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tribuna

Europa: una estrategia de supervivencia

Guy Sorman considera que «atrapados entre dos mercados como EE.UU. y China, a los europeos les queda crear una fuerte economía de nichos»

Europa: una estrategia de supervivencia

guy sorman

La indispensable gestión en el día a día de las cuentas públicas como empresas privadas impide en ocasiones percibir claramente las evoluciones a largo plazo: la táctica perjudica entonces a la reflexión estratégica. De modo que, si contemplamos un instante, con calma y perspectiva, el paisaje europeo y tratamos de interpretar lo que se ha dado en llamar «la crisis» de la UE, podremos distinguir dos perspectivas a largo plazo que apelan, ambas, a una reflexión más profunda que el simple remiendo de nuestros presupuestos y bancos.

El fallo de las finanzas públicas, para empezar, no podría resolverse de forma exclusiva y duradera con las maniobras a corto plazo que se imponen actualmente, como la reducción del gasto social y la erosión en aumento de los ingresos de particulares y empresas. Sin duda, con estos parches lograremos reducir el déficit progresivamente y volver a bajar los tipos de los préstamos en el mercado financiero; pero ¿habremos resuelto lo fundamental? No. Porque la crisis actual de las finanzas públicas es, en el fondo, la de un Estado providencia que se edificó, con generosidad, cuando el crecimiento era fuerte y la demografía dinámica. Desaparecidos estos dos fundamentos desde hace tiempo, lo que hay que repensar es el Estado providencia por entero, para reconciliar -según un modelo alternativo- el crecimiento económico con la solidaridad social . Esto es posible, por ejemplo, sustituyendo todas las prestaciones sociales actuales por lo que Milton Friedman denominaba «el impuesto negativo» sobre la renta y que yo prefiero llamar la «renta mínima universal»: el Estado garantizaría que nadie cayera por debajo del umbral de la pobreza. Por encima del umbral de la pobreza, se paga el impuesto; por debajo, se recibe. Atañería entonces a todos, sobre la base de la propia responsabilidad personal, gestionar del mejor modo y según su conveniencia la ayuda pública así asignada. Toda la burocracia social podría desaparecer y la solidaridad estaría ajustada al PIB disponible, sin endeudamiento.

La crisis en Europa revela además otra mutación, aún más fundamental y difícil de subsanar: toda la economía europea se encuentra atenazada entre Estados Unidos y China . En Occidente, los estadounidenses poseen prácticamente el monopolio de la innovación y de la capacidad emprendedora y financiera para transformar dicha innovación en productos mercantiles. A esta ventaja hay que sumar el hecho de que los costes de producción en Estados Unidos, sobre todo gracias al descenso de los precios de la energía, son hoy en día inferiores a los de Europa. Según Boston Consulting Group , el coste de producción por unidad industrial, sobre una base de 100 en Estados Unidos, corresponde a una media de 119 en Europa, diferencia que se explica por la energía y la mano de obra. Por otro lado, en Oriente, China domina la doble capacidad de producir en masa productos que ahora ya son fiables, a costes inferiores a los de EE.UU. y Europa. Siguiendo con la base de 100 en EE.UU., el coste industrial por unidad en China es de 93.

Atrapada entre unos y otros, a Europa le queda un estrecho margen, a no ser que nos consagremos al turismo y al lujo, lo que no está tan mal, aunque no basta para dar empleo a todos los europeos. ¿Qué salida hay? A los europeos les queda crear la mayor cantidad posible de «nichos», productos y servicios de serie limitada pero de una calidad exclusiva irremplazable, algo que a los estadounidenses no se les da demasiado bien y que los chinos no acaban de producir bien del todo. ¡Pero qué poco lucida es una economía de «nichos»!, discrepará alguno. Pues no, porque, en un mundo cada vez más individualista, los consumidores se irán singularizando: fijémonos en Zara, evidentemente. Y lo que se puede decir de la ropa vale asimismo para todos los productos y servicios. Si todo lo que sea europeo se muestra diferente, singular, excelente e incomparable, las economías europeas volverán a encontrar una vocación específica , entre los dos gigantes mencionados. Toda marca dotada de una personalidad fuerte generará suficientes beneficios y puestos de trabajo como para recuperar la confianza en nosotros mismos y la del mundo respecto a Europa.

Lo que salvará a Europa será no trivializarla, y esto se puede aplicar a cualquier empresa existente y por crear, desde la más modesta fábrica artesanal hasta las grandes industrias. Es tarea de los Gobiernos integrar esta estrategia a largo plazo en su razonamiento a corto plazo.

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