El lucrativo negocio de subastar hasta los calzoncillos de los famosos

De fácil conexión emocional, los objetos de las estrellas comienzan a formar parte habitual de las subastas, también en España

El lucrativo negocio de subastar hasta los calzoncillos de los famosos abc

isabel miranda

Un «slip», un teléfono o una caricatura. Objetos cotidianos que, sin embargo, han llegado a ser subastados por cifras astronómicas . ¿La razón? Haber pertenecido o haber estado en contacto con un famoso. Hace pocos días, un simple calzoncillo de tela blanco, igual que el que pueda llevar usted mismo, su marido, su novio o su padre, se vendía por casi diez mil dólares . La diferencia: el ejemplar subastado había cubierto las partes íntimas de Walter White , el ya mítico personaje principal de la serie Breaking Bad. Antes de eso, una caricatura de Jonh Lennon y Yoko Ono pintada por el propio músico o un teléfono de Elvis Presley habían pasado por las casas de subastas alcanzando los 90.000 y los 20.480 dólares respectivamente. Y la lista continúa: en noviembre le tocará al historial médico de Marilyn Monroe entre 1950 y 1962, además de seis radiografías. Se prevé que alcance un precio de entre 15.000 y 30.000 dólares. Da igual lo que se subaste, si es de un famoso: ¡Vendido!

Lo cierto es que estas subastas han tenido lugar en Estados Unidos, la mayoría de ellas de la mano de Julien's Auctions , una casa especializada en objetos de personajes famosos. En una misma sesión, la casa de subastas ha llegado a sumar en pujas hasta cuatro millones de dólares. «Lo que mantiene viva esta industria son los fans que aman estas cosas», aseguraba su director Darren Julien a Associated Press en 2010.

Precisamente lo mismo que apunta la directora de Fresh Gallery , en Madrid, Topacio Fresh. «Funciona más porque el fenómeno fan es muy grande. El fan convierte en arte todo lo que adquiera de la persona que le gusta o le interesa», explica la propietaria de una de las pocas galerías afincadas en España que ha introducido el elemento «celebrity» en su oferta.

«Para mi es un mercado que está comenzado . Tenemos un referente, que es el americano y que maneja unas cifras astronómicas por un autógrafo o un beso de Audrey Hepburn en una servilleta. Aquí, aunque con un menor poder adquisitivo, se está comprobando que también puede ser factible», explica la galerista.

Pero no cualquier famoso vale. Para que funcione es necesario que se reúnan ciertas cualidades: que esté presente, y con fuerza, en el imaginario colectivo , además de que se trate de un personaje mítico , que haya dejado un legado y tenga algo especial que le interese a la gente. Además, se trata de piezas con las que existe una conexión emocional inmediata . «No se necesita tener un gran conocimiento de historia para tener una reacción visceral ante los zapatos rojo rubí de Dorothy —de la película Mago de Oz—, ni que nadie diga por qué son importantes. Estas piezas, simplemente, tienen una conexión inmediata con la gente», aseguraba Laura Woolley, una tasadora estadounidense. Unos zapatos que, por cierto, fueron adquiridos en 2011 en subasta por Leonardo DiCaprio junto con Steven Spielberg para donarlos posteriormente al Museo del Cine de la Academia de Hollywood. No trascendió cuánto pagaron, pero las estimaciones previas hablaban de dos millones de dólares.

Y es que, con el paso del tiempo, estos objetos van revalorizándose. Los zapatos de Dorothy habían sido adquiridos en 1998 por el empresario textil Philip Samuels por tan solo 120.000 euros . Consciente de los precios a los que empuja el fenómeno fan a estos objetos, el propio ex Beatle Paul McCartney ha dejado de firmar autógrafos para evitar que luego se puedan vender por internet. Sin ir más lejos, el músico Jimi Hendrix protagonizaba otro caso: el primer contrato que firmara en 1965 por un dólar se subastó en 2011 por 250.000 dólares. Los ejemplos son infinitos.

