Los papeles de Blanco y una nueva carta de ajustes a título póstumo
Hacienda estudia un peaje al transporte por carretera. La llamada Euroviñeta es la punta de lanza de la vuelta de tuerca fiscal que dará el Gobierno una vez que pasen las elecciones del próximo 22 de mayo
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el ministro de Fomento estuvo a punto de hacer un pan con unas tortas el pasado verano cuando los técnicos de su departamento presentaron los informes preliminares para la puesta en marcha de la temida Euroviñeta, una figura impositiva muy conocida en Europa y que podría facilitar unos ingresos de 3.000 millones de euros anuales mediante el cobro de un peaje al transporte de mercancías. José Blanco estaba dispuesto a enfrentarse con los más duros camioneros para validar su palabra de honor ante los grandes amigos constructores, pero pronto comprendió que todos sus esfuerzos serían inútiles porque los fondos recaudados no irían destinados a financiar el imperial plan de infraestructuras sino a reducir el déficit público que, a fin de cuentas, representa un compromiso de fuerza mayor para España.
Elena Salgado no quiso forzar la máquina tributaria porque tampoco estaba en condiciones de echar un pulso al vicesecretario general del PSOE, que escurrió el bulto y retiró la propuesta deprisa y corriendo para no dar más cuartos al pregonero. Pero la vicepresidenta se quedó con la copla y los alguaciles de Hacienda se han lanzado ahora como posesos en busca de lo que en términos fiscales se denominan «los papeles de Pepiño», una documentación básica para redactar la segunda carta de ajustes presupuestarios con membrete del Gobierno remendón de Zapatero.
El líder socialista apura sus últimos coletazos de poder con la pretensión de pasar a la historia como el paladín de la España reformista. Si no puedes con tu enemigo únete a él y por eso el afán belicista en declarar la guerra a Gadafi para hacer las paces con Obama o, lo que es peor, la nueva vuelta de tuerca impositiva que va a dejar tiritando a los contribuyentes como paganos de una crisis gestionada al modo y manera de un gran casino donde sólo gana la banca.
En los estertores de su mandato, al final de una vida política azarosa, Zapatero ha terminado por confesar los pecados de una gobernanza pueril y disoluta y está dispuesto a rendir un besamanos ante Ángela Merkel para congraciarse con todos esos poderes capitalistas que no hace mucho tiempo eran denostados por la propaganda oficial de Moncloa. La penitencia será dura y se pagará a escote con una rebaja sensible de la renta per cápita que conducirá a los españoles por el túnel del tiempo, no se sabe con certeza cuántos años hacia atrás.
El Gobierno ha bajado la cerviz ante las admoniciones de la dama de hierro, que no para de restregar la política de nuevos ricos llevada a cabo en España con fondos comunitarios y deuda germana. La última visita de la señora canciller a Madrid fue muy contraproducente porque la ilustre visitante se inflamó de complejos sacando odiosas comparaciones que ponen en un brete el despilfarro nacional. Merkel se escandalizó al comprobar que las infraestructuras de alta velocidad duplican a las existentes en Alemania y pidió a Zapatero que frene en seco cualquier tipo de inversiones equivalentes. A partir de ahí, José Blanco lo tiene claro y ha pasado el testigo a su colega Miguel Sebastián para que vuelva por donde solía como embajador ante los grandes empresarios y dirija una nueva manifestación de pasos perdidos junto a todos los plutócratas del país.
El responsable de la política industrial es el primer encargado de afilar esta vez la tijera de recortes apelando a una nueva ronda de ahorro y eficiencia energética especialmente orientada al sector del transporte por carretera. La chorrada de los 110 kilómetros por hora no es más que la prueba piloto de una estrategia acelerada para asegurar a toda costa la meta presupuestaria tras la vertiginosa subida de los precios del petróleo.
Carlos Ocaña ha empezado a encender las alarmas desde Hacienda porque cada vez está menos claro que España y sus comunidades autónomas puedan cumplir el objetivo de reducir este año el déficit público al 6%. A José Manuel Campa tampoco le salen los números y ha tenido que curarse en salud durante sus últimas comparecencias, admitiendo veladamente que el PIB rascará como mucho el 1%, una cifra redonda que se sitúa tres décimas por debajo de la previsión oficial de crecimiento para 2011.
Elena Salgado deberá aplicar de nuevo la escuadra y el cartabón si quiere adaptar con algo de verosimilitud las previsiones económicas que a mediados de año se envían a Bruselas. En clave interna el tuneado de las cuentas públicas obligará a sacar los tanques fiscales con nuevas subidas de impuestos especiales, empezando por la gasolina, y terminando si no hay más remedio por el IVA. Por si acaso Zapatero ha anunciado que no habrá más ajustes pero, ya se sabe, una cosa es pregonar y otra dar cera. Más ahora que el presidente habla a título póstumo.
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