo euro a sus inquilinos porque aún tiene el derecho a defenderse en los procesos abiertos ante la justicia. Solo se quedó. La bancada azul, ni mú.
Lo dicho, con la inflación por las nubes, el PIB desinflado y la cadena de suministros rota solo falta la obcecación obsesiva de Díaz por la derogación de la reforma laboral –su propuesta estrella que no cesa incluso a pesar del supuesto tirón de orejas en su cena con el comisario económico europeo, el italiano Paolo Gentiloni– para completar el bingo de desastres que espera al otro lado de los trompeteros de La Moncloa, donde cuelga el cartel de «hoy no se fía, mañana sí».
Y con una subida de los precios nunca antes vista por toda una generación en España –los menores de treinta años–, qué harán los sindicatos: ¿se atreverán a pedir la revisión de los convenios colectivos y abandonar así la tumbona en la que llevan años contando nubes con Rodríguez Zapatero? ¿Y la gran empresa abanderada por la CEOE logrará que deroguen ‘un poquito’ la reforma de su empleada Fátima Bañez para seguir protestando con la boca pequeña? Pues así las cosas dichas parece que la patronal calla y otorga mientras le pide a Yolanda Díaz que les haga una oferta que no puedan rechazar, no vaya a ser que tengan que romper el ‘buenismo’ y plantar cara a un Gobierno que quiere dinamitar la reforma laboral mientras niega la evidencia de una economía fallida. A cambio, unos y otros seguirán con la cantinela de la inflación coyuntural: a ti no te penaliza Bruselas y a nosotros, mientras aplaudimos, no nos tocan los convenios colectivos.
El caso es que las grandes empresas presentan estos días resultados y basta rascar un poco los ingenios financieros y las recompras de acciones propias para caerse del guindo y percibir que la economía no tira. Y que encima no hay quien pague la luz, pero porque el motor está gripado. Mientras, otras grandes de fuera, se aprovechan de la situación, haya o no haya restricción para poder hacerlo –será que a alguien le conviene...–. Y en esas está Vivendi, un grupo francés más conservador que otra cosa, que quiere poner un pie en España –más bien una pica–, con la idea de aumentar su asalto a Prisa. Y me pregunto, ¿habrá olfateado que a la ‘smart people’ le queda un telediario de los cortos, no de los de Vicente Vallés, y un vuelo en ‘low cost’, y por eso su interés en recuperar el viejo sueño de Canal Plus? A esos, a los hipócritas, también los caló Alighieri –Dante, claro–, y los plantó en el Malebolge, con varias aparentes capas doradas que en realidad son de plomo y que les obligan a caminar agachados bajo su peso.
Al final, se pongan como se pongan –muchos de perfil–, este viaje de Sánchez nos lleva al mundo de ultratumba, con contrapasos día sí y día también, y con alguna que otra gran empresa que incluso ha barajado cambiar su sede fiscal –en alguna ciudad ‘exBrexit’ por cierto–, fuera de las garras de un Ejecutivo que ha hecho perder toda esperanza. En definitiva, falta lo imprescindible y sobra lo inútil: España, en crisis total. ¡Divina comedia la nuestra!
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