Badosa tiene una misión : olvidar la lesión y recuperar los laureles perdidos

Una vuelta al circuito prometedora, como la de Rafa Nadal estos días en Brisbane, después de un paso por la cara oscura del deporte, que incluyó seis meses de parón. Su último partido oficial databa del 7 de julio, la segunda ronda de Wimbledon (retirada ante Marta Kostyuk), cuando tuvo que decir adiós a la temporada para curarse de forma efectiva de la fractura por estrés de la vértebra L-4. «El dolor no me deja avanzar», relataba en su mensaje de despedida. Antes, había protagonizado una primera parte de 2023 con altibajos, ausente del Abierto de Australia por una lesión en el muslo, con primeras y segundas rondas en la gira australiana y norteamericana y despegando en la tierra batida (cuartos en Charleston, Stuttgart y Roma), hasta que sufrió la recaída de la lesión en la espalda. Un camino espinoso que Badosa quiere olvidar pronto.

«Es una lesión que no puedes controlar mucho. Al principio pensé que si hacía muchas horas de tratamiento me recuperaría más rápido, pero luego aprendí que se trataba solo de tener paciencia y de dejar que sanara por sí sola». Intentó acortar plazos para llegar a Wimbledon, pero volvió el dolor. Y lo mismo pasó en agosto, cuando forzó para llegar a Canadá. «Fue un proceso muy lento. Aceptar todo esto ha sido muy duro, sobre todo mentalmente, porque me encanta jugar al tenis y me encanta competir. De repente, un día tuve que parar por completo y quedarme en el sofá», relataba sobre esa dolencia complicada, pues el hueso se suelda, pero modifica la movilidad de la espalda y los sustos pueden volver.

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Sin embargo, Badosa se anima: «Nunca he estado tan emocionada por volver para empezar el año. Quiero volver a mi nivel tan pronto como sea posible. Sé que va a ser duro al principio, han sido muchos meses sin jugar», explicaba la catalana en la previa del torneo de Adelaida. A su favor, los pocos puntos que defiende, que pueden catapultarla si mantiene cierta regularidad.

Quiere recuperar ese nivel que sabe que tiene, pues la llevó a ser número 2 del mundo hace apenas un año y medio, y a conquistar tres títulos, con ese WTA 1.000 de Indian Wells que brilla en su vitrina. Pero fue alcanzar su techo, hasta el momento, y entrar en la zona gris. Demasiadas pausas y horas de reposo, aunque también tiempo para disfrutar de la vida, con su amiga Aryna Sabalenka por ejemplo, y con su pareja, Stefanos Tsitsipas.

Apenas el griego y el círculo más cercano de la catalana saben lo que ha supuesto este 2023 gris, manchado por las lesiones que marcan en la piel, pero también escuecen en la mentalidad, con un intento de regresar para la Copa Billie Jean King en noviembre, pero en la que no pudo ni estrenarse. Pero hay ganas de regresar a la élite, donde una vez estuvo. Sabe cómo es levantarse de un bache oscuro; ya lo hizo cuando despuntaba tras ganar Roland Garros júnior y la presión y las expectativas fueron más fuertes que su tenis.

Está en marcha esta Badosa 2024 que, a pesar de caer ante Pera y de verse en el puesto 74 del ranking, mantiene esos destellos de buen juego con el que aspira a medirse de nuevo con las mejores. «Creo que ahora tal vez valoraré un poco más estar en cada torneo, cada partido, cada ronda», decía, contenta por volver tras uno de esos largos infiernos que sufren de vez en cuando los deportistas de alto nivel. De esos que los hacen salir aún más fuertes.