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tribuna

Guy Sorman:«2014, el gran retorno de Estados Unidos»

«La economía estadounidense debería imponerse de nuevo como locomotora mundial del crecimiento, el comercio y la innovación»

Guy Sorman:«2014, el gran retorno de Estados Unidos» reuters

guy sorman

En 2013, la economía estadounidense ha digerido la crisis financiera de 2008, que ella misma había provocado, ha enjugado sus pérdidas, recuperado el crecimiento y ha vuelto a crear empleos estables para todas las categorías de la población activa.

En 2014, EE.UU. debería lógicamente imponerse de nuevo como locomotora mundial del crecimiento, del comercio y de la innovación. El Fondo Monetario Internacional , como todos los institutos de previsión económica, vaticina una progresión del PIB estadounidense del orden de un 4,3%, en dólares corrientes, es decir, de aproximadamente un 2,5% tras deducir la inflación: de esta manera, se restablece la supremacía estadounidense, incierta después de 2008. Simbólicamente, el desfase con China, que se reducía desde hace cinco años, va a aumentar de nuevo, en beneficio de EE.UU.

La economía estadounidense tendrá un volumen el año que viene de cerca de 16 billones de dólares, mientras que el de la china será de 9 billones de dólares. La ventaja estadounidense, que era del orden de 7,2 billones en 2013, debería pasar a ser de 7,6 billones. Por tanto, China debería perder terreno, contrariamente a las ideas preconcebidas extendidas, porque el crecimiento estadounidense se incrementa mientras que e l crecimiento chino, a precio constante, se frena . No es necesario ser matemático para entender que el crecimiento chino debe doblar permanentemente al crecimiento estadounidense para que la diferencia entre los dos países disminuya. La economía es una ciencia injusta porque otorga una ventaja duradera a las viejas naciones que despegaron primero.

En EE.UU., que encabeza la renta per capita entre los grandes países –si dejamos a un lado las excepciones como Luxemburgo y Catar (pero también Suiza)– un estadounidense medio dispondrá en 2014 de una renta del orden de 54.000 dólares, mientras que un chino dispondrá de 6.000 dólares. Y si no tenemos en cuenta al 1% de los estadounidenses más ricos, en lo más alto de la escala, y a los inmigrantes recién llegados en lo más bajo, la mayoría de los estadounidenses pertenecen a la clase media, por lo que la renta media por habitante corresponde entonces a la realidad existente, lo que no es el caso en países con muchas desigualdades como China o Catar.

Un reciente titular de un periódico francés más bien anti-estadounidense, « Le Monde », al tomar nota de esta recuperación de EE.UU., decía con cierto disgusto: «La insultante salud de la economía estadounidense». ¿Insultante? «Le Monde» no nos explica lo que quiere decir con eso. Ni tampoco a qué se debe esa salud. En nuestra opinión, es más genética que terapéutica porque se explica mucho más por la civilización de EE.UU. que por la política económica del Gobierno federal y del banco central. En el mejor de los casos, esta política no ha perjudicado al impulso creador –lo que el economista Edmund Phelps llama el dinamismo– de los empresarios estadounidenses y, quizás, lo ha propiciado mediante unos créditos abundantes y una fiscalidad que ha seguido siendo moderada. La falta de presión externa sobre el dólar, a diferencia de la que pesa sobre la eurozona, ha contribuido sin duda a la recuperación, pero no conviene invertir las causas: el dólar es una moneda de reserva porque es un valor seguro y porque la economía estadounidense es dominante, y no a la inversa.

Todas estas circunstancias periféricas –el dólar, el presupuesto, los tipos de interés– no habrían tenido ningún efecto en el crecimiento si este no hubiese estado inscrito en el ADN de EE.UU.. Como todos, o casi todos, los estadounidenses sueñan con ser John Rockfeller, Steve Jobs o Thomas Edison, surgen sin cesar, como muestran las estadísticas, los Rockfeller, los Steve Jobs y los Edison del futuro. Y, como muestran las estadísticas, los fracasos, totalmente admisibles en la sociedad estadounidense, son cada vez más numerosos. Y, por último, la cifra más significativa de la economía mundial, de su estado real y de su futuro, es sin duda alguna la de las patentes registradas en EE.UU. , en Europa y en Japón (patentes llamadas triádicas): 80.000 al año de media para EE.UU., 70.000 para Japón y más o menos el mismo número para la Unión Europea. Muy por detrás viene Corea del Sur; China, Rusia e India apenas aparecen.

Si no somos estadounidenses, ¿podemos aprender de EE.UU.? Es evidente que no sabríamos copiar una civilización, pero nos quedaremos con que la estabilidad de las instituciones legales, financieras y económicas es más decisiva que todas las manipulaciones presupuestarias, monetarias y normativas cortoplacistas. ¿Debemos alegrarnos o debemos temer esta recuperación «imperial» de EE.UU.? Dado que hay que estar «dominado» por un Imperio, mejor que sea una potencia liberal.

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