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Tenis | ATP Finals

Djokovic, maestro de maestros

El serbio anula a Sinner (6-3 y 6-3) y se corona por séptima vez en las ATP Finals, un paso por encima de Federer, y suma su título 98 para acabar un año extraordinario

Otra lección magistral de Djokovic: «Veré el partido con lápiz y papel»

Djokovic celebra un punto ante Sinner AFP
Laura Marta

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Se permite Novak Djokovic sonreír ante un error con una volea. Se lo permite porque sabe que tiene todo bajo control. De principio a fin. Maestro de maestros, como mínimo. O más alto, porque desde hace tiempo le quedan pequeñas todas las etiquetas de autoridad. Son siete coronas en las ATP Finals, más que nadie, otro récord de Roger Federer que entierra. Más allá del beso al trofeo, es el enésimo ejemplo de esta superioridad aplastante, esa es la palabra, que protagoniza el serbio en estos últimos tiempos. Apagada la magia de Federer, todavía en reconstrucción la de Nadal, Djokovic juega solo. Tan superior que ridiculiza a sus rivales. Imperial, impertérrito, invencible, el de las grandes tardes de gloria, y son ya 98 títulos con este. Incapaz nadie de frenarlo, no este Jannik Sinner, incapaz nadie de descifrar el enigma Djokovic.

ATP Finals

Final

  • Novak Djokovic
  • 6 6
  • Jannik Sinner
  • 3 3

    Así es el serbio, inexplicable cómo se levanta y se convierte en un ser indestructible de un día para otro, tras mostrar síntomas de cansancio esta semana, muy cerca de quedar eliminado, repescado por el propio Sinner, que ayer se arrepintió seguro de su decisión de ganar a Rune y permitir que el serbio tuviera una oportunidad. Esta oportunidad. Lo decía Juan Carlos Ferrero tras el triunfo del número 1 del mundo sobre su pupilo Carlos Alcaraz: «No lo verás cometer dos fallos seguidos». Ni en un partido, ni en un torneo.

    Cayó ante el italiano en la fase de grupos, pero era un disfraz, un señuelo que puso en todos los rivales. Todos cayeron en la trampa: Alcaraz no soportó su bisturí con los reveses ora un lado ora otro –«Me ha pasado por encima en muchos aspectos», se resignaba en murciano–; tampoco Sinner pudo escaparse de esta versión quirúrgica, eficaz y potente de la final.

    Lo avisaba en la previa tras apabullar a Alcaraz: «He jugado casi a mi mejor nivel». Todavía no había alcanzado su plenitud. Esa que muestra el domingo. Donde de verdad se necesita.

    Lo intentaba el italiano, aunque ofreció una faceta más fallona que cualquier otro día, a pesar de 15.000 gargantas gritándole 'Sinner, Sinner'. Quizá pecó de exceso de confianza, tan imperturbable y con ese altísimo nivel que había desarrollado durante la semana. Pero ante este Djokovic todo se queda corto, limitado, ridículo. Ante este Djokovic es imposible.

    Porque ni siquiera se vio tan exigido como contra Alcaraz. Habían sido dos saques directos en todo el partido de la semifinal, son siete en solo un set en la final. Con un 92 % de puntos ganados con su primer servicio (Sinner solo logró dos puntos al resto en el primer set) anuló al italiano con cuatro juegos consecutivos en blanco, uno para terminar el primer capítulo, y enlazar 16 puntos consecutivos para empezar el segundo. Ganador de todos los puntos largos (13 por cuatro del italiano), como contra el español. Solo encontró oposición en el octavo juego del segundo set, ya con un break de ventaja, once minutos de defensa italiana y acoso serbio.

    Pero fue solo el último aliento del italiano. Después, solo Djokovic en la pista. Sin freno. Acabado el encuentro cuando quiso, como quiso, sin oposición. Es la medida de todas las cosas, el límite que separa la excelencia de los que aspiran a conseguirla.

    «Estoy muy orgulloso de mis actuaciones estos dos últimos días, contra Alcaraz y Sinner, probablemente los dos mejores jugadores del mundo junto conmigo y Medvedev en este momento. Tenía que dar un paso adelante, tenía que ganar los partidos y no esperar a que ellos me entregaran la victoria. Y es lo que he hecho. Hoy he jugado tácticamente diferente que como lo hice en fase de grupos», decía después.

    No se esconde, jamás lo hizo, quiere ser el mejor de la historia, ganar todos los Grand Slams, tener todos los récords. Está en ello, y no hay oposición cuando se muestra en este estado de gracia. Imposible entender cómo es capaz de sacar una versión y otra y otra y otra más hasta dar con la que necesita en el momento que lo necesita.

    No se puede explicar de otra manera que haya cumplido otra temporada para encumbrarlo todavía más a unos altares que él ha construido sobre los que ya parecían inalcanzables. Seis títulos en un 2023 impecable, con tres Grand Slams y la final del cuarto (además de Adelaida y los Masters 1.000 de Cincinnati y París). Suyos son todos los mayores hitos de este deporte salvo alguno esporádico que todavía no ha cazado, pero tal y como está nadie duda de que lo conseguirá.

    «Ha sido una de las mejores temporadas que he tenido en mi carrera, sin duda. Coronarme contra el héroe local, Jannik, que ha jugado un tenis increíble esta semana, es fenomenal».

    Se puede hablar de ambición, de preparación física, de experiencia, de fortaleza mental. Sin duda, todo eso está en la fórmula, pero hay cosas que solo se entienden con las palabras Novak Djokovic. Es lo que lo ha hecho el mejor, en todo: 24 Grand Slams, 40 Masters 1.000, 7 Copas de Maestros y, desde este lunes, 400 semanas en el número 1. Djokovic, sin más.

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