Los cementerios radiactivos para toda la eternidad comienzan a cobrar forma
Finlandia ha comenzado a construir el primer Almacén Geológico Profundo para blindar residuos nucleares durante 100.00 años, una infraestructura con claroscuros para la que España ya ha trazado una hoja de ruta preliminar
A más de 400 metros de profundidad en el subsuelo, Finlandia está construyendo una megaestructura (un complejo sistema de túneles y galerías subterráneos) que albergará de forma permanente los residuos radiactivos de larga vida (miles de años) procedentes de sus centrales nucleares. Es el proyecto Onkalo, un Almacén Geológico Profundo (AGP), como así se conoce, para toda la eternidad. ... Y esto es así porque la intención es que garantice el blindaje de estos residuos durante 100.000 años, un periodo de tiempo estratosférico en nuestras vidas y, sobre todo, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que las primeras pinturas rupestres están datadas en más de 40.000 años atrás.
Onkalo (cueva, en finés) está previsto que empiece a funcionar en 2025, pero hasta 2120 no se prevé que esté terminado totalmente. Todo un reto tecnológico y de ingeniería por el que ya están apostando otros países. Alemania está buscando un emplazamiento para tener también uno de estos depósitos eternos. Y Bélgica, Suecia, Suiza, Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Canadá trabajan en ello, unos con programas más avanzados que otros. Hoy día solo existe en el mundo un almacén de estas características en Nuevo México (EE.UU.) para albergar los desechos radiactivos, en este caso, del programa militar americano.
A España no se le escapa esta pista. Aunque no hay que olvidar que en nuestro país la energía nuclear y sus residuos radiactivos es un asunto sensible que está cargado de connotaciones políticas y sociales. Enresa, la empresa que gestiona los residuos radiactivos (se encarga de su recogida, transporte, tratamiento, acondicionamiento y almacenamiento), «ya tiene un programa para el desarrollo de un Almacén Geológico Profundo, pero la búsqueda de un emplazamiento se paró en 1996. A día de hoy, tenemos un gran conocimiento de la geología española para poder emprender este programa cuando se decida», cuenta Álvaro Rodríguez, director técnico de Enresa. Es más, el borrador del VII Plan General de Residuos Radiactivos ya recoge lo que podría considerarse una hoja de ruta para crear el marco normativo y regulador que establezca las reglas de juego para elegir un emplazamiento donde construir una instalación de este tipo. Incluso este borrador fija una fecha para su puesta en marcha: «entraría en operación a partir del año 2073».
El emplazamiento
«Un proceso de esta naturaleza no dura menos de 40 o 50 años», explica Álvaro Rodríguez. «La búsqueda de un emplazamiento —añade— requiere demostrar su viabilidad y evaluar su seguridad. Para ello es necesario hacer trabajo de campo que pueda caracterizar en profundidad estas formaciones. Hay que hacer sondeos, análisis y ensayos, recabar datos que demuestren al organismo regulador que es una instalación viable y segura». ¿Y ya hay una lista de candidatos? «Es un porcentaje elevadísimo de la geografía española, porque tenemos formaciones geológicas (sobre todo de granito, arcilla y sal) mejores que las nórdicas, más confinantes, más estables, no están muy fracturadas y son capaces de aislar lo que vamos a almacenar», señala Rodríguez.
Enresa ya tiene hasta un diseño conceptual de cómo podría ser el futuro Almacén Geológico Profundo
Enresa incluso tiene un diseño conceptual de cómo podría ser el futuro Almacén Geológico Profundo. Claro que no es definitivo. Por ejemplo, ha propuesto que los residuos radiactivos se introduzcan en cápsulas de acero al carbono de tres metros de altura y poco más de un metro de diámetro. Finlandia utilizará cobre para estos contenedores ya que ofrece mayor blindaje ante sus formaciones geológicas más fracturadas. «Hay que hacer rampas para el acceso de vehículos y de maquinaria para trabajar, excavar túneles con tuneladoras y abrir galerías para el almacenamiento». Por hacernos una idea, el proyecto Onkalo tendrá 35 kilómetros de estos pasillos subterráneos. «Conocemos la tecnología, tenemos parte de ella y conocemos los programas que se están desarrollando a nivel internacional. Hay un nutrido grupo de trabajo de empresas, universidades y centros de investigación que tienen estos conocimientos», asegura Rodríguez.
Un Almacén Geológico Profundo está concebido como un sistema de múltiples barreras que garantizan el aislamiento de los residuos radiactivos de alta actividad, es decir aquellos que provienen del combustible ya gastado en las centrales nucleares o de materiales que han estado en contacto directo con ese combustible. Así lo explica en un documento el Consejo de Seguridad Nuclear: A 500 metros de profundidad, «los residuos se introducen en contenedores de metal extremadamente duraderos y resistentes a la corrosión u otras formas de degradación durante muchos años y, posteriormente, estas se disponen en galerías en formaciones geológicas estables, taponadas con materiales absorbentes y rodeadas de terreno de baja permeabilidad y con gran capacidad de retención». Y es para toda la eternidad. Es decir, el Almacenamiento Geológico Profundo se cierra y sella sin inten ción de recuperar el material residual. «Es la solución más favorable y segura, consensuada por los organismos internacionales como Euratom (Comunidad Europea de Energía Atómica) y Naciones Unidas», asegura Rodríguez.
