suplemento empresa
La agonía de Repsol YPF y Antonio Brufau
Cronología de una historia de desencuentros entre la compañía y el ejecutivo argentino
El día que confirmaron la existencia de Vaca Muerta, un área de potencial descomunal de petróleo en la provincia de Neuquén, en las oficinas de Repsol un ejecutivo alzó la voz: «Vamos a morir de éxito. Empezaron los problemas» . El hallazgo de un yacimiento con capacidad para cubrir las necesidades de gas de toda la población y producir un millón de barriles de petróleo por día, iba a despertar en el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner «un apetito extraordinario por llevarse lo ajeno», según expresión del agorero. Meses más tarde sus vaticinios parecen confirmarse.
Esta semana las aguas de la expropiación de la compañía estuvieron al borde del desbordamiento. El Gobierno argentino barajó —y baraja— diversos proyectos para intervenir la empresa. El jueves, uno de ellos, pasó de mano en mano entre los diputados. El sector duro del Gobierno, encabezado por el vicepresidente del Ministerio de Economía, Alex Kicillof , estaba convencido de que «Cristina» no prolongaría por más tiempo la agonía de Antonio Brufau. «La ley sale» , confiaba en su entorno a oídos atentos. Algunos medios de comunicación hasta llegaron a dar la noticia como un hecho consumado. En ese escenario, la prensa local recogía las advertencias del ministro José Manuel Soria que, sin mencionar Argentina, avisaba que «habría consecuencias» si se lesionaban los intereses de empresas españolas en el exterior. El paraguas nacional, para proteger del tsunami kirchnerista a Repsol YPF, se había abierto. También el de la Unión Europea .
El mismo jueves, en Buenos Aires, el embajador de España, Román Oyarzun, se desplazó a la sede de YPF con parte de su equipo en un claro gesto de respaldo a la compañía. Por primera vez en la historia de tira y afloja de los gobiernos sucesivos del matrimonio Kirchner con empresas españolas, un embajador de España se ponía en primera línea del conflicto.
«Se frenó el anuncio de estatización de YPF. Hubo presiones internacionales y no hubo acuerdo con los gobernadores», publicó de madrugada el periódico «La Nación» . La embestida, en efecto, no se concretó, pero Argentina no tira la toalla. La incertidumbre continúa.
Repsol YPF ha pasado de ser una empresa ejemplar al malo de la película en la crisis energética que atraviesa Argentina. «Hace tres meses les felicitaban» , observa el economista Carlos Melconian. En un duro cruce con Roberto Feletti, diputado «K», Melconian recordó: «Las personas que gobiernan hoy —en alusión directa a Cristina Kirchner— son las mismas que votaron la privatización de YPF (en 1992)» . A renglón seguido, añadió que el Gobierno quiere tener su propia Petrobras (petrolera semiestatal brasileña) gratis. Feletti le atajó: «El Gobierno apuesta a recuperar la producción petrolífera».
Hasta el pasado mes de enero la presidenta de Argentina, como hizo su marido en vida, mostraba Repsol YPF como una empresa de referencia. Recuperada de una intervención en la tiroides, la jefa del Estado cambió su percepión. Desde que se produjera el «desencuentro», al presidente de Repsol le han cerrado en dos ocasiones las puertas de la Casa Rosada. Tampoco ha recibido respuesta a una carta que le envió en un intento por encontrar una salida «sensata» —término que usan en la compañía— a la encrucijada.
Entre tanto, el calendario avanza y las concesiones retiradas en las últimas semanas a YPF —una quincena en media docena de provincias—, de materializarse cuando se cumpla el plazo de 90 días establecidos, « dejarían a más de novecientos trabajadores en la calle y los yacimientos secos. No hay otra compañía que pueda y mucho menos quiera explotarlos», anticipan.
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