Cinco años después de la crisis, China seguía allí
Pese a la evidente desaceleración en su robusto crecimiento, el país asiático se ha confirmado como la alternativa de poder a Estados Unidos en medio del declive occidental

La actual crisis económica se ha cebado especialmente con Europa y, en menor medida, con Estados Unidos. Los países occidentales que hasta ahora dirigían los designios del mundo han visto recortado su poder en favor de los llamados países emergentes. Entre ellos destaca China, que se ha consolidado como la segunda potencia económica mundial. Tras cinco años de crisis los polos del poder mundial se han trastocado.
Han pasado más de doscientos años desde que Napoleón lo advirtiese: «¿China?, ahí yace un gigante dormido. Déjenlo dormir, para cuando despierte, moverá el mundo». Pese a los actuales riesgos de desaceleración de su economía, China creció un 7,6% en el segundo trimestre del año, lo que se consideró un dato negativo, mostrando una fortaleza singular en relación a la actual situación de Europa.
El despertar de China
Su despertar ha sido lento, marcado por una transición tranquila entre el comunismo más puro de los años de Mao Zedong hasta convertirse en el país emergente más potente del sistema capitalista. Esta vasta y compleja transformación se ha llevado a cabo gradualmente, de los sistemas de planificación hasta el mercado, y no de un modo brusco como pudo ocurrir en los países del este de Europa.
Pero a China le queda ya poco de emergente, desde 1978, año en la que Den Xiaoping inició el programa de reformas, China inició un crecimiento continuado y potente que le ha llevado a crecer desde entonces a una media del 9% anual.
El crecimiento en China no ha logrado por el momento corregir las crecientes desigualdades sociales del país, sin embargo lo que sí ha creado es una nueva clase de súper ricos, que logró su legitimación definitiva en el año 2004 cuando el Parlamento chino enmendó la constitución estableciendo que «la propiedad privada y legítima de los ciudadanos es inviolable. El estado (...) debe proteger los derechos de la propiedad privada de los ciudadanos como también de su herencia». Esto sucede en un país que sigue autoproclamándose comunista.
Abastecer a un gigante
A mitad del siglo XX el 90% de la población china vivía en el campo. Esa situación se ha ido paulatinamente corrigiendo hasta una escenario que confiere igualdad al 50% entre la población urbana y rural. Aunque la realidad al margen de los datos oficiales parece que ya desequilibrá la balanza en favor de la ciudades.
Cuando la población rural en China era tan alta, su producción agrícola era más que suficiente para abastecer su demanda interna. Esto había sido así a pesar de que China cuenta con el 6% de la tierra cultivable del planeta para alimentar al 20% de la población mundial.
A medida que la población urbana ha aumentado y su consumo se ha «occidentalizado», China ha comenzado a sufrir una importante dependencia exterior, ya que no posee en su territorio los recursos suficientes como para seguir creciendo al ritmo actual. Esto que es habitual para el resto de países del mundo no lo era para China.
Incluso la inexistencia de una clase media, motor clave para el desarrollo de cualquier economía, es una cuestión que es evidente que ha comenzado a corregirse. Existen previsiones que esta masa social equivaldría al 40% de la población en 2020, una cifra muy inferior al resto de naciones desarrolladas, pero que en número de personas asciende a 520 millones. Esto quiere decir que la clase media china superará toda la población de Estados Unidos.
Sólida posición financiera
En un momento en el que el desequilibrio de las cuentas públicas obsesiona a los principales países del mundo, China mantiene una sólida posición. Su deuda pública se situaba al cierre de 2011 en el 25,8%, un cifra muy por debajo del 87,2% de la zona euro y del 102,8% de los Estados Unidos.
El desmpleo tampoco es un problema en China, que se sitúa en el último lustro en unas tasas constantes de entorno al 4% . Aunque estos datos son muy cuestionados, ya que solo contabilizan el empleo urbano.
En la actualidad sus reservas de divisas superan los tres billones de dólares, una cantidad que significa un tercio del conjunto de las reservas del planeta. Utilizando esas reservas, China se ha convertido en los últimos años en el mayor acreedor de EEUU y en un importante comprador de bonos de países de la Unión Europea.
Incógnitas de futuro
El patrón de crecimiento chino en los últimos años se ha sustentado en tres pilares: inversión exterior, mano de obra barata y orientación de la producción hacia el exterior. Su enorme competitividad, que entre otras cosas ha aniquilado el sector textil europeo, ha sido su principal característica.
Con la actual crisis de consumo en Europa y Estados Unidos, China ha visto mermadas el nivel de sus exportaciones, lo que podría mermar el beneficio de sus empresas y a la larga afectar al empleo y al consumo de la sociedad china. Sus exportaciones a la Unión Europea cayeron un 16% en el último trimestre.
Además, las autoridades chinas asumen que en los próximos años su mano de obra perderá competitividad internacional, en beneficio de las de otros países en desarrollo emergente, por lo que tendrá que encontrar nuevos nichos de empleo. El proceso de urbanización y la modernización de la agricultura son cambios prioritarios para cubrir ese déficit futuro.
La capacidad de China para remontar esa situación, las dudas respecto a como evolucionarán las estructuras del Estado, la gravedad de su contaminación medioambiental, los conflictos terriotoriales y étnicos, las incógnitas respecto a una eventual apertura política y sus excesos respecto al respeto a los Derechos Humanos pueden marcar el futuro de China, y determinar sí su avance continuará hasta alcanzar la cima del poder mundial, cuestión que inevitablemente cambiará el mundo.
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