Pedro Sardina Arthous - Virando por estribor
Adiós «Fer», «Príncipe» de la vela olímpica
«Último oro olímpico de la historia en la clase Tornado y mejor persona que regatista»
Se nos marcha de los campos de regata olímpicos alguien más que un regatista al uso; un luchador; un coleccionista de éxitos; un fabricante de envidias... Podríamos estar así durante toda la columna, pero no lo voy a hacer porque se le van a erizar ... las plumas y aun es muy joven y tiene que seguir luchando en este desagradecido deporte.
El gallego, o el cántabro, _¡y qué más dará!, porque él enarbola la bandera de España en los podios, se marcha entre medio aburrido y medio decepcionado con muchas de las circunstancias por las que ha tenido que pasar sobre todo durante su última época como integrante del equipo olímpico español.
En su despedida en el COE, ante Alejandro Blanco y Julia Casanueva, no tuvo ninguna palabra disonante hacia nadie. Todo fueron gracias, gracias y gracias. Le salió del corazón porque «Fer» es una gran persona, mucho más que deportista, que ya es decir. Delante de sus padres y hermanos enarboló la bandera de la amistad y el buen rollo. Le honra.
Le conocí en un Princesa Sofía antes de los Juegos de Sidney 2000, cuando aun era un pipiolo que iba enseñándole el bigote del patín del Tornado a los campeones olímpicos Fernando León y Pepote Ballester. Apuntaba maneras, pero era el «sparring». Al siguiente Sofía ya había dado el paso y, junto a gran Antón Paz, eran el equipo titular. Llegaban los Juegos de Atenas y tocaba ya una entrevista. Primera pregunta, obligada: «¿Eres de los que les entra la cagalera cuando le llega la responsabilidad? No lo dudó, aunque se quedó perplejo por la pregunta, «he nacido para luchar y respetar al contrario. Si me cagara en esas circunstancia, me iría a mi casa».
Pocos tuvimos el honor de abrazarle en aquel pantalán piojoso de Qingdao cuando llegó después de aquella última manga, que ganó de calle a pesar de haber volcado, y que le supuso la última medalla de oro de la historia del Tornado olímpico. Unos Juegos memorables que los afrontó junto a Antón con una profesionalidad que jamás había visto en mis siete Juegos. Todas las tardes, ya en la Villa Olímpica, hablábamos durante dos segundos por mesenger. Siempre le decía, «vamos patrón, ya es nuestra», y el contestaba: «queda mucho. Voy a mirar la meteo para mañana. Un abrazo». Era una mínima conversación que aunque le agobiaba no se atrevía a dejar de mantener.
Con la medalla en el cuello y tras la conferencia de prensa, «Fer» vino a buscarme a la sala de prensa y me dijo: «Quiero una foto contigo». Nos la hicimos y me hizo morder el oro (puesta está como principal en mi Facebook) mientras me susurraba: «Ves Perico como no me he cagado». Habían pasado dos Olimpiadas y aun recordaba aquella hostil pregunta que le hice con ocho años menos.
«Fer», el «Principe» de la vela olímpica, para mí, el mejor.
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