Tenis
Retos y enigmas de jugar en la hierba de Wimbledon
Tenistas y entrenadores analizan cómo cambia el tenis en esta superficie cambiante y viva
Alcaraz derriba una torre llamada Jarry en su paso hacia octavos

Es, según los propios tenistas, la elegancia pura. El entorno, la superficie, el ambiente y también el juego. En la hierba de Wimbledon, todo parece fluir, tanto la pelota como el jugador. Pero es una superficie compleja, que en nada tiene que ver a ... la tierra batida y a la rápida. A lo largo de la historia, han ido desapareciendo los torneos en verde, lo que ha provocado que haya menos especialistas en esta superficie y la transición de una a otra se complique. Solo Roland Garros nació en tierra batida; tanto el US Open como el Abierto de Australia se iniciaron en hierba, pero cambiaron a la pista rápida sobre mitad de los 70 el primero, ya en los 80 el segundo.
Wimbledon, tradición por encima de casi todo, estipula que el césped debe tener ocho milímetros de altura para que el tenis sea perfecto. Y complejo. Jugadores como Medvedev, Zverev, Tsitsipas, Rune y Thiem, por ejemplo, no han alcanzado nunca los cuartos en este torneo. Y rápido. Por lo que obliga a cambiar algunas tendencias a las que los jugadores no están tan habituados, y en pocos días, pues la gira verde apenas dura un mes y no son las pistas que más se prodigan por el mundo. «No es nada fácil sumar partidos en hierba», aseguraba Sara Sorribes a este diario días antes de estrenarse en Wimbledon. La castellonense señalaba con rotundidad las diferencias entre esta superficie y todas las demás: «No es nada parecido. El cuerpo sufre muy diferente. Tienes más agujetas los primeros días en zonas nuevas del cuerpo, y esa sensación es un poco extraña».
Se refiere a las piernas y los glúteos, las zonas más 'castigadas' por una de las claves de esta superficie: «la pelota bota más bajito por lo que el centro de gravedad tiene que estar más abajo que en otras pistas». Lo analiza para ABC Diego Dinomo, en el equipo de Karolina Muchova. «Por eso estos días se notan otros músculos; sobre todo las piernas y los glúteos. Se trabajan en todas las superficies, pero aquí se notan con más intensidad».
Es una de las razones por las que Rafael Nadal sufría más en este superficie. Durante muchos años su imagen en hierba se asociaba a un vendaje por debajo de las rodillas. La tendinitis crónica que sufría en las articulaciones se acentuaba en este parte del año.
A partir de ese centro de gravedad más bajo provocado por botes más bajos, la hierba también obliga a moverse de diferente forma. «No tienes ese apoyo duro en rápida para plantar el pie y volver; y tampoco tienes el patinaje de la tierra batida. Así que los movimientos son un poco mixtos. A veces tienes que dar un pasito de más, otras intentas deslizar, pero en todos los momentos tienes que ir convencido», analiza Sorribes. «Al no poder resbalar, los apoyos son los que son. Te quedas fijo. La carrera, por tanto, no cambia tanto conforme a otras superficies, pero sí es muy distinto el modo de iniciar la carrera y el de parar esa carrera, -señala Dinomo-. Las zapatillas llevan unos taquitos, que no llegan a ser clavos, lo que hace que, aunque puedas resbalar un poquito de manera natural, también puede hacer que te quedes clavado».
Corto y directo
Es lo que más le cuesta a Carlos Alcaraz: «La movilidad es lo más complicado para mí. Tienes más posibilidades de resbalar y hay que estar más concentrado. En lo que tienes que poner más énfasis es en moverte bien, en apoyarte bien. Porque en hierba tienes que estar bien asentado para golpear fuerte». Porque en hierba, se premia la agresividad, la contundencia, de ahí que fuera marca de identidad en este torneo el saque-red, aunque cada vez se utilice menos al igualarse la velocidad por los materiales de las raquetas. En Wimbledon, los golpes liftados pierden energía, pero los planos y los cortados ganan muchos enteros. «La hierba te obliga a sacar mejor y tiros definitivos porque no hay intercambio. Tienes que ir a por el punto con pocos golpes, ser más agresivo», explica Sorribes.

«Se juega más para adelante que en otras superficies. Conviene llevar el dominio de la pista, terminar el punto hacia delante. Por eso, los movimientos del brazo, lo que se denomina 'swing', tienen que ser mucho más corto. La pelota sale a veces disparada en esta superficie que está viva, no es regular... Poco movimiento del brazo hacia atrás», incide Dinomo, que añade que todo se complica un poco más cuando la pista empieza a desgastarse, algo que tampoco es igualado y siempre es un enigma: «Si bota en lo que queda de hierba, el bote es más acolchado, pero cuando ya no queda hierba, la pelota salta más. Tienes que estar preparado y saber leer bien ese golpe. Es entretenido, aunque les va a pasar a unos pocos, los que van ganando partidos».
Como es el caso de Carlos Alcaraz, que lleva catorce partidos en esta superficie y ha conseguido ya un título (Queen's hace una semana) y establecerse como favorito para este Wimbledon en el que hoy se juega un puesto en cuartos de final, donde todavía no ha llegado. Con movimientos de veterano y confianza en la mano se mide hoy con el renacido Matteo Berrettini (sobre las 17.30 horas, Movistar). Después de un año y medio de altibajos por una lesión en la mano y una rotura en el músculo oblicuo abdominal, el italiano, 27 años y 38 del mundo, recupera su mejor versión donde fue finalista en 2021. Casi no pensaba ni debutar y ha ganado a Lorenzo Sonego, Alex de Miñaur y Alexander Zverev. Se espera batalla ante el español, que ganó en Viena 2021 (6-1, 6-7 (2) y 7-6 (5)) y en Río 2022 (6-2, 2-6 y 6-2), pero Berrettini venció en el Abierto de Australia por 6-2, 7-6 (3), 4-6, 2-6 y 7-6 (5).
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