Los inconvenientes
Sin embargo, es una solución que no termina de convencer a todos. Desde asociaciones ecologistas como Greenpeace no lo ven con buenos ojos. «No existe una solución buena y definitiva para los residuos nucleares. El proyecto Onkalo pretende albergar durante miles y miles de años los residuos radiactivos, son periodos inabordables. Y la construcción terminará en 2120, se producirán retrasos, sobrecostes de presupuesto, las generaciones que hoy lo empiezan ya no estarán... Hay que hacer muchos estudios y ser muy cuidadoso respecto a dónde vamos a poner estos residuos», sostiene Meritxell Bennasar, responsable de la campaña nuclear de Greenpeace.
Por otra parte, con un almacén eterno para estos residuos parece que también se pierden otras oportunidades, como apunta Óscar Cabellos, catedrático y profesor de Ingeniería Nuclear de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). En su opinión, el Almacén Geológico Profundo, al ser para toda la vida, presenta el inconveniente de que «no puede aprovechar la tecnología que se vaya desarrollando para tratar estos residuos o para reciclarlos».
El combustible usado en un reactor nuclear se puede procesar para volverlo a utilizar de nuevo
Cabellos explica que hoy día se está trabajando en diferentes proyectos para dar mejores soluciones a estos residuos. Por ejemplo, cuenta, «la transmutación a partir de aceleradores de partículas permite reducir los residuos radiactivos que posee el combustible gastado en los reactores». O bien se puede procesar ese combustible con el fin de volverlo a utilizar de nuevo en la central nuclear. «Del combustible gastado —explica— se ha obtenido una parte de energía, pero queda más. En este caso se trata de separar la parte que no puede producir energía del uranio y del plutonio que aún contiene el combustible y aprovecharlo en otro ciclo del reactor».
El pasado
Países como Francia y el Reino Unido así lo hacen. Sin embargo, España no ha seguido este camino. «No tenemos instalaciones de reprocesado y nuestros diseños de reactores no permiten utilizar este combustible reciclado», matiza Cabellos. Aunque en el pasado se intentó. El combustible gastado de la central nuclear Vandellós I en su totalidad y pequeñas cantidades de los de José Cabrera y Garoña se reprocesaron en otros países. España ya solo es responsable del combustible de Vandellós I, que está almacenado en Francia y retornará a nuestro país. Por ello, «pagamos una fianza del orden de 75.000 euros al día, que nos devolverán», detalla Rodríguez.
Extracción de un elemento de combustible usado en una de las piscinas donde se almacenan para su refrigeración
España ha apostado por que sean las propias centrales nucleares las guardianes de los residuos de alta actividad. Cuando el combustible agota su vida útil (a los 3 o 4 años), se extrae del reactor y se almacena bajo agua (para su refrigeración) en piscinas ubicadas en la propia central nuclear. Ahí debe permanecer como mínimo cinco años para que pierda parte de su radiactividad y su capacidad de generar calor residual. Tras ese periodo pasa a ser un residuo que se puede transportar y almacenar.
España paga una fianza de unos 75.000 euros al día por albergar el combustible gastado de Vandellós I
Puede ocurrir que las piscinas lleguen al límite de su capacidad de almacenamiento. O que sea necesario evacuar el combustible de la piscina porque se va a proceder al desmantelamiento de la central. En estos casos, el combustible se introduce en contenedores (metálicos y/o de hormigón) que se almacenan en una instalación (denominada Almacén Temporal Individualizado, ATI), también ubicada en la planta nuclear. Es lo que se conoce como almacenamiento en seco. «Los residuos pueden estar en estos contenedores durante 50 años, con sus sistema de vigilancia, mantenimiento, supervisión y su programa de gestión de vida», explica Rodríguez.
Un almacén central
El siguiente paso sería la construcción de un Almacén Temporal Centralizado (ATC) con una vida operativa de unos 60 años. Albergaría todos los residuos altamente radiactivos de nuestro país. En 2012 se empezó a elaborar un plan para construir un gran depósito de estas características en Villar de Cañas (Cuenca). Sin embargo, quedó paralizado en 2018 con la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. Este almacén hubiera sido el paso previo a aislar definitivamente los residuos radiactivos en un almacén eterno como el de Finlandia.
Aunque la energía nuclear tenga un incierto futuro en nuestro país, lo que está claro es que algo habrá que hacer con estos residuos cuya actividad se mantiene durante miles de años. Son desechos ya generados durante décadas a los que hay que añadir los que provengan de la desmantelación de las centrales nucleares (de las siete que ahora están operativas, la de Trillo será la última en echar el cierre en 2035). Todo por salvaguardar el medio ambiente y la seguridad de generaciones futuras.
Un referente mundial en El Cabril
El Cabril, en Córdoba, guarda los residuos radiactivos de muy baja, baja y media actividad de todo el país
Contenedores de El Cabril
Según el Foro Nuclear, la mayor parte de los residuos radiactivos que se generan en España –cerca del 95%– son de muy baja, baja y media actividad. Eso quiere decir que su semidesintegración (el tiempo que tarda en reducir a la mitad su actividad) es inferior a 30 años. No solo proceden de centrales nucleares, también de hospitales (medicina nuclear), laboratorios, industria... La radiactividad se utiliza incluso en investigación geólogica y genética, en dataciones arqueológicas y hasta para el control de plagas en cultivos. Estos residuos se almacenan de forma definitiva en el almacén centralizado de El Cabril, en Córdoba, que fue construido por Enresa y que inició su actividad en octubre de 1992. Es todo un referente internacional. «La cantidad de visitas que solicitan empresas, delegaciones y diferentes organismos de otros países es enorme», comenta Álvaro Rodríguez.