Adquirir el ADN de un ídolo

Pero, ¿por qué pagar estas astronómicas cifras? «Al adquirirlo sientes que tienes parte de una historia que, de alguna forma, te ha llegado o te ha conmovido o ha formado parte de tu vida», explica Fresh. «Si yo tuviera que pujar, lo haría por una gargantilla de Sara Montiel . Me gustaría porque hemos crecido con sus películas, ha sido una de las mujeres que mejor usó esas joyas y, al tenerlas tú, es como que tienes una parte de ella. Adquieres el ADN de esa persona, aunque no sea de forma real», asegura la galerista.

Esa idea de obtener una parte de la vida de un ídolo es la que también resalta Guillermo Fouces, doctor en Psicología social y profesor de honor de la Universidad Carlos III sobre este fenómeno. Según explica, al adquirir este tipo de objetos, el fan lo que busca es «robar» una parte de esa vida o tener una parte de ella. Experimenta así el poder de poseer ese trozo de su vida y disfrutar de esa pequeña parte de la otra persona.

«Fans ha habido toda la vida, pero ahora es universal y sin fronteras»Pese a todo, no sería un público nacido de la nada. «Fans ha habido toda la vida, es un fenómeno tradicional, normal, pero muy característico en un primer momento de la adolescencia, aunque luego se mantenga en el tiempo», explica Fouces. «Ahora la novedad es que es universal, más conocido y sin fronteras . Las redes sociales hacen que los fans puedan conectar entre si, hacer eventos… pero es igual de frecuente que antes», asegura el experto.

En Estados Unidos se popularizó esta idea de los «objetos memorables» gracias al Hard Rock Cafe y Planet Hollywood , según explicaba Joseph Maddalena, presidente de «Profiles in History» a AP. «Es exactamente lo mismo que lo que harías con un Van Gogh : lo compras, lo cuelgas en la pared y lo miras. Es el orgullo de la propiedad, el derecho de fanfarronear y el hecho de que quieres ser dueño de ello».

Al final, el éxito de la subasta dependerá de dónde haya aparecido el objeto, dónde haya estado, lo que signifique y, sobre todo, si la persona con la que esté vinculado despierta pasiones. «El fanatismo que alguien tenga condicionará lo que esté dispuesto a pagar», explica Fresh. «Por ejemplo, una postal de Juan Gatti —diseñador, fotógrafo y artista plástico argentino— hecha para un regalo de boda la he llegado a vender por dos mil euros. Hay gente que está dispuesta a pagar eso y más».

Causas benéficas

La práctica más extendida cuando se trata de subastar objetos de famosos en España es la que gira en torno a una causa benéfica. Lo reconoce la galerista, pero es cierto que se da en todo el mundo. Este mes, y a favor de un Hospital infantil, Disney y Harrods se han unido para subastar diez vestidos inspirados en Princesas Disne y con un precio de salida de tres mil libras.

El «boom» ha ido tan lejos que un gigante de subastas por internet como es eBay no podía dejarlo escapar. En 2011 creó «eBay Celebrity» , enfocado a las subastas de objetos de famosos e incluso de los famosos mismos. El conocido portal inauguraba su actividad ofreciendo una noche de cine con cena y estancia de hotel en compañía de Brad Pitt. Una puja que comenzó en 10.000 dólares. Pero la novedad que introducía la empresa radicaba en que eran los propios famosos los que manejaban sus perfiles y ofrecían sus productos, aunque un vistazo rápido a la web muestra que en muchos casos ha quedado reducido a merchandising firmado por la persona en cuestión.

Lo cierto es que eBay ya había probado lo que significa vender productos de famosos por una buena causa, aunque no siempre con los resultados esperados. En 2006, la actriz Keira Knightley subastó el vestido que llevó en la gala de los premios Oscar de ese año a favor de Oxfam. Y, pese a ser un diseño de Vera Wang y haber acompañado a la actriz en esa especial ocasión, la subasta se cerró por un precio de menos de la mitad del original. También se subastaron los zapatos de David Bowie , Pamela Anderson, Ringo Starr, Susan Sarandon, Heather Mills o Ricky Gervais. E, increíble o no, el ganador fue Bowie, quien vendió sus zapatos por 1.262 dólares.

Quizá eso demuestre que es necesario, además de ser famoso y tener una legión de admiradores, tener un aura especial o algo que vaya «más allá», que se proyecte. Como apuntaba Fresh, «un objeto, si no tiene una historia o una trascendencia detrás, no creo que pueda formar parte del mercado».

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